Miguel Navarro, que no para de recibir abrazos y felicitaciones, cuenta a La Voz las vicisitudes de una aventura que, seguro, jamás olvidará.  “Han sido tres semanas intensas, de conocer muchos países. Noruega fue en el que más noches hicimos, siete, lo recorrimos de punta a punta, lo que nos permitió disfrutar de un país con un paisaje maravilloso”. 

En un trayecto tan largo, las anécdotas han sido muchas, pero Navarro subraya esas rocambolescas situaciones que se generaban ante el hecho de no saber inglés. “Se generaban coyunturas muy graciosas a la hora de repostar combustible, pedir la comida, reservar la habitación en un hotel o cuando subíamos las motos a los ferries, que hicimos siete u ocho. Pero lo hemos pasado muy bien y nos hemos adaptado a cualquier situación, siempre en un ambiente de buena armonía entre nosotros. Y algo importante, las carreteras eran buenísimas, muchas recién arregladas, era un placer circular por ellas”.

Sobre la climatología explica Navarro que “ha habido un poco de todo, lo peor fueron esos siete días seguidos que no dejó de llover, en Noruega y Finlandia llueve mucho. A medida que fuimos avanzando hacia el sur fuimos encontrando mejor tiempo”.

En la ida partieron de Tomelloso para cruzar casi toda la península y pasar por Francia, Alemania, Holanda, Dinamarca y Noruega. Distinto fue el itinerario de vuelta, por el este del continente, que les llevó a pasar por Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, República Checa, Alemania, Austria, Suiza, Francia, para regresar finalmente a España y alcanzar, veintiún días después, el querido Tomelloso. 

Contrariamente a lo que pueda parecer, en zonas tan inhóspitas “siempre hemos encontrado casas y mucho turismo de caravana”, explica Miguel Ángel. “Incluso, creo que fue por Tallín, encontramos a gente que tenía familia en Tomelloso”.  El horario de las comidas en España no coincide con el de esos países del norte “y teníamos que ir a los supermercados a por los alimentos. En cuanto al alojamiento, teníamos concertadas las primeras cinco noches, pero las restantes las fuimos haciendo sobre la marcha”. Y por fortuna apenas hubo incidencias, "solo tuvimos un pinchazo".

Al final, explica la motivación de realizar este apasionante viaje “es una de las peregrinaciones moteras por excelencia, algo similar al Camino de Santiago para los amantes del senderismo o personas creyentes. Todo buen motero debe intentar ir al Cabo Norte. Han sido algunos años pensándolo y hablándolo y al final hemos podido convertir en realidad este sueño”.