Opinión

Relatividad y escepticismo

Fermín Gassol Peco | Sábado, 25 de Enero del 2020
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Siempre me han causado extraordinaria admiración a la vez que bastante  perplejidad, aquellas personas que están tan seguras de sí mismas que nunca dudan para nada de lo que piensan, dicen o hacen. Hombres y mujeres que lideran situaciones y colectivos del orden que sea con mano firme e inteligencia agresiva, positiva, práctica y vital, trasmitiendo seguridad y confianza en lo que dicen y hacen. 

Sin embargo y de manera paradójica a estas mismas personas les suele suceder con frecuencia que esa falta de dudas sobre sí mismos las hacen presentes a la hora de considerar las iniciadas por los demás. Mujeres y hombres que no dudan sobre nada de lo que elaboran pero que lo hacen metódicamente cual recalcitrantes cartesianos sobre lo que otros piensan. 

Igualmente cartesianos, más genuinos aún, son quienes dudan de ellos mismos; seres eternamente dubitativos que “rumian y rumian” pero nunca deciden nada por miedo a equivocarse. Curiosamente estos últimos son quienes confían con mayor facilidad en las iniciativas de los demás. 

Pues bien, ninguno de estos dos tipos de personas me convence. Los primeros porque suelen ser unos prepotentes dictadores y los segundos porque se convierten en perezosos existenciales siendo estos últimos los que, según creo, más abundan hoy. 

¿En qué me baso para decir esto? En la creencia de que vivimos en una sociedad donde las relatividades son como su quinta esencia. Hoy cuando tantos pareceres se mezclan a diario en un mundo donde todos tenemos opinión, en el que la verdad parece residir en el consenso de lo que opina la mayoría aunque sea lega en la materia, toda esa verdad parece ser cuestión académicamente relativa. 

Esta corriente tan extendida, este concepto tan arraigado de relatividad puede responder a dos causas: La primera, al desconocimiento más absoluto sobre una determinada cuestión. Hoy por ejemplo se opina de lo divino y de lo humano con un desconocimiento que asusta y claro es que este desconocimiento más o menos voluntario suele llevar a la visión escéptica sobre una materia. La segunda es la que hace referencia al arte de saber dar con la justa medida en la graduación de las cosas, del pensamiento, de los hechos y que a veces se convierte en un mero juego de búsquedas sin pretensión de encontrar algo concreto y útil. El relativismo se vuelve indeterminación por el excesivo análisis de las “posibilidades que pueden ser posibles” valga la redundancia. El escepticismo desemboca a la larga en un peligroso estado de necedad pues supone falta de interés por toda realidad.

 En el relativismo y escepticismo siempre aparecen las dudas pero existen entre las dos una profunda diferencia; Relativizar es analizar, medir y creer con más garantías en una determinada realidad a veces difícil de encontrar, el escepticismo es descrédito y puede que hasta desprecio hacia el conocimiento de esa misma realidad que no sea la de uno mismo. O sea, una vertiente del primero pero con actitud pasiva. 

Entonces la pregunta surge, ¿puede ser que a la larga el relativismo desemboque en el escepticismo?

El relativismo y escepticismo son conceptos similares en principio y para nada iguales en cuanto a su pretensión, contenido y dinámica. En ambos conceptos existe la duda como método de análisis pero con resultados diferentes. La relatividad como duda apriorística en el análisis para el conocimiento de la verdad y el escepticismo como incapacidad para conocer objetivamente. 

¿Puede sin embargo el relativismo, el constante análisis de las cosas, la duda como método, como apriorismo llevar al hombre a un escepticismo real? La posibilidad existe aunque no la certeza. La diferencia entre un relativista y un escéptico está en la pre-postura que ambos adoptan ante los objetos o realidades a analizar. El relativista duda con la intención de conocer mejor, el escéptico duda sin la menor intención de conocer.

 El relativista analiza realidades con sentido inicial “en sí mismas” aunque carentes de valor completo “por sí mismas”. Una realidad es completamente entendible en función de otras de igual sentido que la limitan, ponderan e identifican. Para el escéptico ninguna realidad tiene sentido porque no tiene significado en sí misma y al no estar definida de contenido el hombre no puede captarla como tal ni a solas ni en relación con otras. Lo que el hombre ve es apariencia.  Es lo que piensa Michel de  Montaigne; no hay que creer en nada y desconfiar de todo. Sin embargo Jean-Baptiste Poquelin, “Moliere” hereda su consejo de un ancestral proverbio latino; “para conocer la verdad se ha de dudar al menos una vez de todo”. Es decir para conocer es preciso dudar de todo lo que te ofrecen, así serás tú quien indague sobre la verdad de lo ofrecido penetrando en ella. 

Para el relativista la realidad existe aunque acotada y variable según a lo que se relacione. Para llegar a satisfacer la duda el que duda, valga la redundancia ha de utilizar información externa. Supone una capacidad de relación muy fuerte porque se han de establecer comparaciones constantes y para nada definitivas. Para el escéptico todo es un continuo sinsentido y es el sujeto quien de manera caprichosa ve ese continuo sinsentido de una manera u otra. Para el relativista las cosas son las que varían según se relacionen, para el escéptico las cosas no son en sí nada, únicamente como las quiera ver el que las mira en cada momento. 

La posibilidad de que un relativista acabe siendo un escéptico está en su capacidad para relacionar. A base de poner en entredicho la entidad de las cosas en sí mismas puede acabar desnortado y engullido por ese mar de dudas y acabar confiando solamente en su parecer. Dudar permanentemente de cualquier cosa supone vivir sin estar convencido de que existen verdades en sí mismas y ese constante oleaje de ideas hace que pueda perder la noción de donde está y hacia dónde se dirige. Para Descartes que hizo de la duda un método, cuando se refiere a ella dice que “es más cruel que la peor de las verdades”. Y es que el hombre necesita saber a dónde va aunque lo que le espere no sea de su agrado….que “nunca es triste Sabina la verdad”.

Al final tanto el relativista como el escéptico tiene en sus métodos de análisis y en las conclusiones obtenidas la explicación de su verdad.  Porque la verdad no es sino aquello que nos convence por encima de todo.


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