A penas hemos terminado los saludos habituales, junto a las quejas por el calor que todo el mundo sufre, me anuncia Ciri que se va a forrar. Ante mi demanda de mayor información, puesto que la palabra “forrar” es polisémica, responde que, de dinero, que se va a forrar de dinero con el invento, en vías de patente, que tiene diseñado en su casa a la espera de que alguna empresa, versada en tal campo, se interese.
Me pone el alma en vilo, este amigo mío es capaz de cualquier cosa, a pesar de lo cual, temo que sea una broma o una idea inalcanzable, por eso le demando más información, a lo que responde:
—¿Qué prendas utilizas en invierno contra el frío? Gabardina, trencas, parcas, abrigos, etc. Pues invierte la idea…, he inventado una prenda a modo de frigorífico que, ajustada al cuerpo a modo de gabardina, te refresca vayas por donde quieras.
Amigos lectora y lector, me he quedado atónito. Me lo cuenta tan serio y tan convencido que me ha tomado el pelo de nuevo. Me imaginaba por estas calles de Tomelloso a 42 grados a la sombra, ir por la calle tan fresquito con el proyecto de mi amigo. Se harta de reír a mi costa, no le doy dos “guantás” porque lo quiero como hermano, pero ganas no me faltan.
Servidas las magdalenas y el café se aplaca el ambiente de mi irritación y las risas del compañero. Los minutos de silencio rellenos con el disfrute del café, los paro con una pregunta al vecino magdalenero.
—¿Te he hablado alguna vez de un señor que se llama Jesús Arroyo Maroto?
—No, que yo recuerde.
—Si miras disimuladamente, lo verás sentado en la mesa de la izquierda.
Menos mal que dije disimuladamente, a mi compañero solo le ha faltado ponerse de pie e ir a auscultarlo. Evidente que el observado se ha dado cuenta y nos ha visto hablando de él. Aprovechando la coyuntura y obviando a Ciri invito a Jesús a acompañarnos, lo que hace de buen gusto. Toma su servicio y ocupa su lugar en nuestro corro.
Ciri agobiado por la vergüenza, lo ha cogido in fraganti, ofrece su mano con cierto desconcierto para el saludo. Jesús responde con un «encantado, mucho gusto». Es un señor con soltura en sus movimientos, aunque peina canas; muy educado en el hablar cuando a gradece nuestra invitación. Detrás de las gafas oscuras se mueven unos ojos vivos, intensos y observadores.
—Debes perdonar a mi amigo, —me dirijo al nuevo huésped— lo pierde la curiosidad y por eso te ha mirado antes.
—No hay problema, por favor, —responde Jesús—, cuando no conocemos a alguien siempre intentamos saber de él.
Esta respuesta la toma mi compañero como invitación para conocerlo más e inmediatamente le pregunta:
—Usted no es de Tomelloso ¿verdad?
—No, podría decir que soy ciudadano europeo, —responde el preguntado con una sonrisa sana—. Nací en San Carlos del Valle, pueblo precioso e histórico de esta provincia. Por motivos de trabajo y necesidad de comer, corrían los años posteriores a la maldita Guerra Civil media familia, tuvimos que salir de nuestra tierra. Nos instalamos en el País Vasco donde encontramos empleo. De ahí unos años después pasé a Francia.
—¿Hablarías francés? Claro, lo contrario sería una aventura difícil de superar —interviene Ciri interesadísimo en la historia de Arroyo.
—Pues, no. No hablaba nada de tal idioma. Tuve que aprenderlo sin ir a colegios ni al “lycée”, en la calle, con los compañeros y en el trabajo. Donde peor lo pasaba era para conseguir llegar a la ventanilla correspondiente con la documentación pertinente y enterarme de lo que aquel señor me iba respondiendo.
—Entonces ¿es que no llevabas documentación de España?
—Claro que sí toda la necesaria, incluido un documento firmado y sellado por la Guardia Civil de mi pueblo, poniendo de manifiesto mi buena conducta y comportamiento intachables.
—Ciri, hay cosas que no es conveniente preguntar ¿no te parece? —Corto a mi amigo por si molesta.
—Respondo con gusto, me ha caído bien, tu migo de café. —añade Jesús con una nueva sonrisa—. Allí en Francia estuve mucho tiempo, conocí a Paquita, la mujer de mi vida, nos casamos y tuvimos dos hijos. Y cuando llegó la “retraite”, jubilación en nuestro idioma, nos volvimos a España. Nos establecimos en Cataluña y posteriormente en el País Valenciano. Suelo venir dos o tres veces al año por nuestra querida tierra, pues, aunque me fuera hace tiempo, sigo queriéndola como hijo de aquí que soy.
Con la última frase se le entrecorta y aminora la voz, por el recuerdo de tantos avatares alegres unos y tristes otros, vivencias intensas con sus padres, hermanos, amigos y otros vecinos de San Carlos, lo que aprovecha para un trago de café. Vuelve la sonrisa a su cara disfrutando de la amistad y la compañía.
Jesús es una persona alegre a pesar de las contrariedades de la vida, perdió un hijo joven, y a su queridísima Paquita hace unos años. Su modo de pensar es crítico, decidido, respetuoso, su experiencia vital lo ha tallado como persona excelente, muy querida entre amigos y conocidos.
Debo subrayar una característica distintiva, su disposición atemporal para ayudar, acompañar y hacerse cercano a quien lo necesite.
Es un regalo impagable ser amigo de Jesús Arroyo Maroto.
Hemos terminado nuestra reunión cafetera y nos aprestamos a la despedida. Ya de pie Ciri le da un abrazo, le pide que vuelva con nosotros otro día, y le ordena que de ningún modo puede irse todavía. Debe acompañarnos a tomar los correspondientes helados, los nuestros serán como cada viernes, el nuevo amigo tendrá permiso para elegir. Le está diciendo con una mano en el hombro de Jesús y la otra levantada a la vez que afirma con su risa amigable.
—Hoy pago yo todo, he encontrado otro buen amigo y eso se celebra.
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Sábado, 16 de Agosto del 2025
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