Opinión

“La vejez que mal deseada es…”

Salvador Jiménez Ramírez | Martes, 22 de Julio del 2025
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Nunca libres de nosotros mismos, ni de todo lo demás que nos rodea… Enardecidos por la “BRISA” de la vida que alivia e ilusiona y nos hace danzar como en una verdad alegre e imperecedera… También duele y pesa y nos hace esperar, no sabemos qué; que en cada instante llega, parte, rueda y vuelve sin que la podamos atrapar… El paso del tiempo y sus elementos, doran ennegrecen y nos marchitan, cargándonos de enfermedades y arrugas, angustias y padecimientos. La humillante vejez, con su exacta verdad, nos va trasmitiendo impresiones y pulsiones, que van sedando la actividad de nuestra conciencia…; de la conciencia de nuestra identidad… El filósofo neerlandés Spinoza, decía: “la mente no puede imaginarse nada, ni acordarse de las cosas pasadas, sino mientras dura el cuerpo”. La materia siempre extraña y la vida cosa indefinida, con las que viajamos hasta la última parada… Tan de repente dejar de sentir todo… Nadie debería juzgar la conciencia o consciencia humana, prescindiendo del cuerpo o materia que, en su “evolución” y “revolución” cósmica la sostienen…

Ítem. La condición o estadio de la vejez humana, —“La propia vejez enfermedad es”. Dicho popular (sic) —se ha venido describiendo como “viejos achacosos”, con decaimiento de sus fuerzas y alteraciones-limitaciones psicológicas y psíquicas… Siendo inherente a la senectud: decaimiento, flaquezas, complejas patologías propias de la vejez y “pérdida de juicio”, que no siempre son una enfermedad declarada… “La vejez que mal deseada es “, (sic) está amalgamada de epítetos, aforismos y refranes: “el que quiera saber que compre un viejo”, “el viejo buen ejemplo a de dar y si se le ve retozar, como a un niño se debe azotar”, “la vieja que no supo vivir pan para mayo y leña para abril”, “poco a poco hilaba la vieja el copo”, “el viejo que se cura cien años dura”. 

Organismo como la Seguridad Social, han venido utilizando dispares edades de jubilación, con arreglo al estado de salud de los ciudadanos, periodos de cotización y “estatus empresarial” de la razón social, donde han desarrollado actividad laboral…; siendo las más usuales las de sesenta y sesenta y cinco años. La más habitual la de sesenta y cinco años, que es cuando se calificaba al trabajador-trabajadora “Sujeto del Seguro de Vejez”.

Es indudable que la ancianidad, demanda noción de un honorable reconocimiento a quienes por sus actos sean merecedores de tal… En nuestra cultura, en el “juicio” popular, desde tiempos inmemoriales, los títulos o tratamientos asignados a las personas ancianas han sido los de abuela, abuelo y en localismos o regionalismos “hermano” y “tío”. Y hoy día, ciertos sujetos agresivos, irrespetuosos y maleducados, despectivamente, mofándose,  señalan: “¡el viejo ese!”, “¡la viaja esa!”. 

Diferenciados asuntos, conceptos y preceptos de la Beneficencia Social, —que, curiosa paradoja, sería el rey Carlos III, el primero de los gobernantes que estimó la Beneficencia, como un servicio público esencial—es justo considerar que ciertas pensiones contributivas, otorgadas a jubilados en España, son significativamente insuficientes como contraste, con las percepciones de otros ciudadanos cotizantes a la Seguridad Social, de otros países de Europa. En España, la amalgama de índices de natalidad, mortalidad, movimientos poblacionales, etcétera., dan como resultado un número elevado de población jubilada, más sectores de población pasiva perceptora de alguna ayuda, parcialmente empleada, en no pocos casos en la clandestinidad… Creciendo, constantemente, “conglomerados” de la sociedad, que prefieren cualquier tipo de prestación y no realizar ningún trabajo ya sea en el campo, la construcción, la hostelería y otros muchos que sería prolijo enumerar…

Con fecha 27 de febrero de 1908, se creaba en Instituto Nacional de Previsión, “tratando de difundir e inculcar la previsión popular, especialmente la realizada en forma de pensiones de retiro…”. El Retiro Obrero, se instauró por Decreto de 11 de marzo de 1919, convirtiéndose  más tarde, el 1 de Septiembre de 1939, en Subsidio de Vejez. Un nuevo dictamen de 18 de Abril de 1947, lo amplió a Seguro de Vejez e Invalidez. El 2 de Septiembre de 1955, se ampliaría a Vejez Invalidez y Muerte.

El Proyecto de la ley de Bases de la Seguridad Social, fue aprobado con fecha 28 de Diciembre de 1963. Las Prestaciones no Contributivas de la Seguridad Social o el Fondo Nacional de Asistencia Social, del Ministerio de la Gobernación, concedía protección económica a personas con graves condiciones de necesidad… Con arreglo al artículo 12, del Decreto 1315/62, de 14 de Junio; el 14 de Junio de 1973, se concedían 1000 pesetas (mil) mensuales a  una la “vieja jornalera”, “por cuenta ajena…”; “eventual del campo…”, que someramente, a continuación, pincelamos…

Vistosos arreboles rodeaban la caída del ocaso aquel día… La anciana, sentada en la carasola de una tapia; ceñido un pañuelo negro cual velo nupcial, tejía unas madejas de tomiza… En la franqueza de los rasgos de su fisonomía, sobresalían, con extraordinario relieve, las arrugas de su rostro. En la dignidad de su cara, no había corrido el misterioso reloj del tiempo, de igual forma que en la de otras mundanas dignidades de la especie… Dolores, flaquezas, desilusión, sufrimiento… Todo lo devoraba el abismo de su mente, en la que también pantalleaban antiguas supersticiones; para mejor preservarlas en su senectud digna y bienhechora. Escondió unos cabellos canosos que habían descubierto los revuelos del viento, con modoso y cordial acogimiento… De pronto se rasgan los velos de sus añoranzas y aparecen unos sigilosos rezos, cual sollozos por seres difuntos y relata: “… Y mi marido y yo siempre tirados por esos montes, dando peonadas por lo que nos querían pagar; como descomulgados desamparados de leyes, a la buena de Dios…; curándonos las heridas con el agua bendita de nuestra saliva…, pero éramos jóvenes y empezábamos a pasar por el mundo… Lo peor era cuando el día se levantaba malo y sin saber por qué, nos odiábamos unos a otros… Ahora ya, tan viejecica, de no ser por la poquita paga de las mil pesetas de la beneficencia, que acortan mi pobreza, no sé que habría sido de mi vejez después de la muerte de mi marido…”. 

Como un ensueño de soñar la vida, que también arrastraba la brisa de la atardecida, la anciana frotaba los signos bien visibles de la vejez y de la alienación humana, reflejada en su semblante y en sus manos, con una conciencia superior reflexionó: “¡de viejos se arruga el pellejo, que pena llegar a viejos!”.    


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