En el último número de la revista “Vida Apícola”, la
publicación del sector más leída por los profesionales en España y América
Latina, se recoge la labor y trayectoria de un apicultor de Tomelloso. Se trata
de Víctor Manuel Ferrandis, que ha sabido recoger el legado de tres
generaciones de apicultores y adaptarse a las condiciones del siglo XXI para
este sector.
A lo largo de una extensa entrevista realizada por Jesús
Ávila, Ferandis desgrana lo que han sido sus últimos 25 años dedicados a esta
actividad que ya realizaban egipcios y griegos, tan necesaria para el
desarrollo sostenible como tan poco reconocida.
Hoy en día la sociedad busca un producto de calidad, sano y
que no esté sometido a modificaciones derivadas de los “tratamientos
industriales”. En este sentido, la miel recolectada de manera tradicional, como
lo hace la familia Ferrandis, constituye un producto referente dentro de la
ecología y cuya actividad convive respetando el Medioambiente íntegramente.
Pero por desgracia, existe un completo desconocimiento y
desprotección hacia las abejas y la apicultura en general, tanto desde el punto
de vista de las instituciones como por parte del consumidor. ¿Conocemos la
importancia de la “polinización”? ¿Por qué se está produciendo el alarmante
descenso en el número de abejas en el planeta? ¿Sabemos realmente los
“componentes adicionales” que lleva la miel que compramos en las grandes
superficies?
Estas preguntas y dudas, tienen respuesta en las diferentes ediciones de la mencionada revista Vida Apícola y de manera más directa a través de la labor que realiza Víctor Ferrandis.
Víctor Manuel Ferrándis,
nacido en Tomelloso en 1970, es la tercera generación de una familia de
apicultores. Su abuelo, Marcelino Ferrándis, que residía en una zona valenciana
muy relacionada con el mundo rural, le llamó pronto el interés por las abejas.
“Era una persona muy meticulosa y respetuosa con el medio natural; le gustaba
observar el comportamiento de las abejas; mimaba a las abejas, movía el cepillo
con sutileza e incluso les hablaba”, comenta con especial emoción Víctor, al
recordar a su abuelo.
Su hijo, Manuel Ferrándis, recogió su sabiduría; incluso llegó a estudiar y analizar de forma más científica a las abejas; además, diseñó sus propias colmenas, porque pensó que las existentes eran estrechas y las abejas podían pasar frío. Manuel se trasladó a Tomelloso en los años 60 del siglo veinte; era profesor de enología, y en esta población manchega encontró una buena oportunidad de negocio. Comenzó con unas 50 colmenas, y practicó la trashumancia; su esposa también participaba en las extracciones de miel.
Pero, a consecuencia de
un terrible accidente de tráfico, Manuel falleció mientras conducía el camión
apícola, y Víctor Manuel, su hijo, no dudó en tomar las riendas de la empresa
siendo muy joven. “Mi padre me decía: para ganarme un sueldo y vivir no hace
falta tener muchas colmenas”, recuerda con cierta emoción Víctor Manuel.
Fue en 1994, cuando
Víctor Manuel tomó la responsabilidad del negocio, al terminar el servicio
militar; en su mente, tenía bien presentes los consejos de sus antecesores, y
aprendiendo en el día a día. En aquella época no había tradición apícola en
esta zona de Castilla-La Mancha, al ser tierra esencialmente de viñedos. Al
principio también contó con la colaboración de su hermano, David, pero éste no
tardó en trasladarse a Ibiza, en cuya isla mantiene su actividad apícola.
Víctor Manuel, con su
célebre miel artesana “Ferrándis”, mientras tanto, se ha convertido en uno de
los apicultores de referencia de la región castellano-manchega; recoge miel de
romero, de mil flores y de tomillo, y en un futuro próximo también va a
trabajar la miel de retama. Tomelloso es también tierra de olivos, y a este
legendario árbol le va bien la polinización. En los meses de abril y mayo es
cuando lleva a cabo la recolección de la miel, por el clima, pero este año se
ha retrasado la floración del romero en esta zona de Castilla-La Mancha. “Al
sacarle la miel, obligamos a las abejas a que intensifiquen su actividad, para
seguir almacenando. La abeja es el mejor polinizador natural”, nos comenta
Víctor Manuel, mientras atiende un pedido de miel de una tienda de delicatessem de Madrid.
Este apicultor cuenta actualmente con 500 colmenas -cada una de sus colmenas contiene cerca de 60.000 abejas-, repartidas por diferentes lugares de la región manchega, y un centro de producción localizado en Tomelloso. Las láminas de cera les llegan de la Cooperativa de Ayora, en Valencia.
Mientras nos dirigimos
con él a uno de sus colmenares, mantenemos la siguiente conversación:
P.- ¿Qué problemas
tiene actualmente con sus colmenas?
R.- “El jabalí de esta
zona no suele destrozar colmenas; los animales conviven en plena armonía; yo he
visto en un bebedero de caza coincidir bebiendo perdices y abejas”.
P.- ¿Cómo lleva a cabo
la trashumancia?
R.- “La trashumancia
suelo hacerla siguiendo las condiciones climatológicas; las abejas se cogen de
noche, con el mayor mimo para que no sufran ninguna baja, porque al caer el sol
se recogen, y con las luces del amanecer comienza el trajín de las obreras.
Estoy observando que las reinas actuales están más castigadas y viven menos, a
consecuencia de la falta de nutrientes, de la sequía, del cambio climatológico,
el medio ambiente…”.
P.- ¿Háblenos de la
varroa?
R.- “Respecto a la
varroa, considero que es un problema grave que podría resolverse simplemente
con que el Ministerio de Agricultura, en colaboración con los diferentes
organismos regionales, comarcales y locales, al establecer en una fecha
concreta, en un período corto de días, bajaría notablemente esta pesadilla,
tanto para las abejas como para los apicultores. La varroa es como una mochila que
se instala sobre dorso de la abeja y la va debilitando. Aquel producto que era
muy efectivo contra la varroa, llamado comercialmente ‘supona’, que sigue
existiendo, aunque difícil de localizar, debería de volverse a utilizar”.
P.- ¿Y el almendro?
R.- “Respecto al
almendro, se trata de la primera floración de la primavera; a la abeja le llama
mucho la atención esta flor, al tratarse de la primera de la campaña. Esta flor
es más grande que otras, lo que representa todo un atractivo visual, además de
la necesidad de alimentarse de las abejas, atraídas por el néctar de esta flor
rosada”.
P.- ¿Cómo valora
nuestras abejas?
R.- “Los franceses
están comprando muchas abejas ibéricas, por sus condiciones naturales de
resistencia. Según ellos, nuestras abejas pueden resistir mejor el ataque de la
avispa asiática, que tanto daño está causando en Francia y gran parte del
continente”.
P.- ¿Qué problemas y
soluciones ve en la apicultura de nuestros días?
R.- “Los apicultores
hispanos tenemos muchos problemas para defender a nuestras queridas abejas y la
falta de unión entre nosotros. Considero que es esencial la creación de un
Consejo Regulador que, como sucede con el vino, el aceite o los quesos,
defendiera nuestros derechos como apicultores”.
P.- ¿Qué objetivos
tiene en mente?
R.- “A medio plano
necesito una envasadora; también estoy soñando con la creación de un museo,
inexistente en la comarca, dedicado a la cultura de la abeja, para el cual ya
tengo el espacio reservado, y que, una vez creado, me pondré en contacto con
Vida Apícola para que lo conozcáis”.
Sin darnos cuenta, tras
un recorrido entre viñedos, olivos y un manto de plantas aromáticas que se
perdía en el infinito manchego, llegamos al colmenar. Lo primero que hizo
Víctor Manuel fue dejar el coche de todo terreno aparcado a una distancia
adecuada de las abejas, para no violentarlas con ningún ruido, y, una vez
ataviados con el traje protector, nos acercamos siguiendo un sendero rodeado de
gamones (planta aromáticas muy apreciadas por las abejas, esbeltas con flor
blanca y el tallo espigado) e innumerables macizos de romero y tomillo. El aire
que respirábamos no podía ser más aromático, en todos los sentidos. Las
colmenas, un total de 150 habitáculos, estaban ya muy cerca, pero antes, a mano
izquierda, a la sombra de un viejo roble, nos llamó la atención el bebedero que
el apicultor había creado allí, para satisfacer la sed de las abejitas; el agua
no se veía, porque sobre su superficie había infinidad de arlitas (piedrecitas
porosas que permiten que se posen sobre ellas las abejas, para que no se
ahoguen mientras beben el líquido elemento, tan necesario en tierras con un sol
tan fuerte como la Mancha).
Al llegar a las
colmenas, nos llamó la atención que Víctor Manuel les hablara con el mayor
cariño. Pocas veces había visto una relación tan estrecha entre un apicultor y
sus abejas, lo cual es de ponderar. No es nada extraño que su miel, que, además
de la Cooperativa de Tomelloso, se venda en las mejores tiendas de alimentos de
gourmet y delicatessem de Madrid y Alicante. Nos despedimos de este apicultor
con un recuerdo como si lo hubiésemos conocido de toda la vida, deseándole los
mayores éxitos y que sus sueños se hagan pronto realidad.
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Viernes, 26 de Abril del 2024
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