Éramos críos
“danzantes”…; “danzantes” de los tiempos del hambre, que buscábamos y
saqueábamos nidos para que nuestras madres hicieran frituras y así paliar las
carencias de vitaminas, proteínas, minerales…, de unos cuerpos canijos,
escuchimizados…; cuando el vecindario vivía en la ambivalencia de la fe, con la
“sentencia” evangélica del Cesar y de Dios… En nuestras correrías,
zascandileando, tropezando y cayendo por sitios de olvidadas “memorias”,
también buscábamos “ecos” de nuestras “almas” recién “llegadas”, en paredones
de corralones, en los derrumbados “Molinos de la Pólvora” y en peñoneras. Allí,
a veces, como si fueran altares de culto, ensayábamos con nuestro vocerío,
“poetizando” con nuestra imaginación inocente, simple…, y nuestros oídos
“encantados”, creyendo que aquellos
tonos e intensidades sónicas “rebotadas” —no escuchadas cuando la distancia no
era la apropiada—eran cosa de seres de otro mundo o de las brujas… Nadie nos
explicaba que aquella “tornavoz” se denominaba ECO, por la repetición del
sonido al reflejarse la onda sonora en aquellos roquedales y parapetos. Para
que hubiera ECO, en el caso de sonidos de corta duración, el cuerpo o pantalla
reflectores debían de estar a más de 17 metros del elemento emisor. De lo
contrario, la persistencia del sonido emitido (EUS) en el oído, por lo menos
una décima de segundo, no permitía percibir el fenómeno, ya que este es el
tiempo que tarda en recorrer el sonido 34 metros. Para un sonido articulado
(EUS), la distancia a que se halle el obstáculo ha de ser al menos de 34
metros, puesto que no se puede oír distintamente más de cinco sílabas por
segundo.
Pero la palabra ECO,
también tiene sus “raíces” en un “universo” enigmático y mitológico, “inundado”
de personajes imaginarios, quiméricos…, poseídos por arrebatos de bondades e
imperfecciones como los humanos; en este
caso los de la mitología griega: ECO era
el nombre de una hija de la Tierra y del Aire. Además tenía la condición de
ninfa de los bosques y de las fuentes. Pero Eco era muy parlanchina,
empecinada, cabezota, ladina…, y la poderosa diosa Hera, hija de Cronos y Rea,
la castigó tan severamente que la convirtió en una piedra, previniéndole: “Sólo
podrás decir la última palabra pero nunca la primera”. En diversas variantes
literarias la ninfa Eco, en una partida de caza en un montizal, (¡esque lo
cinegético!) aparece entontecida con el guaperas de Narciso, hijo del río Cefiso y de la ninfa
Liríope, que sólo se quería así mismo… Pero a Liríope, la madre del guapote, no
le agradaba la relación y preparó un una ponzoña que pisó Eco, quedando
condenada a repetir la última palabra… Eco se desespera al no poder expresar su
amor a Narciso, que la rechazaba, y se fue desvaneciendo, quedando sólo su voz…
Narciso se convertiría en flor…
En otro apartado de la
mitología griega, Eco, Ninfa de la familia de las Oreidas, hija de un mortal y
de una Ninfa, cuando huía de dioses y de hombres, se topó con Pan dios de los
pastores, que tonteaba con la Ninfa Pitis, pero se chifló por Eco nada más
verla. Pan que no tenía nada que hacer con Eco, se puso rabioso y descargó toda
su furia contra los pastores del lugar, que se abalanzaron sobre Eco
descuartizándola, dispersado los restos por varios lugares…, pero la “Gran Madre
Tierra” los recogió y embalsamó… También se contaba, en la antigüedad, que Eco
fue castigada por la diosa Hera, al chismorrear de las infidelidades de su
esposo Zeus; enajenándola del habla primero y de repetir sólo las sílabas
últimas de las voces que escuchara… Eco al final murió de amor por Narciso y
Narciso se hizo flor…
X
Hoy, en algunos de aquellos
parajes que fueron testigos de las fantasías de nuestra infancia…; cuando el
ECO de nuestra torpe lexía, era cosa confusa, milagrosa o embrujada, que se
producía sin razón, hoy, el ECO o la tornavoz que “rebota” es de una algarabía
tremendamente perturbadora…; es el reino perecedero de la razón y, tal vez, de
la brevedad de la vida…
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Domingo, 14 de Septiembre del 2025
Lunes, 15 de Septiembre del 2025
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