Opinión

Lenguaje incomprensible para Ciri

Joaquín Patón Pardina | Sábado, 23 de Agosto del 2025
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En el otro extremo del péndulo, tal cual, como si el tiempo fuera un reloj de pared, estamos en el punto contrario del viernes pasado. Hasta diez grados ha bajado la temperatura en un par de días. Es el primer comentario tras los manupetos del compañero Ciri, la calurosa recepción de cafés y magdalenas, saboreos iniciales y disposición postrera para la charla.

—Ayer estuve reorganizando escrituras de posesiones, títulos y documentos familiares antiguos —inicia Ciri—, qué gozada poder palpar aquellos  manuscritos apergaminados unos y con artificios grabadores  primigenios de representaciones orales otros, para eterna remembranza de dictámenes a la umbra de axiomáticas autoridades nomológicas. Y para excelsa ilustración de neófitos ávidos de jurisprudencia.

Tal cual lo trascribo, lo dijo, doy fe como si estuviera ante el tribunal de la Inquisición con instrumentos de tortura al frente. Al oírlo me ocurrió lo que a ti, queridos lector o lectora, que acabas de deletrearlo: No me enteré de nada en absoluto. No miento cuando digo que lo he copiado, porque al final del café me entregó una “chuleta” donde había diseñado la frasecita, con el fin de estudiarla y declamarla posteriormente.

Es un genio, este amigo mío, todavía no existe encuentro que  no aporte alguna sorpresa bien sea jocosa, seria, sensata o descabellada, pero siempre interesante.  

—Atónito te he dejado, compañero, —celebra Ciri la impresión causada en mi después de la parrafada barroca, que acaba lanzarme—. Era el introito para comentarte que estoy hasta allí mismo…, de tanta mojigatería escrita.

—Ruego a su señoría tenga a bien desmenuzar a este zoquete oyente sus cósmicas  ideas para asimilarlas ajustándolas mi mísero intelecto —le respondo mediante aparente sentido de reverencia.

Y hasta aquí hemos llegado sin reventar de risa. Como dos colegiales en el recreo celebramos la última picardía. 

Serios y tras deglutir sendos pedazos de magdalena con el correspondiente delicioso sorbo de café, continúa el compañero con su exposición.

—Te decía, después de hojear las escrituras notariales antiguas con sus expresiones farragosas, que es curioso e interesante observar cómo, hoy mismo, continúa habiendo columnistas, articulistas,  escritores que se tienen a sí mismo o los tienen por poetas  y literatos cuando en sus escritos no transmiten nada, ni ideas, ni conceptos, ni opiniones…, nada en absoluto.

—A este elenco de seres escribientes añado a nuestros “amigos políticos”, no importa la ideología, hablan y hablan, mejor leen y leen sin decir absolutamente nada y, si se equivocan y expresan algo, no tardará el día en que nieguen haberlo  dicho anteriormente.

—No niego, si no que afirmo ser muy exigente en lo que leo, —insiste Ciri— sean libros o artículos en los medios digitales. En ocasiones me enredo mentalmente en discusiones e incluso expulso algún adjetivo hiriente contra el firmante. Tengo libros, que podría enseñarte,  de escritores famosos, inaguantables en su totalidad. Viven de la fama y de la publicidad de las editoriales, quieren hacernos creer que la firma,  da la calidad al texto y nada más lejano de la verdad.

—Sin meter en el mismo redil —añado— a todos, me he encontrado quienes copian de manera descarada frases cogidas de internet o conseguidas por IA y al insertarlas en el párrafo que construyen, además de desatender las normas más elementales de Ortografía como puntos o comas, consiguen prostituir ideas o retorcer oraciones que, al leerlas, quedan totalmente inexpresivas, aunque sumamente rimbombantes. Esto sin contar con quienes, sin tener idea alguna del tema, montan la perorata cual catedrático en el aula, con lo que se evidencian unas carencias esperpénticas.

—Así es, amigo querido. Lo de copiar es de “juzgado de guardia”. He leído artículos en cierto medio digital publicados a una hora determinada y al cabo de un tiempo corto veo la misma idea o incluso el mismo estilo literario en otro soporte distinto, incluso fotografías pirateadas. Eso de mirar el examen del compañero se queda en “mantillas cortas” con el copieteo actual, de los que así mismos se llaman reporteros.

—Estando de acuerdo contigo, añado que una de las agrupaciones que más sufren los ataques de los que hablamos es la de los poetas. He asistido a muchos recitales poéticos. En el ambiente precursor se respira ambrosía lírica del Olimpo. La pomposidad del orgullo de algunos participantes  dejan  en enaguas a Madame de Pompadour. Comienza el acto y te percibes más perdido que vaquero del Oeste Americano en el rio Colorado  de las Montañas Rocosas buscando pepitas de oro. Afirmo que encuentras bastantes, no me atrevo a decir muchas. Lo que sí sufres son los tonos de voz edulcorados, blandengues, llorones, afectados con los que quieren tapar lo que falta en los  versos.

—Ciri, te pregunto. ¿No nos habremos pasado, esta tarde, en las críticas a los que que utilizamos el lenguaje y la escritura sin la merecida delicadeza y formación?

—No veo el porqué. En la vida hay que pensar, ser críticos con todo el  mundo, en primer lugar, con nosotros mismos. Y dar los dos últimos pasos imprescindibles: Primero.- Rectificar si me he equivocado y admitir la opinión contraria. Segundo.- Añadir a mis conocimientos las enseñanzas que creía erradas y que no son tales.

El compañero de cafés conserva su exquisito papel pedagógico, he de reconocerlo a pesar de que mi orgullo se rebela.


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