-Pero
sigue con tu narración, Simón, me está encantando. ¿Qué hicisteis?
-Lo primero fue quedarnos embobados
mirando la escena, nuestros ojos iban de uno a otro; del hombre al aniño, del
niño a la mujer, de la mujer al hombre. Estába como en un sueño, era
completamente feliz. Cuando me di cuenta estaba de rodillas, emocionado y sin
poder emitir palabra alguna. Miré a mi lado y Neftalí también arrodillado con
los ojos de par en par, con la mano tapaba su boca abierta en demasía. Cuando nos repusimos, habiéndonos
empapado bien de todo lo que ocurría, les ofrecimos nuestra ayuda, no les preguntamos si necesitaban algo concreto,
porque no tenían nada.
-Y los dejasteis allí…
-No, que va. Me fui corriendo a casa
que está muy cerca de donde teníamos el ganado. Por el camino Neftalí fue a
avisar al resto de compañeros. Llegué a
casa sin apenas resuello y en pocas palabras dije a Judit, mi mujer, lo que
había visto, que se diera prisa para llevarles lo más urgente, porque no
podríamos dejarlos abandonados.
-Simón, tranquilo, respondió mi mujer.
No vamos a llevar nada a esa gente.
-¿Cómo que no vamos a auxiliar a esa
familia? Si tienen un niño recién nacido, si la mujer está descansando sobre un
montón de paja, que ha amontando el marido. ¿Cómo no vamos a hacer nada? ¿Y si
fuéramos nosotros los que estuviéramos en su lugar? Vamos a hacer algo y rápido
porque esa familia no debe quedar abandonada.
-Eres muy impetuoso, cariño. Claro que
vamos a ayudarlos. Aguarda y te cuento,
mientras vamos al establo enseguida.
-Hicimos lo que había pensado Judit.
Cuando regresamos al establo, lo primero que hizo mi mujer, fue acercarse a la
señora recién parida, estuvo hablando unos instantes con ella, pidió al marido ver al recién nacido y
saltaron dos lágrimas de sus ojos. ¡Qué preciosidad! –exclamó estampando un
beso en su manita.
-Os vamos a llevar a nuestra casa, allí
podremos cuidaros como os merecéis. No tenemos muchas comodidades, pero
compartiremos lo que haya. ¿Os parece bien?
-Claro que sí, -respondió el hombre-,
estuvimos ayer todo el día buscando dónde alojarnos y no encontramos sitio en
ninguna posada. Por nosotros encantados, ¿verdad María? -María asintió con la
cabeza. -Mi esposa dijo, que la señora
no debería andar, porque todavía estaba muy débil. No podría montar en ningún
burro. Carro no teníamos. ¿Qué hacer?
-La llevamos a la ‘silleta de la reina’
–dijo totalmente decidida-. Y explicó: Es un modo muy cómodo, para transportar
a las personas. Consiste en que dos hombres, de los más fuertes, en este caso
serían Aser y Neftalí, entrecruzan sus
manos agarrando las muñecas del compañero, así se forma una plataforma, donde
se sienta la persona a transportar, ella se coge del cuello de cada uno, para
mantenerse erguida y tan a gusto.
-Así lo hicimos, y los trajimos a casa a los tres. No tenemos
demasiadas comodidades, también somos muy pobres. Por unos días María dormiría
en nuestra cama. Una vecina nos prestó la cuna, diciendo que no le haría falta,
en realidad sí le hacía, pero se apiadó también de aquella familia. Pan no nos
va a faltar por eso vivimos en Belén, Cálamus, que en hebreo se escribe
Bet-lehen, y significa, “la casa del pan”; leche, queso y carne los tenemos de
cosecha en mi familia. Así que estamos encantados.
-Me he perdido con los nombres, me has
dicho que la madre se llama María, pero no estoy seguro de que me hayas
informado de cómo le decíais al padre y al niño.
-Pues mira el hombre se llama José; al
niño le iban a poner por nombre Jesús. La madre es guapísima como ella sola y
tiene una gracia especial cuando habla o te mira; sus ojos te comprenden antes
de que hables; tiene una sonrisa como si la alegría bailar en su cara; no te vas de su presencia
sin un beso o una caricia de su mano, ¡qué ternura derrocha! Es una mujer
especial. No me extra, que José esté tan enamorado y sea tan feliz con ella.
-Y el marido ¿cómo es?
-José es otro portento de persona,
tiene un cuerpo fuerte como un roble, manos duras como el hierro, pero no sé
qué hace que cuando abraza se le convierten en tiernas y cariñosas como si
fueran las de un niño. Acaricia al bebé con la sensibilidad de una madre.
Trabaja de ‘oficios varios’, como decimos nosotros, es carpintero
principalmente, pero también sabe de albañilería y de tareas del campo; es un
hombre muy completo en cuanto a lo profesional.
-¿Sabes si son religiosos, van a la
sinagoga, rezan?
-Sí, rezan todos los días, pero ya te
comenté antes, que lo hacen de modo distinto a los grupos religiosos de nuestra
nación. Escucha, Cálamus, cuando van a
rezar se juntan los tres, al niño lo tienen en brazos María o José y las
oraciones, yo creo que, las inventan o se las dicta algún ángel. Otra, que se
me quedó el otro día, dice: «Padre
bendito, santificado sea tu nombre ahora y siempre, te damos gracias por la
vida, por el amor que nos transmites, porque haces cosas grandes con nosotros
en la sencillez de nuestras personas. Bendice, Padre santo, a esta familia que
nos ha acogido, bendice a los esposos, a los hijos y multiplica el fruto de sus
trabajos. Que no nos falte el pan diario. Líbranos de hacer el mal y que seamos
capaces de ser felices y amar a todos los que nos rodean»
-Qué oración más preciosa. Abusando de
tu paciencia, Simón: ¿Me podrías responder a otra pregunta? Hay una duda
que me quema, si son tan extraordinarias
personas y José están buen profesional no viven en la abundancia, sólo tiene un
borriquillo y eso en estos tiempos es mucho, deberían ser gentes con más posibles.
-Pues esa es la cosa, que José en sus
trabajos solo cobra lo que estrictamente necesitan, para comer o vestir los
tres. Si tiene que trabajar a alguna persona más pobre, lo hace de balde. Claro
así no se van a hacer ricos.
-Mira, Simón, a todos nos gusta el
dinero, -le contrapuse-, en ningún país de los que he recorrido, y son muchos,
he conocido a nadie que haga ascos a los
denarios, dragmas o monedas romanas. Todo lo contrario la gente se desloma y
desvive con tal de tener la bolsa algo más pesada cada día.
-Cálamus, me respondió Simón, los trabajos que hace José
no tienen presupuesto, intercambia con quien lo contrata lo suficiente, para
cubrir la necesidad, que tenga su familia, y si en ese momento no necesitan
nada, nada cobra, a no ser que haya algún necesitado cerca y entonces sí,
regala al pobre, lo que en ese momento haya recibido de compensación . No debes
irte de aquí sin conocerlos, te aseguro que te sorprenderán, vas a quedarte
prendado de ellos. Tienen una gracia especial.
-¿Han regresado ya a su pueblo de
procedencia? Con lo que me has contado, no me voy de vuestro pueblo sin
conocerlos y charlar con ellos, si me lo permiten.
-Todavía no; siguen en mi casa. Judit,
mi mujer, ha dicho que de aquí no se van hasta que solucionen lo del
empadronamiento y se reponga María lo suficiente, para aguantar las caminatas
que les esperan. Por mi parte les construiría una vivienda al lado de nuestra
casa, el patio del ganado es muy grande y con un trocito, el mañoso de José,
con nuestra ayuda, construiría una morada bien cómoda, sin embargo ante nuestra
oferta, tanto María como José, nos han respondido agradeciendo mucho nuestra
generosidad, pero dicen, que deben seguir su camino… El día que se marchen los echaremos mucho de
menos; mi mujer, dice que aunque se vayan, su recuerdo y la huella que nos
dejan durarán por siempre.
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Viernes, 22 de Diciembre del 2023
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Jueves, 18 de Abril del 2024
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