El estudio de José Ramón Jiménez huele a óleo, silencio y recuerdos. El pintor tomellosero recibe a los periodistas de La Voz, Francisco Navarro y Carlos Moreno con la hospitalidad habitual, a pesar del tiempo transcurrido desde el último encuentro. Nos va mostrando algunas sus obras, acabadas e inacabadas, si bien recuerda que la mayoría las tiene en Madrid donde ahora focaliza buena parte de su actividad.  La entrevista tendrá después un trastienda de amena conversación sobre el arte, Tomelloso y la vida misma. Dialogar con José Ramón supone un aprendizaje continuo por la cultura que atesora, su caracter humilde y una apabullante claridad de ideas.

- Empecemos esta entrevista por el presente más inmediato¿En qué está ahora, José Ramón Jiménez?

- En el presente estoy con cosas de mi pueblo, como siempre he pintado, también de mis viajes. Marrakech es lo último.  Y exponiendo  en Madrid, en la Galería Castelló 4. 

- Las ciudades le siguen inspirando. ¿Cómo surge esa fascinación por las grandes urbes?

-Viajar por Roma, por París, por Nueva York… eso atrae, ya no solo como artista, sino como turista. Pero claro, yo llevo tantos años pintando que no veo paisajes, veo cuadros. Voy enfocando lo que puede salir.

-En sus cuadros, la precisión resulta casi asombrosa. Un buen ejemplo es aquella obra de Roma donde en una ventana podía verse a una mujer planchando…

-Siempre me han gustado las manualidades… me gusta ser meticuloso, pintar cada cosa, retocarla, hasta que la encuentro como yo quiero. Es mi manera de trabajar.

-Sus obras no dejan huecos y tampoco suelen mostrar gente….

-Pasé por muchas etapas. Fui surrealista y me gustaba dejarlo todo vacío. Nunca aparece gente. A mí me han dicho de todo: que transmito tranquilidad y a la vez inquietud… Yo aprendí a dibujar antes que a leer y escribir.

-¿Se siente plenamente realizado como artista o sigue en proceso de búsqueda?

-Esto nunca se acaba. Siempre estás en lucha contigo mismo. Nunca llegas… y por otra parte es lo bueno, porque si no sería aburridísimo. Hay gente que disfruta pintando; yo sufro mucho.

-¿Sufre?

-Sí. Siempre estoy mirando y digo: “esto no me gusta”. Soy mi peor crítico. A veces pienso: ¿qué hago perdiendo el tiempo?.

-¿Cómo llegó su vocación hacia la pintura?

-En Parvulitos un profesor llamó a mis padres: ‘este sabe’. Me llevaron a la calle San Fernando con Ángel Pintado. Yo era un crío, pero allí dibujaba del natural, incluso el David, de Miguel Ángel o el Discóbolo… Y como era el pequeño me dejaban detrás, de culo, y lo dibujé así: de culo y con unas pelotas enormes. Aún se acuerdan mis compañeras y se ríen con el episodio. 

-¿Cuáles han sido sus influencias principales?

-Soy un abanico de influencias. Antonio López, Ángel Pintado… Fortuny, modernistas… Hay gente que dice que no quiere contaminarse. Yo no, soy una mezcla de muchas cosas.

-Con Antonio López mantiene algún vínculo, ¿no es así?

-Un día, siendo jurado de la Cooperativa, vio un cuadro mío y llamó a mi casa. Vino aquí, estuvimos un rato. Yo temblaba… Él me dio permiso para ir a su casa, pero no he ido. La figura de Antonio López me impone mucho respeto. 

-Atesora una buena trayectoria de reconocimientos ¿De qué premios se siente más orgulloso?

-He tenido suerte. Para ganar un premio hay que llevar un cuadro bueno y además suerte. Tengo premios en Valdepeñas, en el Villaseñor, en el Certamen de la Cooperativa tengo cuatro. Me ha ido bien. Pero yo siempre miro la exposición y digo: “este cuadro es mejor que el mío". Me gusta tener los pies en el suelo y reconocer lo mucho y bueno que hacen los otros.

-La tradición de buenos pintores continúa vigente en Tomelloso ¿no cree?

-Conozco a todos los pintores: Carolin Culubret, Fermín García, Ángel Pintado Félix Huertas… y, por supuesto, a la gente más joven que va saliendo. Hacen cosas muy interesantes. Por ejemplo, los muralistas que decoran fachadas abandonadas y me parece que están haciendo un magnífico trabajo. 

-¿Se ha asomado a otras disciplinas del arte?

-También he hecho escultura. Ahí tienes una bruja. En su día se llevaban mucho. Compraba barro y se las regalaba a mi novia. Hace tiempo que no hago, pero me gustaba: en parvulitos ya me gustaba manejar la plastilina.

-¿Qué explicación nos puede dar sobre la ausencia de la figura humana en su obra?

-Magritte decía que lo metafísico es inquietante. La gente va y viene, y la cosa permanece. No pinto gente ni coches, pinto cosas.

-Compaginar un empleo no artístico con la pintura no siempre es fácil…

-Es difícil mantener una familia solo con los cuadros. En Madrid, gracias a Dios, me va muy bien, pero produzco poco. Me pongo a un cuadro y puede pasar mucho tiempo. No me da para vivir solo de esto.