Cuentan las crónicas el día en que un hombre de mediana edad se presentó en
la recepción de un hotel y pidió una habitación para quedarse a vivir en él una temporada. El recepcionista
viendo que el recién llegado iba a permanecer un tiempo prolongado en el
establecimiento, quiso acoger al cliente de manera cordial, más bien familiar y
le comentó: mire señor, le aseguro que en este hotel va a estar usted como en
su casa. Pues dicho…y hecho…al cliente fallido todavía lo están buscando y es
que el recién llegado era un huido del “confort hogareño”. El recepcionista evidentemente
no lo sabía y quizá no tendría que haberse comportado de manera tan amable ni haber sido tan explícito, pero todos
sabemos que en los hoteles los recepcionistas resultan ser siempre muy atentos
porque forma parte de su trabajo. Por otra parte es lo normal pues cuando una
persona está a gusto en un determinado lugar decimos que se encuentra como en
casa; cómodo, relajado y recogido. Pero en este caso nos encontramos una vez
más con las excepciones. Nuestro hombre del hotel fue una de ellas…pero no la
única. La que les cuento ahora tiene más retranca.
Un ciudadano, no importa de dónde, tenía la fea costumbre de realizar
vertidos tóxicos de poca monta con bastante frecuencia, en principio no sabemos
cómo ni por qué. La policía harta de llamarle la atención lo detuvo y el juez
le impuso un breve arresto domiciliario. Pero el tozudo protagonista de esta
historia volvió a hacer lo que solía; como la cosa no era para pasar a mayores
se le volvió a imponer otro arresto domiciliario más prolongado. El hombre
volvió a hacer la fechoría una vez más. La policía extrañada, le preguntó por un
comportamiento que podría llevarle a prisión, confesando ahora la razón; pues
por eso reincido, dijo, para que me lleven a la cárcel, porque no aguanto más
en mi casa. No sabemos en qué cantidad estaría la tasa de vertidos que tendría
que derramar para ir al trullo pero nuestro hombre la iba subiendo sabedor de
que algún día le vendría la tan ansiada liberación.
Y es que todo tiene una explicación en esta vida. La del que nos ocupa la encontramos
en su cónyuge, una señora demasiado intensa o quizá demasiado astuta que deseaba
mantener a su marido algo alejado una temporada. No sabemos, pues, quién tuvo
la idea de realizar el primer vertido, si la esposa para que el marido
delinquiera y así quitárselo de encima, o el marido que con estos actos buscaba
estancia en un hotel tan particular. En cualquier caso ambos se equivocaron
porque mira tú por dónde al ir por lana, salieron trasquilados y con el marido
enclaustrado en casa. Y es que la compañera de “celda doméstica” no hacía más
que reprocharle la falta de actividad para hacer recados por eso de que el “hombre
en la cocina es para la mujer calentura continua”, pero si pocos mandados hacía
antes menos podía hacer ahora, no cabía otra pues estaba en arresto
domiciliario y el pobre hombre no podía abandonar la vivienda. En fin, un modelo de convivencia
mixta casero carcelaria y el hombre mientras tanto, deseando salir de su casa
para ir a la cárcel a ganar la libertad. ¡Qué cosas!
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Lunes, 29 de Abril del 2024