Opinión

Verano en La Mancha

Fermín Gassol Peco | Sábado, 14 de Julio del 2018
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Durante el verano compagino el campo y la ciudad, ideal para quien pueda hacerlo; en esta estación ambos espacios presentan sus luces con colores vivos y calientes, pura vida. Y es que el calor conserva la vida y el frio los cadáveres. En el invierno apetecen los espacios cerrados pero en verano se hace imprescindible frecuentar lugares abiertos; el aire acondicionado disminuye la temperatura del habitáculo, cierto, pero es aire en conserva, sin embargo en las calles y sobre todo en el campo el aire es de huerta, como las de la Poblachuela sin ir más lejos.

En la ciudad la vida está en la calle; en los barrios, en sus plazas, en los parques, en los chiringuitos y terrazas, en las piscinas, en las bicicletas, en el alma de la gente. En el campo la vida está en los vuelos inseguros de los pollos de perdiz, lagartijas, cigarras, en los racimos incipientes y en los maizales y huertas, todo más pequeño y delicado en un entorno sin muros que nos sean visibles.

En la ciudad  la comunicación tiene tonos blancos y el color es el calor de las personas hablando en intranscendentes tertulias o acompañando al ser querido y sus luces tienen la tonalidad del lento atardecer. En el campo los amaneceres son discretos rayos de luz asomando cautelosos como niño curioso se encarama a una pared para ver lo que le espera al otro lado en un horizonte siempre ajeno y tomar luego una arrogante verticalidad de joven musculoso desafiando el poder del día. Los colores en el campo son más rojizos en el cielo; se diría que el sol pone más corazón en lo que hace; amarillos y verdes en las tierras de la mies y cepas. En el campo los colores son más fuertes, íntimos y creativos. El atardecer en la Mancha durante los meses de verano emula el aterrizaje lento y silencioso de un vuelo sin motor en la llanura; algo así como la serenidad del ocaso de la vida.

Pero lo que da personalidad al verano son las noches pues hacen que sus días sean más largos en la ciudad y más vivos en el campo. Las noches de estío son para beberlas; las estrellas refrescan nuestros sueños o las vigilias obligadas u ociosas y la luna paciente acompaña cualquier quehacer al raso. El ruido de los grillos y motores de riego nos dicen que el campo aún vive y está despierto mientras en los pueblos la música y las ferias recuerdan que el hombre aún cree en la alegría y desea estar contento.

La vida es más fácil en verano. El estío es vida, expansión, días de descanso, simpática estación, versión festiva “de los días más largos” sin playas que invadir, pueblos que liberar, países que conquistar”, solamente pintar con la mirada los vivos colores de un mundo en paz. ¿Porque no? Todo es más fácil en verano.

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