Vomita hoy sangre el ocaso con sus tonos rojizos

como su corazón tiñe de rojo su historia

con el loco vaivén de los acontecimientos pasados

por el tinte bermellón de sus labios;

cerezas de labios que apretados

tiemblan al compás de sus ojos envueltos en llanto.

 

Se rebela y no aguantará más.

Decide romper el silencio de todos estos años.

 

Su historia comienza cuando eran aún muchachos.

Se enamoró de él hasta decir ¡basta!

Vasto fue su amor como los trigales dorados

bañados por el sol, pensó que todo iba a ser verano

sentimientos que no presagiaban el siguiente otoño

 ni aún el venidero invierno,

ceniciento de árboles despojados

rasgadas vestiduras rotas por el amor de los años,

inútil esperar la primavera pues sus troncos no retoñaron.

 

Desencantado plañir de azorados vientos,

desencanto, emociones rotas, desencanto…

La beso con el beso sombrío de la noche,

le arrancó la dignidad de su alma atormentada

martirizándola quiso anular su esencia de mujer.

 

Y el canto de la niña se volvió quejido rasgado

en las aguas turbulentas de la desilusión.

¡Oh niña que cantabas dulcemente enamorada!

tu alma golpeada no quiso volver a deleitarnos.

Estrechaste entre tus brazos a un compañero desleal;

¡que no se clave en tu piel de seda el duro aguijón

del alacrán!

Veneno fiero que te angustia y te aprisiona

impidiendo que de nuevo se escuche tu dulce cantar.

¡Mala  fiera, negros instintos como el veneno de ese alacrán!

Niña de hermosos cabellos y dulce mirar,

hoy herida mujer

¡no vuelvas la cabeza atrás!

No vaya a ser, mi niña, que te conviertas en estatua de sal.

¡Sal del tortuoso camino y comienza la senda

nueva de la libertad!

Orgullosa y digna lucha para encontrar en tu vida

una nueva dimensión y desde allí,

ponerte a caminar.

 

Pasos mullidos entre la verde hierba

que te harán vivir en plenitud y en libertad.

¡Nadie tiene derecho a dañar tu dignidad!

¡No tengas miedo a volar!