Cuando se anunciaron los actos del Centenario de Francisco García Pavón me propuse releer la obra del gran escritor tomellosero por dos razones: la primera, profesional, porque tendría que asistir como periodista a un buen número de actos sobre su obra y era conveniente ir bien empapado; la segunda, más personal, es que me apetecía mucho leer a Pavón , veintitrés o veinticuatro años después de haberlo hecho por primera vez. He de decirles que no pude tomar mejor decisión; ha sido una relectura deliciosa, en la que creo haber sacado todavía más jugo al talento e ingenio de un escritor que domina con maestría los registros más diversos: diálogos, descripciones, las tramas que hilvana, reflexiones filosóficas, una especial habilidad para penetrar en los recovecos de la mente humana y una inagotable imaginación que combina con un acentuado realismo social.
Les ofreceré unos apuntes e impresiones, que no alcanzan, ni muchísimo menos, la categoría de crítica literaria. Empecé por los cuentos, seguí con las novelas de Plinio y dejé para el final las novelas: Cerca de Oviedo y La guerra de los dos mil años y los relatos del Jardín de las Boinas. Solo queda pendiente su crítica teatral, que no leí, ni antes ni ahora, y no sabría explicar la razón, quizá porque para leer una crítica de algo, conviene tener un amplio conocimiento de lo que es objeto de crítica. En cualquier caso, tiempo habrá para disfrutar también del Pavón crítico.
Estuvieron bien los “Cuentos de mamá” para abrir boca. Maravillosos y breves relatos que tienen como telón de fondo la niñez del escritor. Enseñan la nostalgia de una vida feliz con sus temores, alegrías, sueños e inevitables momentos tristes. En ellos, el escritor desprende una infinita ternura, sobre todo, por la figura de su madre y también por otros miembros de la familia como su padre, el tío y el abuelo, Luis, la abuela… Debió ser Pavón un niño con una acentuada capacidad de observación porque revive situaciones y sensaciones muy lejanas en el tiempo de una manera magistral. Funerales, misas, criadas, noches de verano al fresco en la calle… y siempre el generoso amor por su madre. “No hacía falta que me mirara ni tocase, que dijese palabra, en aquellos momentos de silencio y calma, la sentía junto a mí, como si me tuviera en brazos. Y sabía que ella sentía lo mismo”.
Los relatos que aparecen en Los Liberales, Cuentos Republicanos, Ya no es ayer y Los nacionales ofrecen al lector un rico mosaico de costumbres y vivencias tomelloseras narradas genialmente por un escritor que ama su tierra: ferias, carnavales, corridas de toros, noviazgos, excursiones, viajes, conciertos, matanzas, antiguos oficios con especial énfasis en la carpintería de su abuelo Luis, partidos de fútbol, deporte por el que Pavón no se siente atraído, recuerdos del colegio y el instituto, las primeras experiencias sexuales, celebraciones, enfermedades y la constante evocación de los familiares que se fueron yendo. “Enterrada mi madre aquella tarde, toda la generación de los Pavones quedaba ya al abrigo de los nichos cubiertos de tejas enanas, que están al final de paseo central del cementerio viejo”.
El cuento de la maravillosa historia de amor que protagonizan Paulina y Gumersindo es una obra maestra. “Así que columbraba el carro, Paulina no contestaba a los saludos. Sus claros ojos, achicados por los años, por los sábados de espera y los lunes de despedida, miraban a lo que ella bien sabía, sin desviarse un punto”. El humor aparece en buenas dosis en “El entierro del ciego” y en la historia de “Juanaco Andrés, el que llegó de México”, pero ese humor está aderezado siempre con esos aires de la cruda realidad, la melancolía y la nostalgia.
En estos cuatro libros también queda patente la admiración de García Pavón por el progreso . El escritor cuenta las innovaciones de tecnología que se van produciendo en la carpintería del abuelo, habla de coches de la familia, y también ajenos, que le causaron sensación. “Y mirábamos en silencio aquel portento del progreso humano”. “Qué ricura de motor alemán, decía el viejo. A veces, no sé si por calor o por frío, la anchísima correa de cuero que iba desde el eje del motor, pasando por una alta tronera, hasta el gran eje de las transmisiones de toda la fábrica, sonaba un poco: pla…pla…pla, a manera de palmadas esporádicas, blandas”.
Pero impresiona la manera con que Pavón desgrana un ambiente político muy tensionado que conducirá a una trágica guerra. El escritor capta el ambiente envenenado, los odios que se van incubando sin que nada ni nadie lo remedien. Un personaje como Doña Nati, liberal por sus cuatro costados, revela la visión política del escritor en un formidable alegato, “Y cada día que pasa me convenzo más de que nosotros, los liberales, los de buen natural, los mansos de corazón, los que creemos que se puede vivir respetando la idea y sentimientos de cada cual, no tenemos cabida en esta nación. Los que tenemos por ideal la suave convivencia, el diálogo y el derecho somos producto de civilizaciones superiores que aquí no pueden tener asiento. En este país sólo domina el despotismo, la intrasingencia de unos y de todos”.
Y fue un deleite volver a las maravillosas novelas de Plinio, el policía de pueblo que resuelve con especial pericia y una metodología muy particular los casos que se le presentan. La creación de un policía en un medio rural donde raras veces sucede algo importante es el gran mérito de García Pavón que da vida a un entrañable policía, cercano a los vecinos y que va desmadejando asesinatos, secuestros , robos y otros delitos en Los Carros vacíos, El Reinado de Witiza, relato sencillamente genial; El rapto de las Sabinas, Las hermanas coloradas, que transcurre en un Madrid al que no se adapta del todo el policía; Una semana de lluvia….El Reinado de Witiza está contado desde un sarcástico humor en torno a la muerte, una constante en la obra pavoniana. Y otras historias como Voces en Ruidera, con inesperado final ; El último sábado, Otra vez domingo, El caso Mudo, el Hospital de los Dormidos, El vendimario de Plinio… divertidísimas todas, de lectura amena y placentera nos permiten seguir disfrutando de ese policía imaginario, pero muy aproximado a lo que podía ser un policía local de carne y hueso. El policía de las listas, de los pálpitos que le hacen cambiar de rumbo en la averiguación de los casos, acompañado por su fiel Don Lotario, personaje muy conseguido, lo mismo que los de Braulio y El Faraón. Más secundarios, pero no menos entrañables son los de Rocio o el cabo Maleza.
-Pero ¿qué piensas, Manuel? ¿Qué piensas? –le decía el veterinario con lo ojos tristes, casi con voz maternal.
-Eso es lo malo que no pienso en nada…sólo siento, siendo algo dentro de mí que me desazona. Estoy seguro de que estamos tocando el violón. A Carnicero lo mataron en Tomelloso, a los pocos segundos de bajar del tren. Pero, ¿quién lo mató? ¿Dónde llevaron su cuerpo?
Cuando llegué a “Cerca de Oviedo” estaba ya en el sprint final de mi relectura. Fue una agradable sorpresa toparme con otro Pavón , pero igual de brillante, con una novela en otro escenario, un lenguaje muy diferente y la meritoria capacidad para ir construyendo una novela en tiempos diferentes. La imaginación se desborda en La Guerra de los dos mil años y el Pavón sarcástico con la cruda realidad y de fino humor reaparece en el Jardín de las Boinas, otra vez en el formato del relato corto.
Tras la lectura decidí ver todos los capítulos de la serie de televisión y, aún reconociendo el esfuerzo de gente que trabajó con medios casi artesanales, se disfruta mucho más del Plinio en los libros que en la pequeña pantalla
Multitud de registros, infinidad de recursos para mantener viva la atención del lector, un estilo maravilloso el de este Pavón poliédrico: filósofo, analista político, sicólogo, sociólogo y sobre todo un escritor inmenso. Si no han leído a Pavón háganlo cuanto antes, si ya lo leyeron, hagan lo que yo, y léanlo de nuevo. No se arrepentirán.
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Domingo, 22 de Junio del 2025
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