Una cabeza con la boca cosida. Emerge la boca en la mejilla. Cosidos los
labios también. Brota la boca en la frente, inmediatamente cosida. Vuelve a
aflorar bajo un ojo… Esta estampa del apócrifo OPS, publicada en Hermano Lobo
al final de la dictadura de Franco, en pleno auge de la lucha por la libertad,
muestra la crueldad de un régimen, al que parecía que nos habíamos acostumbrado
tras décadas de lento aprendizaje, al terror que se imponía sobre la realidad
ocultada a la vista, silenciada al oído, y que era un delito decir. Esta
realidad era la tortura, el crimen, la represión universal, la violación de
derechos. Pues bien, las estampas que OPS publicaba en Hermano Lobo, Triunfo o
Cuadernos para el Diálogo, desvelaban la desgarradora sordidez, que el ‘parte’
de radio Nacional y el NO-DO ocultaban con risueña propaganda.
El poeta Paul Celan, atormentado por el nazismo, escribió
-en la lengua de los verdugos: dale sombra a tu decir, dice verdad quien dice
sombras. En contextos diferentes, Paul Celan, OPS, vienen heridos de realidad,
en busca de realidad. Todas la viñetas de OPS,
eran imágenes rotundas, mudas, desgarradoras,, que todos hacíamos
nuestras, como representaciones del mundo en que vivíamos.
Casi cincuenta años más tarde vemos en la galería Fúcares
yacer sobre una estera un hombre, quizás ciego, quizás el adivino Tiresias que
predecía el destino, rodeado por Ulises, Yocasta, Orestes, Ayax, Antígona,
Edipo…, arquetipos de las pasiones, de los hados del destino, bajo el epígrafe
Tragedia. Vemos también en esta exposición, firmada por el apócrifo El Roto,
las máscaras de otros personajes: Cleopatra con una lengua bífida; Calígula
embrutecido; un actor, al que le emerge en la cabeza la máscara de un pequeño
rey ensangrentado (¿Macbeth?); máscaras del actor de carácter, del actor de
Brodway, la representación del actor en general mediante un toro disfrazado; o
el simulacro del teatro político, que es en verdad una alusión a los fastos del
Poder.
El Roto ha recuperado la palabra que se le negaba a OPS, y
en las viñetas que diariamente nos muestra en El País aparecen también ejemplos
de arquetipos sociales que componen el entramado del mundo en que vivimos
-injusto pero democrático- que reflejan
como un espejo aspectos ocultos de la vida, algunos entresijos del Poder, rasgos del Gran Teatro del Mundo, de nuestro
Mundo, con una mirada escéptica y desmitificadora -es decir, sarcástica- cuya
contemplación nos libera, nos reconforta, como ya hiciera OPS, por su mera claridad
al describir la desgracia. Nos provoca la conmiseración y catarsis que nos
produce asistir a la tragedia griega, o contemplar las estampas y dibujos de
Goya. En ningún caso se trata de lenguajes privados, herméticos y elitistas,
sino del lenguaje común que pretende describir la realidad por debajo de las
apariencias.
En este punto me parece oportuno recordar la poética de
Antonio Machado, con su creciente atención al sentimiento, a ciertas verdades
irrenunciables, al otro, a la realidad (que él llamaba naturaleza) y al
prójimo. El sentimiento, decía, no es una creación del sujeto individual,
siempre hay una colaboración del TÚ, de otros sujetos; mi sentimiento no es
exclusivamente mío, sino más bien NUESTRO. Por eso son un lugar de encuentro
las estampas de El Roto, los Disparates de Goya, los Desastres de la Guerra o
la Tauromaquia, o los dibujos de William Kentridge.
Algo muy distinto es
lo que pasa en el Arte Actual, al que El Roto dedica unas sustanciosas viñetas
cuando sucede la feria de Arco de Madrid. El Arte Actual abandona el compromiso
social, y se alinea en la corriente de la nueva sensibilidad que partió de la
poesía pura de Paul Valery, o la poesía desnuda de Juan Ramón Jiménez.
En 1987 tuvo lugar en la Fundación Caja de Pensiones de
Madrid la celebrada exposición, ‘El artista y su Doble’, en la que participó el
neoyorkino Peter Halley, con unas pinturas de gran formato, colores planos
organizados a la manera de celdas, caminos o chimeneas. Peter Halley se decía
lector de Ortega y Gasset, de quien había tomado el decálogo de la
Deshumanización del Arte (1925). El arte según el nuevo estilo preconizado por
Ortega huye de todo tipo de trascendencia, de toda emoción, se aleja de lo que
llamamos realidad, naturaleza o formas vivas, y de todo lo humano. La obra de
arte es un puro juego infantil, una broma divertida, impersonal, cuyo sentido
se agota en sí misma, no hay sombras ni realidades ocultas, es lo que se ve,
claridad, mediodía de intelección.
El artista actual pinta para sí mismo, con el retrovisor
puesto, si acaso, en los otros agentes de la comunidad artística -una minoría
selecta- para buscar el éxito. Podemos decir que aquella nueva sensibilidad (ya
vieja) se acabó imponiendo en el siglo XX y está detrás de la hegemonía que
ejerce el mercado en la dimensión social
del arte. Hay una diabólica amalgama del
vacío de contenido y el fetichismo narcisista de la obra. Ya no hay que ser muy
‘necio’ para ‘confundir valor y precio’, como dice el proverbio de Machado.
Pero volvamos a la realidad, volvamos a El Roto y a Goya.
Hasta el pasado mes de febrero (2020) pudimos disfrutar en el Museo del Prado
una gran exposición de dibujos y estampas de Goya, ‘Sólo la Voluntad me Sobra’,
y un poco más arriba, en el claustro, otra de El Roto, que llevaba el título de
un grabado de Goya, ‘No se Puede Mirar’. Las dos descubrían aspectos de la
realidad social humana, a veces miserable, patética o sarcástica, sin hacer
juicios de valor: habían dibujado una suerte de espejos del callejón del Gato,
en los que poder mirarnos largamente hasta reconocer nuestras propias miserias.
Así es la exposición
de El Roto que presenta la galería Fúcares: una lenta aproximación al Teatro
desde todos los ángulos. Si tuviera que elegir particularmente alguna estampa,
a las ya mencionadas más arriba, añadiría tres pequeñas maravillas: ‘Pas a
deux’, ‘Petit cabaret de prueba’ y ‘Ballet soviético’.
José María Guijarro. Torre de Juan Abad, 16 de junio de 2020
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Sábado, 4 de Mayo del 2024
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