“Si
se siembra la semilla con fe y se cuida con perseverancia, solo será cuestión
de tiempo recoger sus frutos”. Esta frase tan bonita la
dijo hace ya mucho tiempo un literato que además era matemático y teólogo, amplia
mezcla de saberes; se llamaba Thomas Carlyle, ingles para más señas, un pozo de
sabiduría en muchas cosas pero que de agricultura debía saber muy poco. Al
menos de la de ahora, cosa por otra parte lógica, pues no era adivino.
Un año más y van…en mi caso más de cincuenta, nos
encontramos en la época de siembra. Un mes donde tradicionalmente la tierra de
secano recibe las semillas que germinarán y tras largas noches de incertidumbre
nos darán al final de la primavera el pan que todos merecemos. En este inicio
del otoño, en este octubre en el que el refranero nos dice “echa pan y cubre”
los agricultores que nos resistimos todavía a “doblar la rodilla” enterramos un
año más nuestras mermadas ilusiones y cada vez más maltrecha economía.
La siembra del cereal
en España se ha convertido desde hace muchos lustros ya en un acto de fe con
bastante menos de esperanza y mucho amor a una agricultura a la que nadie nunca dio
importancia y a la que el sistema empieza a despreciar. Porque una cosa se
desprecia cuando no se estima en lo que vale y las cosas se aprecian dándoles
el valor que tienen, en este caso un valor económico acorde con los gastos y
riesgos que conlleva. El autor inglés hace de la siembra un acto de fe pero la
sustenta como buen matemático en la perseverancia, en el mantenimiento correcto
del cultivo; esta curiosa ecuación positivo-existencial nos daría según Carlyle
el resultado correcto al recoger los frutos.
Si algún agricultor lee estas líneas y aguanta su lectura
hasta este punto no es de extrañar que haya soltado ya una carcajada o un
exabrupto. Y los exabruptos en la agricultura de hoy suenan fuertes cuando se
pronuncian los precios del gasoil, de los abonos y fertilizantes, de los aperos
y de las simientes. Y este exabrupto se convierte en insulto si a continuación
se pronuncia el precio que ahora mismo siguen teniendo la cebada, el trigo,
avena o cualquier cultivo desde hace treinta años.
Porque nada es más
ofensivo para un sector productivo que mantenerlo condenado a un estado de
permanente y continua congelación en unos precios que resultan ruinosos. Hoy
mismo nos encontramos en nuestra tierra con la penosa realidad de que todos los
cultivos se encuentran sumergidos, ahogados en unos precios que no llegan a ver
ni de lejos el umbral de rentabilidad. Cualquier cultivo que ustedes quieran.
Quijotes de estas tierras, ilusos más que soñadores van
quedando ya muy pocos. Los jóvenes se alejan a toda prisa de un sector que no
ofrece futuro y sin recambio, sin relevo ya sabemos lo que pasa; pues que nuestro
campo se está muriendo ahora mismo poco a poco. Las ayudas europeas son las que
mantienen a este enfermo con una vida que es artificial. Nuestro campo está
muriendo lentamente entre la indiferencia de los que contemplan su belleza
ahora en este prometedor otoño y más tarde cuando llegue la siempre preciosa
pero incierta primavera.
{{comentario.contenido}}
"{{comentariohijo.contenido}}"
Viernes, 26 de Abril del 2024
Viernes, 26 de Abril del 2024