Con esta bella y esperanzada expresión del salmista la Iglesia
celebra por segundo año en este domingo XXXIII del tiempo ordinario la Jornada
Mundial de los Pobres. Una jornada que digámoslo ya, pone el foco en el
problema más vergonzante y grave que sigue azotando a la humanidad y que dada
su continua permanencia a lo largo de la historia pareciera insuperable. La
erradicación de la pobreza es sin lugar a dudas el “debe” más importante que
esta sociedad autosuficiente y desarrollada tiene aún pendiente de superar para
poder calificarse como digna y definirse cristianamente como una comunidad de
amor.
Porque aunque haya pasado una época donde el
hecho de vivir constituía para la inmensa mayoría de los hombres una tortuosa
experiencia, esta civilización tecnológica de inventos impresionantes sigue sin
tener aprobada aun la imprescindible asignatura troncal de la carrera en que está
sumida y que la faculta para ejercer como una verdadera comunidad solidaria y
fraterna, vocación a la que está llamada y que todas las personas de buena
voluntad desean.
La Iglesia con el papa Francisco, en
su vocación ineludible y prioritaria de
ser testigo del inmenso amor de Dios hacia los desfavorecidos, ha instaurado
esta jornada como aldabonazo a las conciencias no sólo de los cristianos sino
de todos seres humanos comprometidos con la solidaridad. Una jornada que teniendo origen eclesial pretende llegar a
todos los habitantes del planeta como singo de fraternidad. Una jornada así
mismo, que en palabras del Papa Francisco, está llamada a ser una de las
grandes Jornadas de reflexión, oración y acción que la Iglesia Católica ha de
celebrar cada año en su continuo afán por construir el Reino de Dios entre los
hombres y manifestar su amor preferencial por los pobres.
Porque mientras exista la pobreza,
el Reino de Dios estará inconcluso, la misma Creación tampoco se verá satisfecha,
extremo que hoy solo depende de nosotros pues Dios ya lo ha hecho posible
enviando a su Hijo y sigue poniendo todo de su parte a través del Espíritu que
nos ha sido dado; por eso el salmista clama y lanza “Este pobre gritó y el
Señor lo escuchó» y que S. Pablo recoge también en su Carta a los Romanos: "La
creación, en efecto, fue sometida a la vanidad, no espontáneamente, sino por
aquel que la sometió, en la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la
corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Pues
sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto.
Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu,
nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro
cuerpo." (Rom. 20,23)…gemido
anhelante del que la pobreza material y espiritual, (no siempre coincidente) de
millones de seres humanos, de hermanos, continúa siendo una de las trabas más severas.
Si el problema gravísimo de la pobreza como decía más
arriba es una constante en la historia de la humanidad y en la historia de la
Salvación, parece evidente que la causa de que exista penuria, indigencia
material tendremos de buscarla en la pobreza espiritual, aquella que nos impide
sintonizar tanto con el cuidado de la casa común, (Laudato si), con los bienes
que Dios ha puesto a disposición de todo el género humano, no sólo de unos
cuantos, como con las situaciones de precariedad, marginación e injusticia que
sufren millones de personas.
Hoy, a pesar de existir avances en la
concienciación ciudadana de que la pobreza puede y debe ser erradicada, que no
siempre fue una preocupación social, continúan existiendo desgraciadamente enormes
y oscuros intereses económicos, comerciales, armamentísticos, dudoso control político
de las ayudas en los países que deben ser beneficiarios, causas todas que
impiden dedicar y aplicar partidas suficientes y efectivas para erradicar la
pobreza.
Esta tragedia humana no será superada mientras cada uno
de nosotros no la interioricemos y la hagamos cuestión propia, mientras no
consideremos al empobrecido como un ser que habita y es miembro de nuestra
propia casa y familia común. La Creación, el Reino de Dios espera que así sea.
Los pobres gritan, escuchémoslos nosotros también con el corazón. Los pobres también
esperan que así sea.
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Viernes, 26 de Abril del 2024
Viernes, 26 de Abril del 2024