Han pasado dos décadas desde la tragedia del incendio de
Riba de Saelices, en la que murieron once trabajadores forestales, y el Partido
Socialista todavía no ha pedido perdón. No lo hizo entonces, cuando gobernaban
José Luis Rodríguez Zapatero en España y José María Barreda en Castilla-La
Mancha, y no lo ha hecho ahora, tras 20 años de olvido deliberado, de desprecio
institucional y de manipulación del relato.
El incendio se inició el 16 de julio de 2005 por una barbacoa mal apagada y
arrasó más de 13.000 hectáreas del Parque Natural del Alto Tajo. Pero lo que
convirtió una tragedia ecológica en un crimen político fue la gestión
absolutamente negligente por parte de la administración socialista.
Según testimonios de los familiares y las investigaciones judiciales, los
fallecidos fueron enviados a una zona sin conocimiento previo del terreno, sin
medios adecuados y con un fuego descontrolado que incluso había obligado a los
medios aéreos a retirarse. Lo ordenó el jefe de Coordinación Provincial,
siguiendo la línea jerárquica del gobierno regional. Como recuerda un reportaje
de ABC que hemos podido leer este fin de semana, ninguno de los doce
trabajadores tenía la preparación necesaria y algunos ni siquiera habían
realizado un cursillo básico. La improvisación, la falta de medios, y la
irresponsabilidad de mandar a un retén a una zona de altísimo riesgo costaron
la vida de once personas.
El entonces presidente Zapatero zanjó la tragedia con una
frase vergonzosa: “Se metieron en una zona de riesgo, vino una racha de viento
y plaf”. Así, se culpó a los muertos, como si hubieran tomado la decisión de
jugarse la vida por capricho. Y lo más grave: se impuso el silencio
institucional. No hubo llamadas a las familias. No hubo duelo oficial. No hubo
reparación emocional. Solo hubo un objetivo político: proteger al PSOE y su
imagen pública, tapar la gestión deficiente y desactivar el escándalo. Lo llamaron
el “Prestige del PSOE”, pero aquí sí hubo víctimas mortales.
Las familias fueron humilladas y acusadas de politizar la tragedia simplemente
por pedir explicaciones. Se manifestaban cada día 17 del mes y desde las
ventanas de la Delegación de Medio Ambiente se reían de ellas. Esas viudas y
esos hijos no han recibido ni una vez la frase que cualquier ser humano
necesita: “Nos equivocamos. Lo sentimos”.
El PSOE impuso su mayoría en la comisión de investigación de las Cortes de
Castilla-La Mancha para concluir que “todo se hizo bien”. Mientras tanto, los
informes periciales, las grabaciones del 112 y los testimonios revelaban una
verdad muy distinta: descoordinación, falta de medios, formación inexistente y
abandono institucional. Hasta Google Maps tardó 20 años en identificar
correctamente el lugar donde murieron estos héroes. Hoy, el monumento que les
recuerda sigue lleno de maleza. Si no fuera por las familias, ya estaría
sepultado por el olvido, igual que lo han querido hacer los gobiernos
socialistas de Castilla-La Mancha.
Veinte años después, el PSOE aún no ha tenido la dignidad de pedir disculpas.
Ni Emiliano García-Page como actual presidente regional, ni ningún responsable
socialista ha asumido públicamente aquel error. Lo más fácil sería decir: “Nos
equivocamos. Perdón”. Pero para eso hace falta decencia política.
La memoria de los once fallecidos exige justicia, verdad y reparación, no
silencio, ni manipulación. Castilla-La Mancha no puede permitir que se
reescriba la historia con propaganda, ni que se entierren responsabilidades
políticas bajo discursos vacíos. La memoria no se apaga como un fuego; se aviva
con verdad.
Santiago Lucas-Torres Casero
Diputado autonómico del Partido Popular de Castilla-La
Mancha
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