En los últimos años los católicos
recibimos la Navidad con algún que otro sobresalto, no precisamente
gratificante. Este año la noticia a destacar es la aprobación de la orden por
la que la Consejería de Educación de la Junta de Comunidades de Castilla La
Mancha, en el calendario escolar para el próximo curso, sustituye la Navidad y
Semana Santa por los denominados periodos de “Descanso primer trimestre” y
“Descanso segundo trimestre”, que van del 22 de diciembre hasta el 6 de enero y
del 30 de marzo al 6 de abril.
Con la llegada de la
Revolución Francesa, inspirada por la Ilustración, se impulsó la idea de que todo
lo que no se pueda razonar debe ser rechazado por falso e inútil. De la mano de
los pensadores Voltaire y Rousseau en el llamado “Siglo de las Luces” surgió el
laicismo, en el que se suplanta a Dios de la conciencia de los hombres para ser
el Estado la propia conciencia. Ese hostigamiento al cristianismo trescientos
años después siguen siendo un objetivo inquebrantable para los continuadores de
la Ilustración.
El sistema educativo ha sido y
sigue siendo el centro del tablero de ajedrez para la clase política: aquel que
lo domina termina imponiéndose, en este caso en las conciencias y formas de
entender la vida de las generaciones futuras. De ahí que la aprobación de ordenes
como la de Consejería citada no sea un hecho aislado, sino que está enfocada a
fomentar el laicismo; es decir, rechazar toda referencia a Dios.
Ante esta situación y
estrategia claramente anticatólica, ¿qué podemos hacer los seguidores de
Cristo? Volvemos a la historia. En el periodo revolucionario francés en la
región de La Vendée, surgió un movimiento de católicos que bajo el lema Dieu
et le Roi (Dios y el Rey) se convirtió en una rebeldía contrarrevolucionaria.
Tres años de represión fueron necesarios para eliminar a los insurgentes con el
resultado de 200.000 católicos franceses asesinados en beneficio de la Liberté,
Egalité y Fraternité. Aparentemente una derrota, pero enriquecedora para quienes
la fe es el eje de sus vidas.
Nada más lejos de la realidad
incitar a los católicos a rebelarse con el poder establecido imitando el
levantamiento de La Vendée; tampoco me veo con capacidad de encabezar un
movimiento insurgente. La idea es otra. Según el último barómetro del Centro de
Investigaciones Sociológicas (CIS) de abril de este año, un 55,4% de la
población se declara católica. Algo más de 27.000.000 de españoles. Si la mayor
revolución que ha conocido la historia se originó con doce discípulos alrededor
de un Maestro, y trajo unas consecuencias para el mundo hasta el punto de crear
una nueva era (antes y después del Nacimiento de Cristo), ¿no será que los que nos llamamos
discípulos contemporáneos del mismo Maestro estaremos con nuestros silencios,
comodidades, y diría que hasta cobardías, haciendo fácil el juego a quienes
quieren desterrar las raíces de una cultura y una civilización
predominantemente cristiana, máxime en un país como España que tanto contribuyó
a extender el cristianismo?
Nadie
deberíamos eludir responsabilidades. La fe no es para esconderla, sino para
transmitirla, así se enriquece y enriquece. Y cuantas mayores responsabilidades
políticas y públicas se asumen, más implicación debería mostrarse porque si la
sociedad necesita referentes, los católicos, que formamos parte de ella,
también. Por eso asumo las palabras que pronunció el presidente del gobierno
regional manchego, Emiliano García-Page en la presentación del libro Los
primados de Toledo, en septiembre de 2021. «Una parte sustancial del
Estado, para aquellos que no quieran reconocerlo o respetarlo, la conforman las
creencias religiosas. Es absurdo omitir que la más mayoritaria es la católica y
cualquiera que se plantee gobernar en España sin reconocer la importancia que
tiene hoy, tiene discapacidad para el gobierno». Han pasado algunos años,
pero no está de más recordar palabras
para que si el viento se las llevó, una nueva brisa pueda traerlas. Cada
momento, cada situación, es propicia para una determinación.
Estamos
a las puertas de la Navidad. Un tiempo cargado de esperanza y ¿de compromiso?
Compromiso sí, esta debería ser la aptitud. Podríamos preguntarnos delante de los
belenes que hemos vuelto a instalar un año más en nuestras casas:¿estará el
Hijo de Dios contento con mi contribución a propagar la religión del amor que
trajo al mundo? De lo contrario, vamos camino de convertirnos los católicos en
unos topos a los que hace referencia Irene González, en su libro Salvar
Europa: “A diferencia de los topos, los seres humanos no estamos hechos
en la oscuridad del engaño, nuestro hábitat natural es la luz. Al impedir que
el hombre conozca a Dios, es incapaz de reconocerse a sí mismo”.
Una
aclaración al titular de este artículo. No es que felicite la Navidad doblemente;
es que hago dos felicitaciones: Felices
Pascuas es para el tiempo inminente de la Navidad. Y feliz Pascua para el
tiempo que empieza el Domingo de Resurrección, terminada la Semana Santa. Es
una manera de contrarrestar el silencio a la Navidad y a la Semana Santa, que
para el próximo curso el gobierno castellano manchego ha decidido implantar en
los colegios.
José
Vte. Cepeda Plaza
{{comentario.contenido}}
Eliminar Comentario
"{{comentariohijo.contenido}}"
Eliminar Comentario
Domingo, 14 de Diciembre del 2025
Lunes, 15 de Diciembre del 2025
Lunes, 15 de Diciembre del 2025
Lunes, 15 de Diciembre del 2025