Opinión

Juana María Galán y Heredia, una heroína ciudadrealeña

Daniel Cuadrado Morales | Viernes, 4 de Septiembre del 2020
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El 6 de junio de 1808 el ejército napoleónico intentaba cruzar Valdepeñas rumbo a Andalucía, sin embargo se encontró con la tenaz resistencia de los habitantes de la villa. Entre los personajes más destacados de la batalla encontramos a Juana María Galán y Heredia, conocida como “La Galana”.

Antecedentes

Al inicio de la Guerra de la Independencia, los franceses alzaron un campamento en las inmediaciones de Santa Cruz de Mudela. En las regiones circundantes corrió el temor por la cercanía de las tropas napoleónicas y en Valdepeñas se constituyó una Junta de Defensa compuesta por diez vecinos de la más variopinta procedencia. Cabe destacar la presencia de un cura (el cura “calao”) y un contrabandista.

El día 5 de junio los habitantes de Santa Cruz atacaron a los franceses y estos se vieron forzados a huir tras sufrir numerosas pérdidas, llegando durante la noche a Valdepeñas. Sin embargo los valdepeñeros impidieron la entrada de estos soldados a su pueblo y se aprestaron a la defensa de la villa. Los franceses reunieron un contingente de tropas formado por unidades que venían de Manzanares, Madridejos y los supervivientes de Santa Cruz de Mudela. Por su parte, Valdepeñas pidió ayuda a un miembro del ejército español, Pedro Alesón, que estaba realizando labores de reclutamiento. El militar se negó y puso pies en polvorosa, huyendo de la villa con sus hombres y con los recién reclutados. Valdepeñas se quedó sola para resistir a los franceses.

El sitio de Valdepeñas y La Galana

Amaneció el 6 de junio de 1808 y los habitantes de Valdepeñas se aprestaban a la defensa. Los niños, mujeres y ancianos fueron puestos todo lo a salvo que podían estar en las bodegas y se armó a los hombres que quedaban los herramientas de labranza. Campesinos contra soldados bien armados. Ante esta situación, La Galana, nuestra protagonista, al frente de un grupo de mujeres de la localidad, tomó posiciones en las ventanas armadas con útiles de cocina y aceite y aguar hirviendo. Se levantaron barricadas y se enterraron trampas para la caballería francesa.

El ejército napoleónico cometió el error —grave— de intentar atravesar la villa, en lugar de rodearla. Se inició entonces una sangrienta lucha calle por calle y cuerpo a cuerpo en la que La Galana, empuñando una porra, se dirigió a la entrada de Valdepeñas y defendió la posición con valentía. Los franceses fueron rechazados y perdieron a casi todos sus hombres en el ataque.

En la segunda embestida, los mandos napoleónicos enviaron a la caballería, seguros de que los pobladores no podrían resistir una carga de la misma. Nuevamente tuvieron que batirse en retirada. Se tomó entonces una decisión desesperada. Los franceses atacaron desde los flancos e incendiaron todas las casas que encontraban, causando daños terribles y muchísimos muertos y heridos. A esto hay que sumar los pelotones que abrieron fuego sobre la gente que intentaba huir. Aun así, la batalla de Valdepeñas continuó y el enclave resistió.

Al final, franceses y valdepeñeros firmaron una paz por la que los franceses levantaban el sitio y se replegaban a cambio de provisiones para un día. Se permitió al enemigo que entrase desarmado a recuperar a sus muertos mientras que los valdepeñeros enterraron a los suyos. Tres días duró el terrible incendio producido en el ataque. Los franceses, al no poder quedarse en el territorio, sufrieron además constantes asaltos a sus líneas causando la pérdida del correo, lo que fue decisivo para que después se ganase la Batalla de Bailén.

“Valdepeñas ha hecho el más heroico acto por la independencia”, diría después el general Castaños.

 Juana La Galana

La valiente joven de veinte años que luchó contra el ejército francés fue nombrada “heroína de la villa”. La muchacha, antes de conflicto había pertenecido a una familia que tenía una taberna a la entrada de Valdepeñas. Se casó en 1810, justo cuando hacía dos años del inicio de la guerra y fue madre de dos hijas. Falleció durante el último parto, en 1812, coincidiendo —capricho de la providencia— con la liberación de La Mancha por parte de los españoles. Juana murió a la vez que los invasores contra los que luchó abandonaban su tierra. 

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