En estos días en
los que hemos visto, además de dolor e impotencia por el fallecimiento de miles
de personas, la esperanza en la solidaridad de otros tantos, que se han volcado
en ir elevando lo humano por encima de tristezas y desasosiegos, es necesario
anotar a Vicenta Madrigal Caravaca y a Josefa Cantón; las dos, nacidas y vividas en Argamasilla de Alba, que han
mostrado y demostrado, a lo largo de muchos años (el sepelio de Vicenta se
ofició el 25 de mayo –falleció por el Covid-19), una especial y generosa
entrega a labores de solidaridad a través de asociaciones locales; aunque su
favorita (digámoslo así) ha sido la
Asociación del Cáncer.
Por ello digo que hay
personas que la luz que llevan en los ojos signándole los pensamientos es de
tal claridad que se transparenta, y, por ello, el interior se refleja muy bien,
iluminando a la sociedad con esa lamparilla de entrega incondicional; porque da
luz a los demás y es vigía de otras luces. Personas que, desde la sencillez,
donan su esperanza, amparada en un espontáneo hábito hermosamente franciscano,
y, cuando hablan, el corazón late apenas las palabras salen de su boca. Son
personas que amasan lo personal en la generosidad y hacen que su presencia sea
imprescindible, y, de modo tan sutil, arraciman en sus dedos un pálpito de
tolerancia y humildad.
En fin..., hay una
persona (lo haremos en singular) que se llama Vicenta. Todos sabemos que
Vicenta viene del latín vincire; que
quiere decir vencer. Por eso los vicentes
o vicentas son vencedoras en las dificultades, y son esperanzados y son
esperanzadoras. Pero, además, la que digo, tiene apellidos acordes al nombre y
de acuerdo a su persona; porque se apellida Madrigal. Un madrigal es una composición poética que expresa un afecto o
pensamiento delicado de forma especial.
Y además, para que
el marco esté completo y refleje todo el hondón: humano, cercano, sencillo,
dispuesto, solidario..., de Vicenta Madrigal, ella tiene un segundo apellido
que la define con varios y profundos significados, que es Caravaca.
Caravaca, además
de ser un municipio de Murcia (el gentilicio de los naturales de tan nombrada
ciudad es el de caravaqueños),
Caravaca guarda un signo cristiano por excelencia; pues así se apellida a una
famosa y milagrosa Cruz; relicario que contiene una astilla del Lignun Crucis
donde murió Jesucristo; reliquia que es venerada en la Iglesia de la Santa
Cruz, sede que otrora fuera de la poderosa Orden Militar de Santiago.
Por otra acepción
la Cruz es luz y es redención; y es reflexión transcendente y es entrega. Y,
por si todo lo anterior fuera poco, Caravaca
se denomina a un cáñamo o mimbre. Con este cáñamo, creemos se trenza, y muy
bien, toda la humanidad de esta mujer de la que ahora hago somera
semblanza.
Añado que, por
estas y otras mucha cualidades y calidades de Vicenta, las gentes que la han
tratado y convivido la quieren: Asociación del Cáncer, Amas de Casa, Grupo Tiquitoc-Teatro,
etc.. Sí; ella sabía que estábamos con ella: con su sonrisa y su tristeza
también. Ahora desde lo más lejano y próximo, seguramente sonríe por lo que a
ella le gustaba sonreír y que Vicenta conoce muy bien.
Ya en su día, por
el año 2000, por su entrega y perenne disposición, la Asociación del Cáncer le
hizo un merecido homenaje (después recibiría otros), al que se unió el Grupo
Tiquitoc-Teatro, regalándole una fotografía firmada por todos sus componentes;
pues Vicenta actuó con el Grupo en varias obras teatrales: una de las últimas
en el QUIJOTE EN LA CALLE. Cada uno de sus componentes tiene en dicha
fotografía un estilo, una postura, una sonrisa, una mirada...; pero, en
definitiva, todos forman un círculo y abrazo de cariño y amistad para Vicenta.
Igualmente su Asociación favorita, en 2013 y hace unos días,
por medio de su presidenta Amparo Jiménez (también prima un ramillete de
excepcionales mujeres en dicha Asociación), rindieron un homenaje a las dos
amigas. En todo caso, con el fallecimiento de Vicenta, Amparo la definió de la
siguiente forma: «Es difícil, a pesar de los años que hemos trabajado juntas,
escribir sobre Vicenta. Para nosotras era la mujer coraje. Luchadora donde las
haya no escatimaba tiempo: le daba igual el día y la noche, comer o no comer;
siempre estaba dispuesta a trabajar para sacar adelante cualquier actividad que
la Junta tuviera en marcha. Pocas personas han conseguido lo que tú y todo
gracias a tu valentía y tesón. Nada hacía que decayeras; estabas siempre en
primer lugar para todo [...]. Muchas gracias Vicenta por darlo todo sin esperar
recompensa alguna».
También es
necesario resaltar que, durante muchos años, Vicenta tuvo como compañera y ayudante
a otra mujer de claridad y luz: Josefa Cantón Hernán (falleció hace unos años).
Y si Vicenta era especial Josefa también lo era; porque el nombre de Josefa,
que viene del hebreo y significa aumenta,
sumaba cercanía y encuentro. Además Cantón, ya se sabe es lugar o esquina
en la que apoyarse y, por añadidura, encontrar descanso.
En igual analogía encontramos
a Hernán: apellido que viene de Hernando; pero que, a su vez, Hernando es
derivación de Fernando y éste último, que es nombre de origen germánico y significa: audaz y atrevido, se complementaba a la perfección con el vincire de Vicenta, formando las dos
amigas un tándem verdaderamente notable: generoso y activo.
Ejemplo que nos
lleva a la admiración, por sumar, además de todo lo anterior, un punto femenino
(por no decir feminista) incuestionable; sobre todo porque hicieron posible
llevar a cabo (a pesar de sus años y de el bagaje educacional de su época)
tareas excepcionales; y lo hicieron a la chita callando, entregando el aspecto
maternal y limpio de su condición de mujeres, y tal como les decían en la Asociación
de Amas de Casa: «tenemos que esperar para ver lo que dicen las madres; esto lo harán las madres; mejor que sean las madres las que lo anoten...». Es decir, la Directiva de esta
Asociación, dirigida, junto a un grupo estupendo, por María Nieves Ocaña,
siempre confiaban en el buen hacer, consejo y experiencia de Vicenta Madrigal y
Josefa Cantón.
Ahora, igual que
en su vida terrenal, al unísono, se hallan donde la luz no acaba, sino que se
proyecta a través de luceros y estrellas, para que la noche venga y nos arrope con
un manto de esperanza en el alba de un nuevo amanecer.
Por todo lo anterior (y lo obviado en aras de la brevedad
que se nos pide en este artículo); enviamos un abrazo para sus familias; que
han vivido, muy cercanamente, sus contantes ejemplos y su solidaridad.
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