Tras dieciséis años en Tomelloso, la labor pastoral de
Matías Rubio lo va a llevar en septiembre a Bolaños de Calatrava. Don Matías,
el párroco de La Asunción vino a Tomelloso “jovencito, con 47 años y me voy
como un hombre maduro”.
Hablamos con el sacerdote, que llegó el 12 de octubre de
2003, de estos más de tres lustros en nuestra ciudad, en la que asegura haber
vivido los mejores años de su vida, de la parroquia y de Tomelloso. Matías Rubio
siempre estará unido a La Asunción y a nuestra ciudad.
—En septiembre deja la
parroquia de La Asunción y se va a Bolaños.
—Es un proceso normal de cambio y también de ir creciendo.
La gran tentación cuando llevas mucho tiempo en un sitio es irte acomodando. Y
también, hay que querer mucho a la parroquia para renunciar a ella.
—Eso parece una
paradoja, querer mucho para renunciar…
—Cuando llegas a un pueblo tienes muchas ideas de lo que
quieres hacer, en cierta forma, en Tomelloso se ha ido trabajando en ese
sentido. La parroquia no la forman los curas, la componen más de doscientas
personas que están en torno a ella. Cuando te da la impresión, que tal vez no
sea cierta, de que se va bajando el ritmo, es necesario alguien más joven, con
otra vitalidad y otra energía. Posiblemente la que yo tenía cuando vine. Lo más
fácil es no moverte, pero como quiero lo mejor para la parroquia, tras darle
algunas vueltas he tomado la decisión de marcharme.
Voy a llegar a un pueblo que me despierta todas las ganas e
ilusiones. Pero no va a ser lo mismo, en Tomelloso dejo los mejores años de mi
vida.
—¿Cómo se lleva la
provisionalidad del destino pastoral?
—No se trata de provisionalidad, si hubiera pensado que
venía provisionalmente a Tomelloso no habría
hecho todas las obras que he hecho. Si
creyera eso no habría acometido el arreglo de la fachada de la iglesia nada más
llegar, ni el Centro Parroquial…
A lo largo de estos días me estoy despidiendo, hacerlo de
los niños de catequesis es durillo pero ¿y de las abuelas con las que llevamos
viéndonos dieciséis años? ¿O los enfermos? Asumes que llegará un día en que te
tendrás que ir, pero no lo tomas como algo provisional. De otra forma dirías “voy
a estar aquí los años que me toque y que luego venga otro y haga lo que tenga
que hacer”.
—Va a dejar una gran
obra, el Centro Parroquial de La Asunción es de los mejores de la Diócesis.
—Teníamos un buen espacio, con la posibilidad de hacer un
patio y sitio suficiente para la catequesis. Se trata de que quien venga a
catequesis tenga un buen lugar o que los jóvenes tengan su sitio donde estar. Cuando
llegué me encontré con jóvenes de 15 o 16 años que ahora son hombres y mujeres
comprometidos en la lucha por la vida. También he conseguido que no se derribe esta
casa (la del antiguo colegio de La Milagrosa en la calle Independencia). Estoy
seguro de que la vida me ha regalado mucho más de lo que yo pienso que puedo
merecer.
—¿Cómo está viviendo
este periodo de despedidas?
—Está siendo duro despedirme, incluso de alguna gente que
nos conocemos de todo este tiempo y no precisamente de la parroquia. La
espiritualidad de la gente te sorprende.
—Tomelloso tiene fama
de ser un lugar poco religioso, ¿eso es así?
—No, Tomelloso es un pueblo muy espiritual. Poco practicante
en algunas circunstancias, lo que hace que parezca poco religioso y muy
mariano, muy vinculado a la Virgen de las Viñas. En Tomelloso no termina de
cuajar la manifestación religiosa en Semana Santa pero que hay un gran trabajo
hecho en ese sentido.
Lo que los tomelloseros no se terminan de creer es que
Tomelloso es un gran pueblo. Siempre me he peleado cuando dicen que es un pueblo
joven; al contrario, tiene mucha historia. También creo que los que se quedan
en Tomelloso piensan que son menos que los que se van fuera. Para determinados
actos se cuenta con los que están fuera y no se valora a quienes están aquí y
hacen su trabajo preocupándose por sacarlo adelante. Aquí te encuentras con un pintor
impresionante, un magnífico poeta o un escritor de aúpa; hay gente que lucha
por las empresas de aquí, haciendo crecer la ciudad. Tiene que llegar el
momento en el que la gente se crea Tomelloso, lo que nos viene de fuera no necesariamente
mejora lo que tenemos en Tomelloso.
—Usted tiene una
relación muy especial con Tomelloso. Es de Argamasilla de Alba y las dos
localidades están muy unidas.
—Uno de mis bisabuelos era de Tomelloso, aquí he ido
encontrando familiares. Argamasilla y Tomelloso son dos hermanos, los dos pueblos
nacen en la misma época y crecen juntos. La diferencia es que Argamasilla tuvo
más fácil el crecimiento con la Orden de San Juan y Tomelloso la tuvo más
difícil contra la de Santiago. Esa dificultad hizo que Tomelloso creciese más a
principios del siglo XX. En esta zona de La Mancha, y no es tópico, somos muy
quijotes.
—¿Cómo han sido sus dieciséis
años en Tomelloso?
—Han sido gozosos. Tomelloso es una ciudad acogedora y toda
la gente manifiesta un cariño tremendo. No solo ahora porque me esté despidiendo
sino que he sentido ese cariño en muchos momentos.
—¿El Tomelloso que
deja es muy distinto al que existía cuando llegó?
—Claro. Lo primero que viví aquí fue aquella gran
manifestación por Tomelloso, por el tren y hospital donde todo se paralizó y
todos estuvimos en la calle. Otro momento muy especial para mí fue la venida de
la imagen de la Virgen de las Viñas tras la restauración, con aquella gran
manifestación de fe. Fue uno de los grandes momentos a nivel religioso. He sido
testigo de la primera mujer alcaldesa de la historia de Tomelloso, creo que ha
sido un hecho muy importante.
Ha habido momentos muy importantes, como el gran cambio que
se ha producido porque muchas mujeres de la parroquia han hecho su trabajo
desde Cáritas, los albergues o las luchas de cada momento. Me ha tocado vivir
una etapa dorada.
—Y, lógicamente, la
parroquia también ha vivido cambios importantes…
—Heredo un trabajo hecho por los que me precedieron y yo voy
abriendo pasos. Destaco, entre otros la labor de Haciendo Surco o de Cáritas.
He potenciado implicar a las madres en
que eduquen a sus hijos cristianamente. Tenemos un buen plantel de madres
catequistas, una circunstancia que también ha ayudado a rejuvenecer la
parroquia.
Insisto, la parroquia de La Asunción es posible gracias a
doscientas personas que están implicadas en ella.
—Una pregunta muy
injusta, ¿con qué se queda de estos dieciséis años?
—Con mis niños de
catequesis. Han sido los que me han hecho gozar y disfrutar. He disfrutado
enormemente en la misa de once con los chicos. Y los campamentos
interparroquiales que empezamos Antonio López y yo con veintiséis chicos y
hemos terminado con dos turnos a los que asiste mucha gente. Habría muchas más,
pero mi historia con los niños es la más grande.
—¿Qué se deja sin hacer?
—Muchas cosas. Arreglar la Puerta del Sol y cambiar toda la iluminación de la iglesia.
Y me voy con el empeño de no haber llegado más a los jóvenes.
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Jueves, 25 de Abril del 2024
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