Opinión

¿Dónde están los intelectuales?

Fermín Gassol | Domingo, 31 de Mayo del 2020
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La cabeza es una parte del cuerpo importante, muy importante no solo porque sea necesaria para peinarse sino porque es donde se fraguan los pensamientos y las decisiones que todos nosotros tomamos a diario.

Inteligencia, capacidad de pensar poseemos todos en mayor o menor medida como consecuencia de muchas variables, del yo y las circunstancias de cada cual que diría D. José Ortega y Gasset, ¿el último intelectual español?

 Muy de vez en cuando, cada vez de manera más espaciosa, los diarios se hacen eco de que “un grupo de intelectuales han protagonizado publicado o manifestado”…Intelectuales, ahí es nada. ¿Saben los que refieren a estas personas lo que encierra de verdad esta importante y transcendental palabra? Y no digamos nada cuando unos petulantes se autoproclaman con este nombre, en el colmo de la vanagloria, vana sobre todo. 

La palabra intelectual está hoy como casi todo lo cultural, de rebajas. En épocas en las que la sociedad no estaba aún conformada de manera suficiente, existían cabezas que analizaban, profundizaban y encontraban fórmulas para superar los entresijos de cada situación. Personas para las que el mundo donde vivían no tenía suficiente consistencia ni sentido y dedicaban su vida a pensar, a veces con hambre física, esa que agudiza también el intelecto. 

Porque si a alguien se echa de menos en la sociedad de hoy son precisamente a los intelectuales. Existen, sí, muchos “charlatanes” en emisoras y revistas, diarios o prensa especializada, muchos entendidos y gestores en lo que hay, estudiosos del ahora, pero filósofos, pensadores que desatasquen esta situación de bloqueo…¿conocen ustedes a alguno? Creo que hoy no existen intelectuales, sino boxeadores ideológicos que pegan y pegan pero siempre desde una posición predeterminada e interesada. 

El intelectual es otra cosa, aquél que sabe sobre volar el entorno y las situaciones, por eso es capaz de decir por donde hay que salir de ese laberinto. El intelectual no es un adivino, es un conocedor global de las circunstancias con una gran capacidad de análisis y sobre todo, definición. Hoy no existen intelectuales, no porque no haya personas capaces, “yo” en lenguaje de Ortega y Gasset, sino porque esas circunstancias lo dificultan demasiado. 

Nuestra sociedad que marcha de manera frenética, superficial, se convierte en desinteresado caldo de cultivo demasiado turbio y denso para ver y posar ideas nuevas. El problema es la sociedad misma que cree tener superada la necesidad de verdaderos intelectuales. 

Hegel fue el último intelectual universal, el “padre mental” del hombre de hoy. Sus discípulos interpretaron su luz de varias formas como Feuerbach, Engels, Marx o  Nietzsche. Ya en el siglo XX Ortega y Gasset, Martin Heidegger y Sartre analizaron y explicaron aspectos existenciales del ser humano a los que no hacemos ni caso.

 Con ellos se han acabado ¿de momento? los grandes cerebros pensantes. Hoy la escasez de pensadores, de intelectuales es preocupante. ¿Cuándo y dónde aparecerá el “desatascador” de esta situación de encefalograma plano en la que parece estar sumida nuestra sociedad? ¿Dónde está el pensador de la colina? Porque no es necesario ni conveniente subir más alto para contemplar y señalizar la ruta de salida a esta caravana de una sociedad errante. 


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