Opinión

Etimologías bacinescas bajo el fuego veraniego

Enrique Rodrigo Ortiz | Miércoles, 11 de Julio del 2018
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El verano siempre es una época especial para leer. Ya se sabe lo sofocante que es el calor de estos meses en los terruños manchegos, y qué mejor para refrescar la mente que una buena sombra y un libro. Uno piensa que merece más la pena consumir el poco ocio en el hojeo que en otros entretenimientos más mundanos. Todo está en los libros, y cada uno de ellos guarda sus historias, su sabiduría y sus palabras. De estas últimas quería hablar, ya que todos los libros las recogen y algunos las explican, como es el caso de los diccionarios. Y es que hace unas semanas llegó a mis manos el llamado “Diccionario Tomellosero”, escrito por un autor local que, al llegar a Tomelloso en su juventud como maestro de escuela, le llamó la atención la forma de hablar del lugar, registrando durante años miles de palabras cotidianas del habla de estos lugares de La Mancha. Una conocida e influyente peña local se percató de la importancia de la obra para la ciudad y comenzó a difundirla, publicándola a través de una conocida e influyente editorial local y dándola a conocer a través de conocidos e influyentes medios de comunicación y como no, también a conocidas e influyentes personalidades del ámbito nacional.

Todo esto está muy bien, pero he de admitir que, aun creyendo ser uno de los últimos tomelloseros en adquirir el libro, me quedé un poco decepcionado durante su lectura: Indudablemente sí que es una obra con un trabajo de campo magnífico, pero uno se esperaba más palabras realmente autóctonas. Durante su lectura busqué el origen de algunas palabras que aparecen en este libro y, para mi sorpresa, me di cuenta de que la inmensa mayoría de términos, por no decir prácticamente todos —obviando alias, personas y lugares—, no son autóctonos de Tomelloso. Si el intrépido maestro en los años que recogió la riqueza léxica de la ciudad, heredada de nuestros mayores, hubiera tenido las herramientas tecnológicas de consulta que tenemos hoy en día a nuestro alcance, seguro que se habría quedado maravillado con la etimología de muchas de las palabras que cosechó en su gran trabajo: Palabras castellanas genuinas desterradas de los diccionarios hace siglos, palabras que nuestros antepasados deformaron o cambiaron su significado, palabras provenientes de obras literarias o personalidades históricas y un gran número de préstamos de nuestras regiones vecinas.

Tomelloso no es ninguna isla lingüística aislada. La mayoría de las palabras que creemos propias no lo son para nada. De hecho, una gran parte las compartimos con el resto de pueblos manchegos y castellanos, aunque probablemente en nuestra ciudad resida la mayor riqueza léxica de la zona. Navegando por el Nuevo Tesoro Lexicográfico de la Lengua Española de la Real Academia —que comprende unos 70 diccionarios históricos en castellano— o por la Biblioteca Digital Hispánica se pueden descubrir las formas pretéritas y los significados de estas palabras que tenemos por muy nuestras. Desde estas líneas quiero explicar algunas, pero también me gustaría animar a los lectores a encontrar más significados de nuestras “palabrejas” a través de la red:

Nos referimos a alguien asobinao cuando tiene mucho sueño. Sin embargo, el término asobinado, proveniente del latín supinare y presente en los diccionarios de español desde 1770 hasta 1853, era lo que se decía de la bestia de carga que al caer metía la cabeza entre los brazos de manera que por sí no podía levantarse.

El hato es la provisión de comida de los pastores o gañanes que llevan para algunos días al lugar de cabaña al menos desde 1734 según la RAE. Es un término originalmente pastoril, ya que durante la Edad Media un hato era un rebaño de ganado.

Desensebar supuestamente es tomar un aperitivo, pero según la RAE es variar de ocupación o ejercicio para hacer más llevadero el trabajo. Abaleao (o abaleado) es supuestamente alguna cosa doblada, pero realmente es trigo o cebada limpio de paja. Ralenco (o rialenco), que algunas veces significa presumido y otras vago, es una deformación de la palabra castellana realengo. Tener azogue es tener inquietud, aunque esta palabra se utilice realmente para referirse al mercurio. Una recochura es algo así como una recocción en castellano, aunque en Tomelloso también sea sinónimo de preocupación. Por jamacuco entendemos desmayo o descomposición corporal, pero en 1739 se le decía zamacuco a una borrachera. Algo jamagoso (o hamagoso) era en lengua castellana algún alimento que tenía mal sabor desde 1604 hasta 1706 —fecha en la que desapareció de los diccionarios, pero no del habla de nuestra ciudad—. Aluciar, que significa dar lustre, ya era una palabra anticuada en el Diccionario de Autoridades de 1726 y las cotufas eran unos frutos provenientes de America parecidos a las chufas en 1780. Abocicar es una deformación de hocicar, lo mismo que amoto y arradio. Un bitanguero, aparte de una persona aficionada a no estar en casa, es una funda de esparto dotada de asas para llevar la comida recién cocinada desde la casa de campo al corte de siega en La Mancha, Andalucía y Murcia. Todas estas palabras se han utilizado o se utilizan en muchos lugares: Incluso hasta un pichulero es un buscador de pequeñas ganancias haciendo pequeños negocios en países hispanohablantes como Chile, Uruguay o Argentina en la actualidad.

Capítulo aparte merecen los adjetivos despectivos “tomelloseros”. Para referirse a alguien falto de inteligencia el léxico local es especialmente rico: Cima significa tonto en Tomelloso, pero en 1729 era el nombre del tallo del cardo. Betoldo, aparte de tonto, es una deformación del nombre de un campesino rústico llamado Bertoldo, el cual era un personaje de los relatos de Julio Cesar Croce, publicados en 1620. Su hijo, llamado Bertoldino, destacaba en la obra por su estupidez. Otra voz para definir a un estúpido podría hacer referencia a Sinaco, que vivió en época del emperador romano Tiberio y por lo que parece fue ejecutado solo por ser amigo de Cayo Asinio Galo, un político crítico con el emperador.

Si hay una palabra legendaria en La Mancha, esa podría ser bacín: Un bacín es una especie de jofaina o cuenco destinado a multitud de usos, como recipiente para agua u orinal, entre otros. La palabra, presente en la mayoría de idiomas romances, parece que procede de la raíz celta "bac", que significa cavidad. Uno de estos usos para este tipo de cuencos era el pedir limosna en las iglesias, llamándose bacina en estos casos. Antiguamente a las personas que portaban estos antiguos cepillos limosneros en las iglesias donde se congregaba todo el pueblo —generalmente mujeres por aquella época—, se les llamaba bacinas o bacineras. No sabemos si el primero que llamó bacín o bacina a una persona entrometida en asuntos ajenos se basó en el orinal que tenía debajo de la cama o en la persona que andaba pasando el cepillo por la iglesia, pero consiguió que esa palabra se hiciera especialmente popular en toda la región. Casi igual de popular es su sinónimo licinciao, que es un coloquialismo de licinciado, que aun pareciendo una deformación vulgar, era un término correcto para referirse a un licenciado en los siglos XVI y XVII.

En nuestro vocabulario también hay bastantes préstamos de otros idiomas, especialmente de la lengua valenciana. Por ejemplo, la palabra lesme que se utiliza también para definir a un tonto viene de la forma valenciana l'esme, que quiere decir “sentido común” o “juicio”. En valenciano es una palabra muy utilizada, siendo muy frecuente escuchar frases como Ha perdut l'esme (ha perdido el juicio). Sargandan viene de sargantà o sargantana, que quiere decir “lagartija” y gobanilla (o govanilla), que hace referencia a la castellana muñeca o al antebrazo, viene de la valenciana govanella, aunque en algunos lugares también le llaman gomanilla, bobanilla o bobanella. También hay algún préstamo del francés, como la locución a la virulé, del francés bas roule, que hace referencia al desorden.

De este pequeño conjunto de palabras “tomelloseras” mi favorita es la que a menudo usamos para referirnos a un abrigo por su curiosa etimología: Según el diccionario de Ayala Manrique de 1729 la palabra chambergo deriva de la casaca que vestía el mariscal flamenco Schönberg, que imitaron los soldados españoles en la Guerra de los Treinta Años (1618 - 1648). A los que iban vestidos de esa manera comenzaron a llamarlos chambergos en honor de su inventor, y tanto éxito tuvo esta palabra que se llamó "la Chamberga" a la gente que la madre del rey Carlos II de España, Doña Mariana de Austria, tenía acuartelada en Madrid.

Aunque parezca que en estas líneas quiera hacer una mala crítica a este diccionario “tomellosero” no pretendo que lo sea, sino todo lo contrario. Esta y otras publicaciones del estilo recogen la sabiduría de nuestros ancestros basada en el habla, de la que nos han llegado algunos términos que se han conservado en nuestro pueblo intactos a través de los siglos, perdiéndose otros lugares. El habla tradicional de Tomelloso no es auténtica en cuanto a su origen, ya que es una modalidad de habla castellana con algunas deformaciones vulgares (como la de cualquier otro pueblo de la zona), pero sí lo es en cuanto a su riqueza léxica. Esa podría ser perfectamente una de las razones por las que nuestra ciudad ha dado más literatos por habitante que prácticamente ningún otro lugar del país. Y es que ya me lo dice mi pareja, forastera y conocedora de términos como gobanilla desde niña. Según ella en Tomelloso hablamos mucho. Y tiene razón.

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