"La democracia no soporta ya al presidente, y cualquier
avance democrático exige la sustitución de Suárez". Esto dijo Alfonso
Guerra en 1980 durante la moción de censura que el PSOE de Felipe González
presentó contra Adolfo Suárez. Hoy, la democracia no soporta ya demasiadas
cosas.
El 6 de diciembre de 1978, España aprobaba en referéndum,
por amplia mayoría, la constitución que vendría a dar el marco legal en el que
asentar y dar solidez a la recién nacida democracia. Tres meses después se
votaba en las primeras elecciones generales constitucionales. La legislatura
que arrancó aquel marzo del ´79 fue la más convulsa que ha tenido nuestra
democracia. Sí, comparada con aquella, la legislatura que tenemos entre manos
—que no podemos decir que sea una balsa de aceite— es poco más que el vídeo de
“amo a Laura”.
Tras aprobar la Constitución, Suárez se quedó fuera de
juego, se perdió y entró en caída libre. El país era una caja de bombas,
literalmente. Teníamos terroristas de verdad, de los que ponían bombas y
pegaban tiros en la nuca; no políticos con ideologías afines —que también, y
estaban en el parlamento— o extremistas a los que llamamos terroristas aunque
no serían capaces de matar una mosca. Teníamos fascistas de verdad, no niñatos
con gomina y banderita en la solapa —que también— o gente a los que llamas
facha porque son de otro barrio o de otro bando; fascistas con poder y metralletas
bien engrasadas, amigos del dictador recién muerto que odiaban el contubernio
judeo-masónico-comunista que se estaba fraguando en su querida España. Teníamos
comunistas de verdad, de los de la hoz y el martillo, de los que lucharon y
mataron en la guerra defendiendo la república; no perroflautas aburguesados,
recién salidos de la universidad y enganchados a Twitter. Y tuvimos golpe de
estado con tanques en la calle y marchas militares en la radio. Y moción de
censura —la primera—, que no prospera pero que todo el país sigue con
nerviosismo por la tele. Y un presidente que dimite con la legislatura a medias
y otro que llega para mantener el gobierno con respiración asistida un año más.
Y teníamos todo por hacer: ganar la libertad que nadie
estaba dispuesto a regalarnos. Cambiar la España en blanco y negro en la que
aún vivíamos. Y lloriqueábamos menos. Y no veíamos fantasmas inexistentes;
nuestros miedos eran reales.
Hay fantasmas y miedos que recorren el imaginario español
desde... ¿Felipe II?. Y los fantasmas, como todos sabemos, no existen más que
en nuestra cabeza. Eso sí, nos pueden volver locos. Esos fantasmas, esos miedos
y esos locos mantienen desquiciada a esta sociedad hasta el punto de hacernos
adorar, respetar y mantener en el poder a corruptos ladrones que se cachondean,
nos roban, nos mienten y se ríen en nuestra cara.
Como diría Guerra, “esta democracia, la de hoy, no soporta
ya demasiadas cosas” —aunque dudo que hoy lo dijera—. Hay que volver a echar a
andar la democracia. Sin miedos. El mundo no se paró en los ´80 —por más que lo
intentaran algunos—. Nos sobran los motivos (que diría Sabina) para creer en el
futuro. Y hemos andado muchos caminos (que diría Machado) como para asustarnos
ahora de recodos, repechos y cruces mal señalizados.
Podemos lloriquear, alimentar nuestros fantasmas y sucumbir
a nuestros miedos. O podemos tirar pa´lante, quitarle la sonrisa a los ladrones
y confiar en un futuro que nadie nos regalará.
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Lunes, 29 de Abril del 2024
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