Frío, mucho
frío hace esta tarde en la calle. Avisaban los técnicos informativos del tiempo
que nos llegaría una lengua de frío Ártico y han acertado.
Hemos echado
mano del abrigo y la bufanda. Ciri viene como embutido en su indumentaria.
incluyendo guantes de piel. El ambiente en la cafetería anima a desprenderse de
la ropa calefactora. Se frota las manos, para que circule la sangre de modo más
rápido, luego las sacude estirando los brazos, me ha recordado ese gesto,
típico suyo, cuando en el patio del colegio comenzaba la clase de gimnasia.
—¡Buenas
tardes. Bien calentito, por favor! —Lo primero que ha dicho el compañero al
pasar por la barra y encontrarse con el empleado.
—¿Te has dado
cuenta, amigo mío, qué sosegadas y disfrutadas son nuestras charlas haciendo
caso omiso a las trifulcas de los políticos, juicios, jueces, condenas,
fiscales…? —Lanzo a Ciri esta pregunta retórica con el conocimiento de su
aserción.
—Así es, sin
olvidar que ambos salpimentamos con suficiente picardía muchos comentarios,
para hacerlos más sabrosos e interesantes. —responde frunciendo el ceño y
dibujando una sonrisa malandrina.
Los ventanales
de la cafetería nos sirven de claraboya para observar el ir y venir de personas
bien abrigadas, sin entretener los saludos vespertinos; el viruji que alimenta
el aire es cortante en la calle.
Saca el
compañero su cuadernito de muelle, después de remojarse la garganta con el café
bien caliente, como lo había pedido al entrar; esta libreta es su fiel
colaboradora en anotaciones y preguntas, que al dueño interesan o quiere resolver. Hojea las páginas, encuentra la
cita, y pregunta:
—¿Podrías
distinguirme la diferencia entre apocalipsis, escatología y profecía? Te
pregunto esto porque, como bien sabes, soy católico practicante y durante los
últimos días del año litúrgico se leen textos pertenecientes al libro del
Apocalipsis. En alguna ocasión ya me explicaste que su escritor, Juan, apóstol
querido de Jesús utilizó el género literario apocalíptico.
—Tienes buena
memoria, Ciri, ya hablamos de este tema, y estoy dispuesto con gusto a responder,
aclarando la diferencia entre los tres términos. Has de tener muy en cuenta
algo imprescindible: Ninguno de ellos es utilizado para adivinar o presagiar el
futuro y menos aprovechando imágenes trágicas de muertes, cataclismos y
tsunamis. Nunca de ningún modo se pueden utilizar los escritos de los que vamos
a hablar para predecir el fin del mundo y la venida de Jesucristo “sobre las
nubes para juzgar la humanidad”.
—Recuerdo
—aporta mi amigo— que la palabra Apocalipsis venía del Griego Clásico y significa
revelación, manifestación de algo, pero no podría tomarse al pie de la letra el
texto, es imprescindible una interpretación muy severa y concienzuda.
—De nuevo te
alabo la buena memoria que gozas, colega. La palabra escatología, también
tomada del idioma antes citado, tiene dos significados distintos: Te cito el
primero por ser el más repulsivo, es sinónimo de coprología que según la RAE
significa: “Estudio de los excrementos sólidos con diversos fines
científicos”. La segunda acepción hace referencia a los “Novísimi”,
trata de lo referente a la otra vida, estados, creencias, lo que se ha dado en llamar:
juicio final, gloria eterna, paraíso, infierno, purgatorio.
—¿Podríamos
decir que es la parte de la Teología que
quiere responder a las preguntas que todos nos hacemos sobre el más allá, la
vida después de la muerte, etc.?
—Justamente,
así es. La otra palabra que me preguntabas era la profecía, ¿verdad?. Pues
seguimos con el mismo origen para la palabra el Griego Antiguo y te añadiría un
adjetivo más para definir perfectamente el término, Bíblico. La palabra
original es “profeteuo” , tampoco significa adivinar, auspiciar,
predecir, como erróneamente nos han enseñado en ocasiones. Profecía es lo que
alguien dice en nombre de otro, lo que traduce, el mensaje que se transmite.
—Esta
explicación se contradice con lo que yo pensaba, especialmente con los escritos
de los profetas del Antiguo Testamento.
—Y de nuevo he
de darte la razón. Eso que tú afirmas es lo que nos enseñaban en algunas
catequesis de la infancia, pero no es así. Los profetas bíblicos más
importantes son hombres, aunque hay autores que incluyen alguna mujer. Su
intención es cambiar el comportamiento del pueblo de Israel o de sus jefes y
reyes como si hablasen mensajes recibidos de Yaweh (nombre que daban a Dios los
hebreos). Se presentaban como intermediarios veraces entre ambas partes.
—Ahora
comprendo estupendamente la diferencia entre las tres palabras que te decía. Si
no es mucho pedir, tomo mis notas en el bloc mientras te terminas el café y las
magdalenas, con tanto hablar te has retraso en la merienda.
Termina el
compañero de escribir. Levanta la mano con dos dedos estirados, pienso que
haciendo el gesto de “victoria”, pero no, es la señal que el camarero ha
percibido para servirnos las dos copas de brandy a las que estamos
acostumbrándonos.
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Sábado, 22 de Noviembre del 2025
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