El humor más autóctono lo volvieron a  poner Jesús Andújar  y sus dos eternos acompañantes, Zoílo González y Ángel Morales.  Una tronchante parodia de un agricultor que quiere apuntarse a la cooperativa y se lleva todo un arsenal de vieja documentación. Muchos trámites burocráticos que fue cumpliendo escrupulosamente, pero todo se vino abajo al no entenderse con el directivo de la cooperativa por la forma de pago. Andújar apareció por el pasillo central del teatro con su bicicleta y ese genial humor que siempre le acompaña.

También subió a las tablas, Jesús El Cuqui, dando caña de rumba a su guitarra, con sus canciones de producción propia y graciosos versos que contaron historias familiares. El Cuqui tardó poco en animar el cotarro, el público le siguió y se acabó sintiendo como pez en el agua en el imponente escenario del Teatro Municipal al que se subía por primera vez.  Le acompañaron los palmeros “No estamos tan mal” y en medio de la actuación apareció alguien subido en una mobylette, tema de una de sus canciones.

Así llegó el monólogo de José María “El Jaro”, el artista debutante en la Compañía Canutthi porque al resto se le ha ido viendo en algún que otro sarao. Un monólogo bien trabajado e interpretado con mucho temple. Historias rocambolescas de una mujer que compró varios artículos en el mercado y otra contada en primera persona sobre el ritual que tuvo que seguir para ser aceptado en los Canutthi. Acabó cantando el himno nacional al que puso graciosa letra, mientras “dos azafatas” izaban la bandera española con alguna que otra dificultad.  El público lo interrumpió en varias ocasiones con sus aplausos. El debutante se salió.

La trompeta de Adrián Osuna era una de las apuestas más seguras de la gala. Su recorrido por los clásicos fue sencillamente genial: Louis Amstrong, Nino Bravo, Julio Iglesias, Raphael, a los que clavó en impecables imitaciones de voz, movimientos y gestos. Tocó muy bien, habló con ese duende tan característico de los Osuna y cantó a las mil maravillas el polifacético Adrián que terminó entonando las notas del eterno “A mi manera”.  

El público estalló en miles de carcajadas con los increíbles motores que nos trajo Pedro José Rodrigo, al que acompañó el siempre tremendo Carlos Martínez, el librero del Cristo, que al final consiguió arrancar su viejo Renault 8. Las onomatopeyas de motores que hizo Rodrigo fueron sensacionales, su comparación de las nuevas y viejas canciones también. Y luego Martínez contó esos hechos verídicos que aún provocan más risas que los propios chistes. Magníficos los dos.

La gala avanzaba, pero las risas no cesaban. José María Díaz y Pablo Corral ofrecieron una sensacional batería de chistes, con ese deje tomellosero y ese inigualable desparpajo que atesoran los dos.  Y todo culminó son la soberbia actuación de la Chirigota Torrijos, conocida por los Canuthis en los carnavales de Cádiz. Voces graves y agudas que se mezclaron armónicamente para ir desgranando letras llenas de sarcasmo y humor sobre lo divino y lo humano. Al final, compartieron con los Canuthis su última pieza y el público estalló en un prolongado aplauso. Fue el broche a una velada inolvidable. Un feliz aniversario de los Canuthis que allá donde van ofrecen la mejor de las terapias; la de la risa.