Opinión

Proporcionalidad, coherencia, belleza y verdad

Fermín Gassol Peco | Miércoles, 8 de Octubre del 2025
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(Estas líneas escritas en un lenguaje "filosófico", tienen aplicación inmediata y positiva dentro de una actividad política en la que estamos sumidos, calificada como democrática).

Imaginemos a un grupo de personas amantes del arte manifestando de manera individual nuestras opiniones sobre una determinada obra bien sea pictórica, escultórica, arquitectónica diciendo: aquello que más me gusta de este cuadro, escultura, o edificio son lo proporcionadas que tienen sus formas. Y es que proporcionalidad es sinónimo de armonía, de sentido común estético, significando la expresión de la coherencia de medidas plasmada sobre tela, cemento, cristal, bronce, arcilla o cualquier otro material.

Puede resultar incluso que la obra contemplada no sea de nuestro agrado y al primer golpe de vista la valoremos de manera negativa, pero tras ese primer instante, profundizando en ella, quizá encontremos la virtud de la coherencia en aquello que quiere reflejar y la valoremos por tanto de manera más positiva.

La proporcionalidad es algo que no está sujeto a determinadas medidas, escalas canonizadas o gustos previos, que también, pero cabe para sorprender con nuevas concepciones del arte, de la ciencia, de la jurisprudencia, de la técnica, en suma, de las realidades que existen y descubrimos cada día. La coherencia de formas en las cosas es universal, existe en el mundo del átomo y en el interplanetario, la vida misma es pura proporción porque la naturaleza la ha concebido así.

Cabe ahora preguntarse sobre la proporcionalidad que armoniza nuestro mundo, no el cósmico sino el personal; y al hacerlo no me pretendo referir la belleza física o corporal que esa nos viene dada por herencia y poco más. La cuestión a plantear es la adecuación, la coherencia existente entre la altura, anchura y hondura de nuestra personalidad, de la belleza de nuestro mundo interior como expresión en la relación con los demás.

Al definir a una persona como consecuente estamos diciendo que cerca o lejos de comulgar con ella, encontramos en su comportamiento unas características existenciales armónicas, proporcionadas y coherentes entre lo que piden y ofrecen, entre aquello que aportan y reciben, piensan y obran. La belleza personal consiste en la pureza de las formas, la belleza de los actos, la profundidad de la intención y la altura de miras.

Los seres humanos somos quienes podemos originar desproporción en aquello que “tocamos”. La incoherencia entre principios y actos, la doble vara de medir para, reitero, pedir y exigir, dar o contribuir. Y es que aquello que afea las personas es la desproporción entre las muy distintas intensidades dispuestas al servicio del “yo” con las del “tú”, “nosotros” y no digamos ya “vosotros o del ellos”. 

La talla, importancia, calidad, grandeza, armonía de cualquier forma de expresión existente en el mundo animado e inanimado, todo ello, viene reflejado en definitiva por la coherencia y proporcionalidad; dos elementos indispensables para hacer creíble esa belleza y verdad que intentamos trasmitir a los demás.

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