¡Increíble! Ya han pasado
cinco años y esta aflicción se incrementa cuando finaliza uno dando comienzo al
otro.
No puedo no recordar que éramos tantos en las reuniones familiares,
especialmente desde el 24 de diciembre al 1° de enero. Era un ritual: reír,
cantar y bailar, no sin antes contar alguna anécdota repetida y llenar nuestras
barrigas.
Hoy me encuentro abrumado, irritado, confundido, sentado a la mesa,
observando su inmensidad que me lleva a sentirme diminuto.
Me encantaría afirmar que las ausencias se deben a que algunos han
viajado, si bien no éramos demasiados, cada persona que dentro de una hora no
estará aquí valía más que el solo hecho de ocupar un asiento.
¿Algo para brindar?
Salud y que permaneciéramos todos juntos, que se cumplieran nuestros
proyectos y todas aquellas frases surrealistas e ilógicas, mirándolo desde
lejos hoy carecen de sentido.
Me pregunto qué pensaba cada vez que levantaba la copa, o admiraba el gran banquete y los preparativos y gastos en luces, árbol, decoración y regalos SI O SI para todos, hasta para aquellos que no veíamos en años o habíamos discutido por algún desacuerdo estúpido.
No negare que como joven planeaba pasar la noche con la familia y luego
salir lo más pronto posible con mis amigos y cuanto más durara la velada y la
bebida parecería que más felices seriamos. ¡Jaj! Qué tontería.
Esta noche que en pocos iluminara su cielo me pregunto qué
festejábamos, puedo ver lo que mis ojos internos pasaban por alto, luego lo
egoísta e indiferente ante algún conocido que no tendría con quien estar esta
noche.
Todo el año la humanidad en general no titubea en demostrar su
decadencia, pobreza, muerte y tragedias.
Pero, así como a mí no me interesaba cuando iba de jarana cruzar a
niños en la calle durmiendo y con frio o que cada vez que decíamos “¡Salud!”
que por cierto al brindar sugerimos inconscientemente poder salvarlos de alguna
enfermedad o lo que fuere como si de divinidades nos tratáramos.
Pasaría el tiempo y algún miembro de los que ese día lo decía con la
copa en alto y una sonrisa gigante con el tintineo del cristal enfermaría en el
transcurso y dejaría vacío su lugar en esta mesa. Porque queridos amigos, con
fiesta, alcohol, y deseos superficiales no evitábamos catástrofes futuras,
padecimientos terminales ni accidentes y mucho menos esa afección que destruye
nuestra psiquis sin compasión, “DEPRESION” Este fue el diagnostico de mi madre…
No había períodos en que ella no lamentara la pérdida
inusitada de Ariel, su primogénito, ¡arrebatarle la vida por un celular!
Tantos intentos de suicidio de Elena (Madre) y aunque a todos nos
estrujaba el corazón la desaparición física de Ariel, era evidente que no
podíamos siquiera asemejarnos a comprender el dolor constante por el que ella
transitaba. Así se fue consumiendo por fuera, donde rara vez asomaba en su cara
una mueca de sonrisa; meses siguientes mi padre enfermo y a fin de año celebrar
en un hospital no era lo óptimo, por ello nosotros en casa, sin pensar
nuevamente al elevar nuestra suerte gritando “¡Salud!” que Pedro (Padre) estaba
perdiendo la batalla.
Mi madre se mantuvo fuerte, al menos así parecía, pero aquella tarde en
que mi hermana y yo no podíamos despertarla, demostró lo contrario; el
dormitorio repleto de blísteres vacíos de pastillas “recetadas” y cuando ella
nunca despertó nos echábamos culpa a y la vez nos enojábamos con ella, pues
jamás empatizamos realmente con su gran sufrimiento.
Tiempo después la discordia se debía a si vendíamos la casa o no, yo me
conformaba con un lugar más chico; es detestable como un bien material puede
trastornar a la gente y alejarla como si fueran desconocidos.
Pero aquí estoy, sentado en la silla de papá, conmemorando el pasado y
buscando respuestas, solo, como tantos que aun rodeados de humanos,
sentimientos y deseos de buena dicha ya no les concierne ir de juerga, “eres joven”
o “ya lo superaras” es la misma cantaleta cuando quiero profundizar en un
dialogo y me encuentro hablando solo con alguien más.
¿Superar? ¿Que saben de
superación? No es olvidar y ya, sino reconocer los hechos y convivir con ellos.
Por eso estoy aquí escribiendo estas palabras, sin dudar que solo es una fiesta
comercial y trivial.
Sé, que, así como yo no puedo arreglar el mundo, con pequeñas cosas
puedo mejorar el de mis pares, pero no me abandona la culpa de haber
desperdiciado caricias y abrazos de mis seres queridos por instantes que ya
olvidé.
Sigo mi vida, tengo trabajo, hogar, alimento y abrigo, pero…
¡Ups! Ya suenan las campanas: son las 00:00hs. Podría decir que estoy
inmerso en un nuevo ciclo, de 365 días.
Tengo frente a mí, una
gran copa brillante. Está vacía, pues ya no brindo.
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Viernes, 22 de Diciembre del 2023
Viernes, 22 de Diciembre del 2023
Viernes, 22 de Diciembre del 2023