Opinión

La obligada cuaresma de los pobres

Fermín Gassol Peco | Miércoles, 26 de Febrero del 2020
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Hoy es Miércoles de Ceniza, día que señala el comienzo de la Cuaresma, tiempo de conversión a nivel personal, aunque también sería bueno y positivo que la sociedad, los poderes públicos la aprovecharan para hacer lo propio y más en concreto hacia las personas empobrecidas y marginadas, aquellas que no cuentan.

Las preguntas que invaden mi pensamiento de manera especial hoy son: ¿No es acaso obligación propia de un estado democrático echar toda la carne en el asador para frenar estas situaciones? ¿No es cierto que los pobres y marginados sociales viven sumidos en permanentes y durísimas cuaresmas de obligadas renuncias y carencias?

Creo que a estas alturas no está de más hacerse esta reflexión: ¿Qué hacemos por estas personas, que hacemos por nuestros hermanos? Una pregunta que pretende ser una llamada urgente para interpelar y dejar de ser cómplices en la indolencia y cultura del descarte.

Que la solidaridad hacia las personas desfavorecidas va mucho más allá de arrimar un plato de lentejas o un abrigo usado; la verdadera solidaridad es aquella que tendríamos con nuestros hermanos de sangre si se encontraran en esa misma y precaria situación.

Analizando con interés, profundidad y seriedad este dramático problema, la solución definitiva, que no meramente paliativa, pasa inevitablemente por erradicar las causas para así evitar las consecuencias. Cuestión difícil y compleja pero no imposible. La solución tiene que ver con la involucración de la sociedad civil para que ante los poderes públicos, o estos mismos de oficio, establezcan soluciones efectivas. No podemos seguir exhibiendo pretextos para no atajar de una manera radical estas graves situaciones. Como dijo Teresa de Calcuta «Mientras ustedes continúan discutiendo sobre las causas y los motivos de la pobreza, yo me arrodillaré ante los más pobres de los pobres y me preocuparé de sus necesidades». Todo tan sencillo como abrir en corazón a los demás y hacer de la vida una ofrenda fraternal que en esto consiste la verdadera comunión.

Aquello que la madre Teresa y millones de personas realizan por pura vocación o altruismo en el mundo…es precisamente lo que la sociedad civil debería promover por razones éticas de comportamiento social. En otros campos como el de la técnica, medicina, psicología, hemos evolucionado de manera admirable; ¿porqué no en de la solidaridad permanente, en el de la fraternidad?

Porque no es de ningún modo propio de nuestra condición humana, consentir que los pobres de la tierra, los marginados, vivan como antes decía, obligados por una permanente cuaresma. 

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