Cada 15 de
octubre, la voz de las mujeres rurales reclama su sonoridad para que puedan ser
escuchadas sus reivindicaciones, al menos en esta efeméride proclamada por
Naciones Unidas, y que no quede en un mero gesto simbólico.
En un contexto
global de emergencia climática que exige afrontar de manera decidida la
ineludible transición ecológica, hay que fomentar el liderazgo de quienes
siembran futuro mientras protegen la tierra. Las mujeres rurales custodian la
biodiversidad, transmiten cultura e identidad, impulsan la innovación
agroalimentaria y sostienen la vida cotidiana en territorios donde la
despoblación amenaza con borrar el mapa humano en cada rincón de España.
Pero su
realidad sigue atravesada por una doble desigualdad: vivir en zonas donde se
generan menos oportunidades y ser mujeres. Esa es una injusticia estructural
que no puede seguir normalizándose. A pesar de los avances, las mujeres rurales
siguen enfrentando barreras para acceder a la propiedad de la tierra, a la
financiación, a la tecnología; las mujeres seguimos reclamando ‘una
habitación propia’ como escribió Virginia Woolf ya por el año 1929. Y, para
ello, evidentemente, es imprescindible que el conjunto de la sociedad, que los
hombres (nuestros compañeros), sean corresponsables en los cuidados.
Frente a esta
situación, el socialismo ha hecho de la igualdad rural un compromiso político y
ético. En los últimos años, el Gobierno de España ha impulsado políticas
públicas que ponen a las mujeres rurales en el centro de la transformación
territorial. Incorporar la perspectiva de género en la Política Agraria Común
(PAC), fomentar la titularidad compartida en explotaciones agrarias o reforzar
los Premios de Excelencia a la Innovación son pasos concretos que buscan
cambiar no solo las normas establecidas, sino también las mentalidades.
Tampoco se
puede hablar de igualdad sin reconocer las violencias específicas que sufren
las mujeres en el medio rural. Por eso, el Pacto de Estado contra la Violencia
de Género las aborda de manera especial, con el fin de ofrecer protección
adaptada a sus realidades, reforzando la prevención y la coordinación
institucional.
En el medio
rural, el emprendimiento femenino sigue enfrentando grandes desafíos,
especialmente en sectores vinculados a la economía verde. Según el informe
‘Emprendimiento verde de las mujeres y emprendimiento de las mujeres en el
ámbito rural’ (2023), solo seis de cada cien personas que emprenden en la
economía verde rural en España son mujeres. Sin embargo, el dato revela una
paradoja esperanzadora: el 63% de las emprendedoras priorizan la sostenibilidad
y la reducción del impacto medioambiental de sus negocios. Situando el
bienestar del entorno por encima del beneficio económico inmediato.
Como dijo
Wangari Maathai: “Las mujeres somos las que más dependemos de los recursos
naturales, y también quienes más sufrimos su destrucción. Por eso somos las
primeras en protegerlos.”
De hecho, el
papel activo de las mujeres rurales en el emprendimiento sostenible es clave,
porque ellas son agentes de cambio, quienes mejor entienden el equilibrio entre
producción, sostenibilidad y vida.
Las mujeres
rurales no solo buscan generar empleo, sino también impulsar un modelo de
desarrollo más justo, responsable y sostenible. Aun así, persisten brechas
estructurales: según el informe ‘Mujeres en Cifras’, solo el 27% de las
personas emprendedoras en el ámbito rural no agrícola son mujeres. Además,
ellas suelen iniciar sus proyectos con menos capital que los hombres y tienen
menor representación en empresas con personal asalariado, a pesar de demostrar
una mayor conciencia ecológica y social.
Para revertir
estas desigualdades, iniciativas como el Programa Desafío Mujer Rural,
impulsado por el Instituto de las Mujeres, se han consolidado como herramientas
clave de apoyo al emprendimiento femenino. Este programa busca facilitar la
inserción laboral a través del autoempleo y el desarrollo de proyectos
empresariales, ofreciendo formación, asesoramiento y acompañamiento a mujeres
de todo el territorio.
Su impacto es
tangible: solo en 2025 se han asesorado cerca de 700 proyectos y se han
incorporado más de 300 emprendedoras. Gracias a este impulso, muchas mujeres
rurales están logrando, además de consolidar sus negocios, crear redes de apoyo
y cooperación que fortalecen el tejido económico y social de sus comunidades.
Estas cifras y
las propias experiencias confirman una realidad: cuando las mujeres rurales
emprenden, lo hacen para transformar su entorno, para generar valor compartido y,
al hacerlo, demuestran que otra forma de producir, vivir y cuidar el territorio
es viable.
No hay
progreso posible si la mitad del talento y del esfuerzo que sostiene nuestros
pueblos sigue infrarrepresentado o invisibilizado. Las mujeres rurales no son
un colectivo al que “dar voz”, ya la tienen. Lo que necesitamos como sociedad es
dejar de oírlas y comenzar a escucharlas, reconocer su liderazgo y garantizar
que sus proyectos encuentren apoyo y continuidad.
La lucha de
las mujeres rurales por la igualdad y el reconocimiento no es solo una cuestión
de derechos individuales, sino de justicia colectiva. Hoy, 15 de octubre, es un
buen momento para asumir una responsabilidad compartida: reconocer su voz, su
trabajo y su liderazgo no es solo democracia, es la condición indispensable
para que España avance cohesionada, igualitaria y sostenible. Porque sin ellas
(sin su arraigo, su mirada y su fuerza) no hay futuro para nuestros pueblos.
… El futuro
del mundo rural, será con sus mujeres o no será.
Amparo Torres
Valencoso
Vicesecretaria
General II y Secretaria de Igualdad del PSOE de Albacete
Senadora por
Albacete
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Martes, 14 de Octubre del 2025
Miércoles, 15 de Octubre del 2025
Miércoles, 15 de Octubre del 2025
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