Hay heridas que no se ven en radiografías ni se palpan
con un fonendoscopio. Son las que dejan las palabras hirientes, los gestos
amenazantes o los golpes que nunca deberían llegar. En Castilla-La Mancha, como
en toda España, la violencia contra los médicos crece como una sombra que se
alarga sobre nuestras consultas. El último informe del Observatorio Nacional de
Agresiones de la OMC lo dice con crudeza: en 2024 se registraron 847
agresiones, el récord desde que hay datos. Traducido a la vida diaria: cada diez
horas, un médico es agredido.
En nuestra tierra, estas cifras no son solo números.
Los dos episodios recientes de agresión a médicas en Ciudad Real tienen nombre,
rostro y bata blanca. Y, demasiadas veces, lágrimas. La Atención Primaria, esa
primera puerta del sistema sanitario, soporta casi la mitad de estos ataques. Y
el perfil más golpeado sigue siendo el de una mujer médica. Como escribió
Gregorio Marañón: “El respeto a los médicos es el termómetro moral de un
pueblo”. Si el termómetro marca fiebre, algo grave nos está pasando.
Las causas, según los datos, son las demoras, las
discrepancias con un diagnóstico, la frustración ante un sistema saturado. Pero
que nadie se engañe: nada justifica la agresión. El malestar se combate con
diálogo y soluciones, no con violencia. Un golpe a un médico es un golpe a la
salud de todos.
El daño no es solo físico. El 14% de los médicos
agredidos en 2024 tuvo que coger una baja laboral. Más grave aún es que menos
de la mitad de las agresiones se denuncien. El miedo, la sensación de
inutilidad del proceso o la falta de apoyo disuaden de dar el paso. Así, los
agresores reinciden y la herida social se agranda. El silencio protege al
agresor y deja desamparada a la víctima. Es imprescindible que cada profesional
de la medicina sepa que no está solo y que la sociedad entera respalda su
derecho a trabajar en seguridad. La ley está de nuestro lado: desde 2015,
agredir a un sanitario es delito de atentado. Pero la ley debe aplicarse, y las
condenas, cumplirse.
Desde el Observatorio Nacional de Agresiones, que
cumple 15 años, se han conseguido avances: la modificación del Código Penal
para que estas agresiones sean consideradas delito de atentado, o la figura del
Interlocutor Policial Sanitario. Pero la realidad nos dice que no basta con
leyes: hace falta educación, prevención, y un compromiso social firme.
El 14 de agosto, a las 12:00, frente a la
Subdelegación del Gobierno en Ciudad Real, nos concentramos bajo un lema claro:
“No me agredas, déjame curarte”. No es una súplica; es una exigencia. Vamos a
decir alto y claro que no aceptamos la violencia como parte de nuestro trabajo,
que no vamos a normalizar el miedo, que no vamos a callar.
A la ciudadanía le pedimos algo tan básico como
poderoso: respeto. Respetar a quien dedica su vida a cuidar la tuya. Respetar
al que te atiende en la madrugada, al que aguanta la presión de un sistema
desbordado, al que, pese al cansancio, busca aliviar tu dolor. A nuestros
gestores sanitarios y representantes políticos les pedimos más protección.
Este 14 de agosto no solo nos movilizamos los médicos:
es toda la sociedad la que debe alzar la voz. Porque defender a quienes curan
es defender el derecho de todos a ser atendidos con calidad y humanidad.
Que nadie lo olvide: la bata blanca no es un blanco para la violencia. Es un símbolo de entrega, de ciencia y de esperanza. Y lo vamos a proteger.
Blas González Montero
Presidente del
Consejo de Colegios Oficiales de Médicos de Castilla-La Mancha
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Miércoles, 13 de Agosto del 2025
Miércoles, 13 de Agosto del 2025
Miércoles, 13 de Agosto del 2025