El 1 de septiembre de
1974 accedí al Colegio José Antonio después de haber sido alumno desde los 3
años hasta los 10 con un excelente maestro D. LUIS FERNÁNDEZ DE PABLOS, cuando
mi padre me sacó del colegio para hacer el ingreso en Bachillerato.
Cuando el maestro se
ponía malo, o tenía alguna urgencia administrativa, allí estaban los
sustitutos, los “Lagunillas”. Jerónimo, Joswaldo… y algún otro.
Allí conocí y empecé a
querer a Santiago González Laguna “Robamiés”, apodo que llevaba con orgullo.
Estaba de directora María Rita y al año siguiente María Dolores (los apellidos
no los recuerdo).
Para mi sorpresa fui destinado
a ocupar una de las plazas de 4º compartiendo edificio con D. Casildo Ruiz que
daba a 5º con el que estuve tres cursos. En el colegio San Fernando.
Carrero Blanco ya había
“volado”, muere Franco, gobierno de Arias (qué tertulias políticas) y Santiago
de director. Asoman los colores y Santiago, hombre de centro, espera paciente
en silencio. Cuando puede, habla, sentencia y fin del follón. Gobierno de
Suarez, primeras huelgas serias en educación, 17 días sin trabajar todos los
maestros del colegio menos uno, sin conseguir absolutamente nada. Se desconvocó la huelga y todos a clase con “el
rabo entre las piernas”. El ministro del ramo dijo en la prensa que los
maestros eran muy buenos pero que, aunque tenían razón, no nos daba ni un “duro”.
Acoplo de las Leyes Fundamentales del Reino para que se aprobara hacer una
Constitución con cambio de LEYES FUNDAMENTALES buscando entresijos en la
redacción para ajustar la ley a la legalidad.
El ambiente del colegio
era buenísimo hasta que llegaban los Claustros de Evaluación y aquello era “Troya”.
La plantilla de la 2ª
etapa estaba compuesta en el año 1976-1977 por Pilar Fernández, Paco Téllez,
Luis Ortiz, Luis Ballesteros, Santiago y yo mismo.
¡¡¡Qué Claustros de
Evaluación!!!, la regla de oro consistía en cada uno de nosotros defender a
nuestros tutorandos y luchar por ellos tanto por una décima como por medio
punto… o por uno entero.
Alguno se ponía nervioso
y alguna silla salía rebotada tras chocar con una pierna o con un pie de forma
fortuita, los tableros aguantaban verdaderas palizas de nudillos o golpazos
exigiendo que “Fulanito” fuera NOTABLE, y “Menganito” SOBRESALIENTE; “Zutanito”
y “Perengano” habían mejorado desde su punto de partida y por el trabajo
desarrollado y el esfuerzo acreditado merecían un humilde APROBADO que no
truncara su futuro de trabajador al recibir el TÍTULO. Eran cuestiones
personalísimas y de vida del alumno en un presente muy incierto.
Santiago, con infinita
paciencia y con autoridad, nos cogía a Luis y a mí y empezaba su discurso
trimestral: todos somos amigos, luchamos por lo mismo y se acabó el teatro, los
números… A VOTAR. Y las cosas salían.
El tercer año, mi quinto en
Colegio José Antonio, las cosas se pusieron tensas y llegamos a la conclusión
que había que partir el colegio. Demasiados alumnos, demasiada zona, demasiados
profesores, intereses diversos, progresistas y conservadores en los dos bandos
profesorales
¿Quién se iba y quién se
quedaba? Elegimos por antigüedad en el Centro. Un grupo formado por D. Casildo,
Luis Ballesteros y yo acordamos marcharnos a una nueva experiencia como era
arrancar la creación de un colegio nuevo, con alumnado nuevo y en la zona del
¡¡¡CANAL!!!
Adelante y sin miedo nos
fuimos los tres acompañados de cuatro profesores más procedentes del concurso
de traslados. No era un grupo escolar completo. Pero teníamos libertad total de
acción, aunque legalmente Santiago ostentaba la representación del centro.
Proyectos, actividades
compartidas con otros colegios, reuniones políticas y sindicales tanto fuera
como dentro de la población….
Santiago que perdía la
mitad del alumnado, del profesorado no puso dificultades. Vio que era buena la
partición del colegio y la apoyó.
Curso 1980-1981, el
Colegio San Antonio era independiente total. Asumí la dirección y siempre tuve
a Santiago a mi lado aconsejándome, animándonos…
Por motivos como este
nunca te olvidaremos.
Por tu grandeza humana te
querré siempre y tengo que decirte, allá donde estés y solo puedes estar en un
sitio, el gran dolor que he sentido cuando mi hija Belén me ha comentado tu
fallecimiento.
Santiago, te merecías un
entierro con tus amigos, con los que te queríamos, eras mucho para tantos de
nosotros.
Los socialistas solemos
decir “que la tierra te sea leve” pero queremos que descanses en paz con tu amada
Amparo por quién tanto sufriste en los últimos años y tanto sacrificio te
costó.
Hasta la eternidad AMIGO,
COMPAÑERO Y HERMANO.
Antonio Ropero Muñoz
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Domingo, 9 de Noviembre del 2025
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