Apenas se ha apagado el bullicio de las pasadas ferias y fiestas y en La Voz de Tomelloso retomamos nuestras visitas a las cuevas. Como contábamos en un artículo anterior ya hemos superado el medio centenar de visitas a estas singulares construcciones que contienen tanta historia, solera y tradición. Nuestros lectores agradecen que hayamos dedicado una sección a las cuevas de la ciudad, por ser un valioso patrimonio de la cultura tomellosera más autentica, los vestigios de una cultura vitivinícola que fue y sigue siendo esencial en el desarrollo de la ciudad
Nuestra reaparición ha sido de lo más agradable. Hemos visitado la cueva de José Gil en la calle Lepanto, que antes fue de su padre Alfonso Gil tal y como desvelan unas iniciales pintadas con letras verdes sobre fondo blanco en un bonito arco de entrada. La familia propietaria reside ahora en Madrid, pero siempre que pueden regresan a Tomelloso. José Gil y su familia han estado buena parte del verano en la ciudad y no hemos desaprovechado para visitar su cueva que nos ha gustado mucho por su autenticidad. La construcción, construida en los años treinta, permanece inalterable tal y como la vieron Alfonso y José en su larga trayectoria como vinateros
No hemos descendido por la escalera y ya vemos dos elementos que nos llama la atención; una baranda de forja pintada en verde y una prensa de grandes dimensiones que su propietario quiere que acabe en el futuro Museo del Vino de la Ciudad. La escalera es larga, con peldaños de distinta medida que obligan a bajar con cuidado. En el trayecto aparece una antigua fresquera y un pasadizo por el que se accede al empotrado. La cueva contiene diez tinajas de cemento con una capacidad de entre 450 y 500 arrobas. Para imitar a las antiguas tinajas de cemento les han aplicado una pintura de sanguina que produce un bonito efecto. Entre las tinajas aparecen unos rabos estriados y unas ménsulas que acrecientan la belleza de la cueva.
Nos fijamos en dos pozos que también servían para envasar vino, si bien el propietario aclara que el vino se criaba mucho mejor en las tinajas que en los pozos, donde había un exceso de humedad. Alfonso, el primer propietario, planteó una ampliación de la cueva, “darle algo más de caña” solía decirse, pero la obra no resultaba fácil y finalmente no se llevó a cabo. El techo en la tosca y está horadado por una lumbrera con desgarre trapezoidal por donde entra el luminoso sol de septiembre.
José Gil elaboró vino en esta cueva hasta el año 1986. Desde que esta fuera de uso, el propietario asegura que no ha tenido mucho mantenimiento, pero en líneas generales, la cueva presenta un buen aspecto. Antes de despedirnos hay tiempo para recordar algunos pasajes del oficio de vinatero, de la extracción del vino con aquellas bombas, “que a veces movían dos hombres, o uno , según el tipo de bomba, pero en cualquier caso se trabajaba mucho”. La vuelta a Madrid se aproxima y José Gil disfruta los últimos días de estancia estival en Tomelloso. Nosotros también hemos disfrutado con su agradable compañía y hospitalidad.
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