Está a punto de terminar el decrecimiento de los días, la jornada con menos espacios de sol será el 21 de este mes de diciembre que se pondrá a las 5 horas 51 minutos.
Cuando me he presentado en la cafetería platicaba el camarero con Ciri sobre esta curiosidad. El hombre de la chaquetilla blanca daba información detallada del dicho fenómeno, acusándolo de la influencia negativa en los seres humanos manchegos acostumbrados a más horas de sol y calor.
No hemos podido sentarnos en la mesa de siempre, estaba ocupada por un señor con aspecto extraño, acompañado de un morral de pastor en la silla contigua. Saludamos movidos por nuestra educación e intentamos tomar aposento en el velador contiguo.
Nos han traído los cafés y las magdalenas, mientras al señor una botellita de agua. Ha debido sentir una envidia desaforada, porque al ver y oler nuestros manjares ha pedido al asistente otro servicio como el nuestro.
La curiosidad de mi amigo me comunica que este señor no debe conocer las magdalenas, porque las ha llamado “contenidos sobre papel”. Así mismo me informa de que el individuo no nos quita la vista de encima, lo que nos inclina a recelar de sus pretensiones. Dado el carácter intercomunicador de Ciri y saltándose las sospechas sobre la identidad desconfiable del personaje le pregunta:
—Usted no es de aquí ¿verdad?
Intuyo que el “nuevo” estaba deseando entrar en comunicación, porque responde marcando una sonrisa entre la barba bien cuidada.
—No. Estoy de paso. Visito ciudades y pueblos interesantes, bien por sus monumentos o por sus habitantes.
Surge la necesidad de presentarnos y lo hace mi amigo citando nuestros nombres: Joaquín, yo Ciri, junto a la invitación de que se siente con nosotros.
—Encantado. Me llamo Cálamus. Mi nombre de nacimiento nadie lo recuerda, me conocen mejor por mi trabajo y dedicación. Les explico, soy como un periodista, para que me comprendan. Ustedes también los llaman “plumillas” cuando todavía son aprendices, pues de ahí deriva mi nombre. En las antiguas Roma y Grecia los instrumentos para escribir recibían el nombre de “cálamus”.
—Qué interesante —responde mi colega— y aunque esté feo preguntar a desconocidos… ¿a qué medios de comunicación pertenece Usted?
—A ningún medio de los actuales, de redes sociales, ni periódicos o televisiones.
Dudamos de la sinceridad del nuevo comensal de la cafetería. Periodista por cuenta propia, o sea autónomo, para entendernos; sin trabajar para ninguna cadena. De qué vive, quién le paga. Lo miramos Ciri y yo con caras de incredulidad, solo cabe la posibilidad de que no necesite recompensa por su trabajo, entonces debe ser adinerado o por el contrario algo oculta.
—Los veo con cara de escepticismo ante mis palabras, pero no les he mentido en lo dicho hasta ahora, ni lo haré en adelante. Por alguna causa ignota disfruto de una cualidad desconocida para la mayor parte del mundo: La acronotopología.
Mi amigo ha tenido un amago de atragantamiento al oír la palabra. Con unos golpes en la espalda ha quedado todo resuelto. Cálamus sonreía tímidamente ante la reacción vista.
Entre toses y carraspeos Ciri me mira y pregunta:
—Tú que sabes griego ¿Qué significa tal vocablo?
—Pues es evidente, indica que algo está fuera del tiempo y del espacio, las coordenadas entre las que nos movemos los terráqueos y otros seres del universo.
—¿Eso es cierto? —inquiere Ciri con los ojos completamente abiertos— ¿No nos está tomando el pelo?
—De ningún modo —responde Cálamus— mi persona puede trasladarse a cualquier época o recorrer países nuevos. Hay una condición, deben ser pasados o actuales, nunca futuros, porque el pasado continúa existiendo. En España hay un adagio que dice: “Mientras esté en nuestro recuerdo el pasado no muere”, ese es mi secreto. Yo he visitado lugares y hablado con personajes importantes de las riberas del mar Mediterráneo, por ejemplo de los que se nombran en la Biblia. Algunos de mis escritos alguien los ha publicado en internet ¿Verdad Joaquín?
Me enrojece la cara con un subidón de sangre a la cabeza. Desde que ha empezado hablar el visitante desconocido tenía un presentimiento indescifrable, al que no podía dar sentido y de pronto he entendido todo y debo confesar.
—Sí, yo he publicado en nombre de Cálamus bastantes artículos, entre ellos: “¿Qué habéis visto, pastores?” Por Navidad recordando la experiencia de aquellos hombres en el nacimiento de Jesús. “El anciano y la fuente” (parábola del Hijo Pródigo o del Padre Misericordioso. “Cálamus y el hombre de ojos perfectos” y “Cálamus en Tomelloso” Relatando una visita que hizo a Cáritas con otro señor, para conocer su labor con los pobres y necesitados.
—Efectivamente, así es. Y como yo no trabajo para ningún medio, los publicaste en La Voz de Tomelloso. ¿Creías que no me había enterado?
Pido disculpas por si no había hecho las cosas como él quisiera.
—No me valen la disculpas, amigo, quiero que a cambio me deis un abrazo cada uno. En estas fechas de la Navidad necesito sentir el calor del cariño entre las personas y he encontrado a dos excelentes.
Nos ponemos de pie para el abrazo. Ciri aguarda su turno, veo por el rabillo del ojo levantar tres dedos hacia el servidor de la barra.
—Cálamus, además del abrazo, del exquisito café, las inefables magdalenas, quiero que pruebes la ambrosía de los dioses —añade Ciri guiñando un ojo al nuevo amigo.
—Esa es una bebida exclusiva, servida únicamente en el Panteón de las divinidades, según las mitologías griega y romana.
—Cierto, viajero del tiempo y del espacio, pero nace en las bodegas de Tomelloso y se llama mistela. Hoy el brindis es por ti, tu trabajo y tu visita —dedico yo.
—Un consejo de buen catador, debes tomarla a sorbitos pequeños y no abusar de ella —aconseja Ciri con su sonrisa entrañable.
No han sido tres las copas, si no cuatro, porque el camarero, atento a la conversación con el Plumilla del Mediterráneo, quiere unirse a la fiesta.
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Sábado, 20 de Diciembre del 2025
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