Opinión

El fantasma (10)

Joaquín Patón Pardina | Sábado, 14 de Diciembre del 2019
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No le llegaba una respiración a otra  a la Francisca (la sobrina de Joselillo que se había encargado de  los funerales, puesto que era el único familiar cercano) iba con la pelerina puesta, pero por la prisa que traía, ya sudaba cuando llegó a la plaza. Subiendo la escalera del ayuntamiento tuvo que pararse unos instantes, para recobrar el resuello; había decidido la noche anterior, que en cuanto amaneciera se presentaba ante el juez y le enseñaba la carta, que había descubierto en el taquillón de entrada a la casa.  Se le había hecho una eternidad esperar hasta las nueve, que llegaba don Manuel.

Esperó de pié a la puerta de la oficina con el letrero «Juzgado de paz» y en cuanto llegó la autoridad, le espetó, sin dar los buenos, días una retahíla de palabras y frases sueltas que nadie llegó a comprender.

-Un momento, por favor, un momento, -le insistía don Manuel, como la mujer no reaccionaba y seguía con la perorata, hubo de dar un grito-; ¡Ya! ¡Francisca, cállate ya y tranquilízate! Con los nervios que tienes no me entero de lo que quieres decir.

A duras penas se silenció la fémina mientras gesticulaba con cara y brazos. Era como si le hubiera dado a la coca un par de caballones. Don Manuel abrió la puerta de su despacho con toda la parsimonia  de costumbre, abrió las contraventanas del balcón, se quitó el abrigo y la bufanda, se sentó en la mesa e iba a decir: «pase por favor», cuando observó que la Francisca ya había pasado y se apoyaba en la mesa tapizada de documentaciones, libros y revistas.

-A ver dígame el motivo de su agitada visita a este lugar, -invitó el juez a la vecina.

-Pues mire Usted lo que he encontrado en casa de mi tío. Estos días atrás hemos estado limpiando y poniendo orden en la pocas pertenencias que poseía el difunto, se callaba que la mayor inquietud que tenían ella y el marido era la herencia, soñaban con que el tío debería tener algunos cuartejos guardados, sabe dios dónde y era necesario encontrarlos cuanto antes.

Mientras tanto le entrega un sobre que había sacado del machaquito, con el que trasportaba la compra. Era un sobre color caña, así se denominaban, abierto aunque antes no estuvo pegado nunca. En pocas palabras de enjundia y con muchas de rodeo  detalló dónde lo había encontrado, que no tuvo que abrirlo con la navaja porque solo estaba la solapa introducida, que  había leído las pocas líneas escritas, que alguien lo había dejado allí anunciando la muerte de su “queridísimo tío”,  antes no era ni querido, sólo soportado.

Don Manuel  se colocó las gafas de ver de cerca, abrió el sobre que le entregaba la enlutada señora, y sacó una cuartilla manuscrita donde decía: «Joselillo ta yegao la hora. Has denunciao a mucha gente por las cosas que no hizo en la guerra y tu tas inventao. Personas inocentes han penao lo que nadie sabe por tu culpa. Ahora las vas a pagar toas juntas» Había un a modo de firma con el correspondiente gurrapato de rúbrica, donde se leía en mayúsculas «EL FANTASMA».

Dos veces tuvo que leer el texto para poder enterarse bien a causa de las faltas de ortografía y signos de puntuación.

– ¿El fantasma? ¿Qué fantasma? ¿A quién se refiere con este epíteto? ¿Habrá que tomar en serio esta nota o será simplemente una acción de mal gusto de alguien desquiciado?

La Francisca no sabía nada más que lo que ya había dicho. La despidió agradeciéndole y alabando su comportamiento de colaboración con la justicia, al tiempo que recomendaba, que no diera demasiados datos de lo que contenía la misiva, hasta que la hubieran estudiado; podría ser de gran ayuda para el esclarecimiento de los hechos, le había dicho a Francisca.

A los cinco minutos de la llamada al cuartel, estaba Bornes entrando en el despacho del juez y saludando al modo militar.

-Siéntese un momento que tengo noticias importantes que darle –añadió el juez después de saludarlo-.  Entregó la carta al cabo haciendo un breve resumen de la visita de la familiar de Joselillo y añadiéndole que todavía no había hablado con don Fructuoso, porque confiaba más en uno del pueblo que en un forastero.

-O sea, que El Fantasma avisa de un ajuste de cuentas a la primera víctima, pero eso no nos asegura que haya sido él el ejecutor, sin embargo es una buena pista. Podemos inferir que mal sabe escribir, se detecta por la gran cantidad de faltas de ortografía y puntuación o también puede haberlas cometido aposta, para disimular, y que creamos que es un iletrado, cuando podría ser docto en alguna materia. Tendremos que esperar y descubrir más datos, para concluir algo en firme. Desearía estar presente cuando comunique la noticia al policía secreta, añadió Bornes.

-No hay problema alguno, telefoneo a la fonda y que venga de inmediato –comento el juez.

-Enseguida llego, estoy con el último sorbo de café, se oyó decir a través del auricular.

Como su residencia actual distaba poco recorrido del ayuntamiento, no habían  terminado de encender sus correspondientes cigarros, cuando sonaron unos nudillos llamando a la puerta; la respuesta inmediata:

-¡Pase!

-Buenos días a los dos señores. ¿Para qué soy llamado a esta hora tan temprana?

Don Manuel volvió a repetir la información y la mostración del sobre, como unos minutos antes había hecho con el de la Benemérita; mientras éste observaba con todo detenimiento y descaro las facciones, reacciones, y contracciones del “secreta”. No perdió el más  mínimo detalle y todos los fue apuntando en su memoria certera. Había algo raro en el comportamiento del colega mientras iba recibiendo la información del último descubrimiento, pero no sabría explicar, para su fino instinto policial era como si ya conociera la existencia del sobre y su contenido, pero… solo era un pálpito.

 

Continuará

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