Mediados de marzo: nos adentramos en lo desconocido,
haciendo acopio de papel higiénico y, como siempre que vemos el horizonte
temporal despejado, planeando mil y una formas distintas de convertirnos en
mejores personas que acabaron en días interminables ante el televisor,
videollamadas y aplausos a las 20 que más tenían de autopromoción que de
reconocimiento.
Abril: "Aprenderemos de esto", nos decíamos.
“Saldremos mejores", nos animábamos. Ni más fuertes ni mejores, recordaba
nuestro mantenedor de 2018, Manuel Jabois, por esas mismas fechas. Entonces, yo
tenía videoclases con mis alumnos y solíamos quedarnos a echar el rato antes de
comer, celebrando cumpleaños como se podía y recordando lo que nos habíamos
dejado en el instituto. Yo les pedía que aprovechasen el tiempo y de verdad
buscasen la forma de cambiar las cosas cambiándose a sí mismos (que es la única
que puede haber)
Mayo: se relajó el confinamiento y pudimos salir.
Inolvidables las riadas de obesos que no habían hecho jamás ni harían después
ningún tipo de deporte. Volvieron a su hábitat natural (las terrazas de los
bares) en cuanto abrieron. Aquellas semanas quedarán, como en Blade Runner,
como lágrimas en la lluvia. Seguían las clases, seguían las charlas del final,
seguía la sensación agridulce de disfrutar de una generación con ganas de
aprender y no rendirse, pero sabiendo que a su alrededor pronto encontrarán
frustración y desesperanza ante el desprecio y la humillación a esas ansias de
conocimiento.
Junio: adiós al curso, vuelven los viajes, los libros
vuelven a las estanterías. Ya no importa el próximo curso y cómo se
desarrollará; las lecturas se desechan hasta el próximo confinamiento o momento
de aburrimiento porque todo el mundo sabe que es para lo que están. Hay que
consumir, hay que salir, hay que quemar la vida en terrazas y en inolvidables
viajes, salir lo más deseable posible para que en ese único proyecto de vida en
común que tenemos llamado redes sociales nos den miles de likes y nos escriban
comentarios con envidia.
Julio: Las previsiones se han confirmado (y no hablamos del
PIB) y todos aquellos proyectos, ilusiones, grandilocuencia...de la primavera
han quedado sepultados bajo toneles de cerveza fresquita, añorando la vuelta de
todo lo que no podemos hacer. La vida y la naturaleza, mucho más grandes,
esperan agazapadas para volver a recordarnos lo absurdo de todo ello.
Epílogo: se han conmemorado durante el verano los 25 años de
la matanza de Srebrenica. Yo sólo era un niño, pero el recuerdo de los
"aprenderemos de esto", " saldremos mejores"...resonaban en
mi cabeza mientras los alumnos de 15-16 años no sabían responder a la pregunta
¿Qué fue la guerra de Yugoslavia?
No, definitivamente no vamos a salir mejores ni vamos a
aprender nada de esta situación. Saldremos menos, pero volveremos a repetir los
mismos errores. Eso sí, nos quedarán las terrazas de los bares y las columnas
de opinión para desahogarnos. Y, a pesar de todo, sigo pensando son necesarias
cosas como esta pandemia, aunque sea para pensar durante cinco minutos cómo
vivimos. Lástima que no dure.
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Sábado, 4 de Mayo del 2024
Sábado, 4 de Mayo del 2024