Opinión

La ciudadanía

Fermín Gassol | Sábado, 1 de Agosto del 2020
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Mucho se habla y opina de “la clase política”, de la talla de quienes nos representan, de las promesas y notables vacios a la hora de aportar  soluciones a distintos y a veces graves problemas sociales y económicos, el último, gravísimo  para el futro de la humandiad, el corona virus. Sin embargo no es de nada frecuente encontrar autocríticas hacia quienes formamos “la  clase ciudadana”, opiniones sobre nuestra calidad como ciudadanos, sobre el nivel de exigencia requerida a los que elegimos ni a nuestra consiguiente responsabilidad a la hora de colaborar en las soluciones.

 En el mundo de la política, en la parcela de libertad que esos derechos nos permiten, tendríamos que ser más conscientes de la existencia de “esclavitudes consentidas”, decisiones que son consecuencia del estómago agradecido o del caliente corazón más que de la fría testa y que nos mantienen en situación de dependencia por torpes intereses.

Alcanzar el grado de plena ciudadanía sin restos de subyugación más o menos tangible solo es posible después de andar el difícil y generoso camino de la solidaridad. Exige por nuestra parte un paulatino aprendizaje en lograr independencia intelectual y formación moral es decir, evolución sociocultural porque nada existe en este mundo con vida que pueda permanecer anclado y arcaico. Nada es hoy igual que ayer ni que mañana. 

 El presidente Roosevelt apeló en su día al hecho de que “una gran democracia debe progresar o pronto dejará de serlo”. Las democracias sociales progresan de manera única con más democracia que es lo mismo que decir con más calidad e independencia en la capacidad de elección y calidad entre quienes elegir, haciendo posible la necesaria alternancia que como diría Churchill, fecunda el suelo de esa democracia. 

Si la democracia no logra que los ciudadanos lleguen a este grado de “cultura pública”, permaneceremos en una situación de democracia dependiente, bien de pesebre  o de pasado, actuando en “contra de” más que “convencido por”; siendo así nunca alcanzaremos un “estado de lucidez” que nos haga ciudadanos respetados y sí cautivos de nuestros pre-juicios y de políticos que sabedores de esto  “alivian” las faenas con discursos recurrentes, agradables al oído, diciendo aquello que el auditorio desea escuchar, sin esforzarse en un exigente “tiro por elevación” hacia el futuro. En caso de existir, que ahora mismo, ni eso. 



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