Como saben nuestros lectores, Caroline Culubret ganó en días
pasados el primer premio de pintura del XXIV Certamen Cultural Virgen de
las Viñas con La Belleza del Otoño de la Vida. Nos cuenta que el galardón, que
lo dedica a su madre, ha sido una gran alegría. Más allá de la dotación
económica, es un reconocimiento a años de dedicación constante.
“Inevitablemente” la obra de Culubret es autobiográfica “a
veces, el arte y la vida se mezclan tanto, que una no sabe dónde empieza una
cosa y termina la otra”.
—Caroline, ¿qué ha supuesto para usted ganar este premio
tan importante?
—Ha sido tremendo, de verdad, una alegría enorme,
aunque también con esas sensaciones extrañas que acompañan siempre los
logros grandes. Era un reto personal, porque en este certamen se
presenta lo mejor del panorama nacional. Ganar aquí significa muchísimo,
y más siendo de Tomelloso, o al menos sintiéndome de Tomelloso, porque
ya es toda mi vida.
—Háblenos de La Belleza del Otoño de la Vida.
—Es un tondo de dos metros de diámetro, realizado en grafito, óleo y pan de oro sobre tabla. Toda gira en torno a la idea del otoño como etapa de plenitud, no de decadencia. Representa una mujer que se funde con un álamo negro, ese árbol tan nuestro, en Ruidera hay muchos. Quise que la figura pareciera que forma parte del árbol, como si la vida y la naturaleza fueran una misma cosa.
—Su obra tiene un sello muy reconocible. ¿Qué elementos
diría que la definen?
—El dibujo es esencial, no puede faltar; me gusta que
se vea el trazo, que sea parte viva de la pintura. Luego están las veladuras,
las transparencias, el juego con el oro, que no es solo decorativo, sino
un elemento casi mágico. El pan de oro cambia con la luz, hace
que la obra esté viva, como si respirase.
—Ese uso del pan de oro es ya una marca de la casa…
—Sí, totalmente. Es casi mi sello personal. Me cuesta
dejar un cuadro sin un pequeño reflejo dorado. El oro da vida y transforma,
porque según la iluminación ves una pintura distinta cada vez. Eso me
parece fascinante, como una metáfora del propio ser humano.
—¿Qué significado encierra ese título, tan evocador?
—Tiene que ver con contar historias. Me interesa que la obra
cuente algo sobre el paso del tiempo, sobre cómo el otoño puede ser
también belleza y renacimiento. Todos tenemos ese momento en que se
caen las hojas, pero todavía brillan con luz dorada.
—Este reconocimiento llega tras años de trabajo
constante.
—Sí, es un gran reconocimiento, más allá del premio
económico. Es una recompensa al esfuerzo, a los años de dedicación y
constancia.
—Su trabajo tiene mucho de biográfico…
—Cada obra mía habla un poco de mí. Pinto lo que vivo, lo
que siento. Mi pintura es autobiográfica, inevitablemente.
—¿En qué proyectos está trabajando ahora?
—Sigo colaborando con Jueves al Desnudo. El próximo
martes inauguramos una exposición en Valdepeñas, la primera de una serie
en colaboración con Laborvalía por toda la provincia de Ciudad Real.
Retratamos personas con discapacidad, un proyecto muy humano y muy bonito,
que terminará en diciembre del año que viene en la capital. Además, preparo
otra muestra para marzo donde reinterpretaremos obras de grandes maestros desde
nuestra propia mirada. Y en el estudio, tengo ya otro tondo de dos por dos
metros esperándome...
—¿Tiene ya pensado el tema?
—Está cuajándose. Todo lo que me pasa influye en lo
que pinto, así que este momento personal también va marcando el rumbo de
lo que será la próxima obra. No puedo separarlo de lo que estoy viviendo.
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