La vendimia de 2025 ya ha comenzado en Tomelloso.
Menor producción, buena calidad y grandes retos de mercado marcan una campaña
que, según Rafael Torres, presidente de Virgen de las Viñas Bodega y Almazara,
exigirá unidad, modernización e innovación para garantizar el futuro de
los agricultores y del sector.
—Ya estamos metidos de lleno en una nueva campaña de
vendimia…
—La vendimia se inició, como suele ser habitual, entre el 8
y el 10 de agosto, con la entrada de las variedades más tempranas. A finales de
julio se esperaba una cosecha abundante, incluso se hablaba de una campaña muy
buena en cantidad, pero la realidad ha sido distinta, respecto a 2024 tendremos
una reducción en torno al treinta por ciento. Todavía no podemos
precisar si será algo más o algo menos, porque el grueso vendrá con el Airén,
nuestra variedad autóctona. Ahora bien, lo que sí podemos asegurar es que la
uva entra en unas condiciones sanitarias magníficas, tanto en varietales
como en tintos.
—¿Ese descenso de producción puede ser positivo para el
mercado?
—Tiene dos lecturas. Cuando la cosecha es muy grande, el
problema es que hay más dificultades para colocar el vino y mantener precios.
Nosotros no sufrimos tanto porque contamos con una red comercial internacional
muy amplia, trabajamos tanto a granel como en embotellado, y eso nos da
seguridad. Pero no cabe duda de que cuando Francia e Italia, que son los
otros dos grandes productores europeos, también tienen buenas cosechas, la
competencia se multiplica y los precios tienden a bajar. En este sentido,
disponer del “tamaño suficiente” es clave: no hace falta ser gigantes, pero sí
lo bastante sólidos como para poder defender nuestros productos en cualquier
circunstancia.
—¿Cómo se organiza la entrada de tantas variedades de uva
en la bodega?
—Tenemos un equipo técnico muy preparado que desde mediados
de julio empieza a visitar parcelas. A los socios les pedimos que traigan
muestras y a partir de ahí se hace un seguimiento minucioso. Con esa
información podemos decidir el momento óptimo de vendimia para cada variedad y
marcamos las fechas de recepción en la cooperativa. De esta forma logramos una
vendimia escalonada y ordenada, que permite mantener la calidad y responder
mejor a las demandas de elaboración.
—Hoy se vendimia antes que en la época de sus padres.
¿Por qué?
—La diferencia es clara. Antes casi todo el vino se
destinaba a destilación y lo importante era la graduación. Se esperaba hasta
septiembre porque interesaba que la uva tuviera mucho grado. Hoy la realidad es
distinta: nos debemos a los consumidores y al mercado del vino de mesa y de
calidad. Eso exige vendimiar antes, cuando la uva tiene las características
adecuadas. Además, hemos fijado topes: 11,5 grados para blancos y 12,5 para
tintos. Si se supera, no se paga más, porque el consumidor quiere vinos más
frescos, jóvenes y con menos alcohol. Los grandes reservas ya no tienen la
demanda de antes. Por eso hemos apostado por espumosos, por vinos más ligeros
y, próximamente, por referencias de baja graduación e incluso “cero cero”.
—¿Habrá novedades de producto en esta campaña?
—Estamos en un proceso de innovación permanente. Este año no
habrá un lanzamiento específico, pero sí lo habrá en 2026. Queremos presentar
un vino muy dulce, que requiere un proceso especial de preparación de la uva,
bien con desecación o con enfriamiento. Es un proyecto ambicioso que necesita
planificación, pero creemos que puede tener gran aceptación en el mercado.
—En el Día del Viticultor, Ángel Villafranca defendió la
variedad Airén. ¿Coincide?
—Absolutamente. Siempre he dicho que el Airén es una
variedad autóctona que debemos proteger y valorar. Lamentablemente, en la
reestructuración del viñedo no ha recibido el apoyo que sí han tenido los
varietales foráneos. Y es un error, porque del Airén se obtienen vinos de gran
calidad. Nosotros elaboramos, por ejemplo, Tomillar o el Lienzo de Pie Franco,
que son vinos excelentes. Me apena que viñas centenarias vayan desapareciendo,
porque cada vez será más difícil mantener ese patrimonio.
—Este año se da un paso histórico con la unión de
cooperativas.
—Sí, es un hecho histórico para Tomelloso. Aunque aún faltan
trámites administrativos que se prolongarán hasta principios de 2026, ya
estamos trabajando juntos en esta vendimia bajo un mismo patrón. La unión de
fuerzas garantiza que el dinero generado aquí se quede en Tomelloso y
refuerza nuestra capacidad para competir. Es algo que yo venía defendiendo
desde hace años, y ahora por fin se ha hecho realidad. Además, mantenemos todos
los puestos de trabajo y respetamos la identidad de cada cooperativa, sus marcas
y su historia. La fusión no es desaparecer, es multiplicarse.
—¿Hay conversaciones para integrar a más entidades?
—Sí, hemos mantenido contactos con varias cooperativas y
seguimos abiertos. No se trata de crecer por crecer, sino de hacerlo con
proyectos viables y que sumen. Hoy nuestra capacidad es suficiente para
responder al mercado, pero si hay cooperativas interesadas en unirse, estaremos
ahí. La generosidad y la visión a largo plazo son fundamentales.
—Ha denunciado la crisis de los subproductos del vino.
¿Qué está ocurriendo?
—Es un problema serio. El precio del orujo y de las lías se
ha hundido. Incluso se nos ha advertido que el año que viene podríamos tener
que pagar para que se los lleven, algo impensable. Nosotros creemos que
eso no puede recaer sobre los agricultores, que ya son el eslabón más débil de
la cadena. Si es necesario, nos uniremos varias cooperativas para crear nuestra
propia alcoholera y transformar los subproductos en materia aprovechable. Hay
margen de beneficio, pero no a costa de que los viticultores pierdan. Me
sorprende que este asunto haya pasado tan desapercibido, porque es tan
importante como el precio de la uva.
—¿Qué inversiones tienen en marcha?
—Venimos de cerrar un proyecto de once millones de euros, ya
totalmente pagado, y ahora afrontamos otro de entre dieciocho o diecinueve
millones, en la almazara y la sección de Los Arenales. Después llegará el
concentrador y el rectificador de mosto, que supondrá otra inversión
importante. Queremos también reforzar el envasado y dotarnos de la mejor
tecnología. Todo esto se hace para modernizar, para ganar competitividad y para
garantizar la rentabilidad de los agricultores en un sector cada vez más
exigente.
—¿Qué mensaje lanza al sector?
—Que apueste por la unión y por la modernización. Una
cooperativa pequeña cada vez tendrá más dificultades para sobrevivir.
Entiendo que algunos socios teman perder identidad, pero no es así: la fusión
no borra la historia, la potencia. Hay que ser generosos, pensar en el futuro y
en el beneficio común. Lo que nos jugamos es la rentabilidad de las
explotaciones y, en definitiva, la continuidad de la viticultura en nuestra
tierra.
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Domingo, 7 de Septiembre del 2025
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