Hoy es
Miércoles de Ceniza, día que señala el comienzo de la Cuaresma, tiempo de
conversión a nivel personal, aunque también sería bueno y positivo que la
sociedad, los poderes públicos la aprovecharan para hacer lo propio y más en
concreto hacia las personas empobrecidas y marginadas, aquellas que no cuentan.
Las preguntas que
invaden mi pensamiento de manera especial hoy son: ¿No es acaso obligación
propia de un estado democrático echar toda la carne en el asador para frenar
estas situaciones? ¿No es cierto que los pobres y marginados sociales viven sumidos
en permanentes y durísimas cuaresmas de obligadas renuncias y carencias?
Creo que a estas
alturas no está de más hacerse esta reflexión: ¿Qué hacemos por estas personas,
que hacemos por nuestros hermanos? Una pregunta que pretende ser una llamada
urgente para interpelar y dejar de ser cómplices en la indolencia y cultura del
descarte.
Que la
solidaridad hacia las personas desfavorecidas va mucho más allá de arrimar un
plato de lentejas o un abrigo usado; la verdadera solidaridad es aquella que tendríamos
con nuestros hermanos de sangre si se encontraran en esa misma y precaria
situación.
Analizando con
interés, profundidad y seriedad este dramático problema, la solución definitiva,
que no meramente paliativa, pasa inevitablemente por erradicar las causas para
así evitar las consecuencias. Cuestión difícil y compleja pero no imposible. La
solución tiene que ver con la involucración de la sociedad civil para que ante
los poderes públicos, o estos mismos de oficio, establezcan soluciones
efectivas. No podemos seguir exhibiendo pretextos para no atajar de una manera radical
estas graves situaciones. Como dijo Teresa de Calcuta «Mientras ustedes continúan discutiendo sobre las causas y los motivos
de la pobreza, yo me arrodillaré ante los más pobres de los pobres y me
preocuparé de sus necesidades». Todo tan sencillo como abrir en corazón a
los demás y hacer de la vida una ofrenda fraternal que en esto consiste la
verdadera comunión.
Aquello que la
madre Teresa y millones de personas realizan por pura vocación o altruismo en
el mundo…es precisamente lo que la sociedad civil debería promover por razones
éticas de comportamiento social. En otros campos como el de la técnica,
medicina, psicología, hemos evolucionado de manera admirable; ¿porqué no en de
la solidaridad permanente, en el de la fraternidad?
Porque no es
de ningún modo propio de nuestra condición humana, consentir que los pobres de
la tierra, los marginados, vivan como antes decía, obligados por una permanente
cuaresma.
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