Opinión

Maldito el asesino de ilusiones

Joaquín Patón Pardina | Sábado, 21 de Noviembre del 2020
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Solo los que han padecido en sus carnes o en las de familiares cercanos, amigos y conocidos saben lo que cada cual está sufriendo con la maldita pandemia.

Cada quien podría aportar datos sangrantes de situaciones vividas durante los días tan duros de este año. El abanico tendría su varilla  izquierda sosteniendo los muertos y abriendo hasta los ciento ocheta grados se verían los penares, lágrimas, vidas rotas, traumas insoportables y miles de desgracias, incluyendo los despidos de trabajos, agonía de empresas y … tu experiencia particular, persona que lees estas letras.

Nos da angustia ver y oír las machaconas y repetidas noticias en cualquier medio televisivo o de internet. Siempre está la situación peor, más muertos, más contagiados, más desgracias, más cierres de empresas y más perimetración (palabra que no está en el diccionario de la RAE, le han dado el significado de no dejar salir ni entrar a nadie de una ciudad o comunidad autónoma). Menos libertad, menos salud, y como conclusión: Más miedo. 

Por fin anuncian una posible vacuna…, no dos…, no tres. 

A uno  empiezan a encendérsele puntidos de esperanza. Respira un poco mejor, sin tanta presión en el pecho. Se vislumbra, aunque sea a lo lejos, una posible solución. Se relaja  la cara demasiado tiempo tensa por la salud propia  y de los suyos: “Hombre, menos mal…, ya queda menos”, piensas en tu interior y se lo comentas a la persona que cena a tu lado…

Al día siguiente, cuando conectas de nuevo los noticieros, te dan una bofetada en toda la cara y con la mano abierta. Aparecen unas rostros de personas llamadas científicas (así las cita el locutor de turno; no dudo de su cientificidad, o sí, porque estamos acostumbrados en esta España nuestra a que las titulaciones de licenciados, doctores y másteres se hagan por encargo, bajo pago de influencias o billetes) y te soplan que las vacunas ni son tan efectivas, ni vienen tan pronto, y además conllevan efectos secundarios, en algunos casos más graves que el mismo coronavirus.

Te han jodido el desayuno, la comida o lo que en ese puto momento (como se dice ahora) estés haciendo.

Han pasado unas horas y lo que anoche era un sueño pseudo feliz ha explotado como una pompa de jabón. Mi nueva expresión y quizás la tuya también,  se manifiesta con cara de imbécil, mirando la pantalla y diciendo: “Hay que joderse…” Con lo que expreso mi desánimo, desesperación, impotencia. Atisbo la desgracia definitiva y espantosa.

Entonces, en ese momento, me viene a la cabeza una frase: “Maldito el asesino de ilusiones, maldito, maldito…”

Entiendo que esta situación tan dura no da lugar a sueños y esperanzas cercanas, lo entiendo, de verdad.

Pero lo que no entiendo es que si ya está el contexto mal, en un momento me ilusionen y al momento siguiente me rompan.

Y me viene a la memoria el baldosín aquel, colgado en el bar del pueblo, cuya inscripción era más o menos: “Hace un día extraordinario, pues verás si viene alguien y lo jode”. 

Efectivamente, viene no uno, sino una multitud pataleando las ilusiones, las ganas de vivir, las ansias de superar estos momentos tan criminales. Parece como si en nuestra sociedad hubiera una gran masa de gente mostrando el  caramelo con una mano y preparando la otra para la bofetada seca.

Otro ejemplo nimio en importancia al lado de la pandemia: Transcurridos meses de trabajo intenso, dedicación exclusiva y con mucho cansancio prevés un “puente” o unos días de descanso, sueñas con él y cómo vas disfrutar con tu familia, tus amigos; en la previsión meteorológica próxima a tu viaje  van a comunicarte que acerca un temporal, que barrerá toda la península: Ilusiones aguadas.  

Seguro que has vivido esta experiencia.

Mi rebeldía me da fuerzas para ir contra corriente, si es necesario. No voy a callar ante el intento continuo de amordazarnos con el miedo, utilizando las más remotas circunstancias, para desgraciar la vida de nadie. No se puede permitir que algunos “malditos” violenten a las personas esclavizándolas con intereses políticos, crematísticos, religiosos, nacionalistas, o de cualquier otra índole.

Termino esta reflexión con la letra de la canción “Malaventuranzas” de Ricardo Cantalapiedra en la que condena la actitud maligna de algunos grupos de gentes de nuestro mundo, para que nos despierte de la somnolencia que nos invade a veces.

Malditos los santones de pureza... ¡Malditos!

Malditos los que obligan a los hombres a vivir como perros... ¡Malditos!

Malditos los que hacen sufrir a los pequeños... ¡Malditos, malditos!

Malditos los que matan a inocentes ¡Malditos!

Malditos los que callan las infamias... ¡Malditos!

Malditos los que causan las desgracias... ¡Malditos, malditos!

Malditos los que han hecho del amor flor de las madrugadas... ¡Malditos!

Malditos los que hicieron de la vida paisaje de la muerte... ¡Malditos!

Maldito el asesino de las flores... ¡Malditos!”

Maldito el asesino de las ilusiones... ¡Malditos, malditos!

Malaventurados los que piden justicia con las manos manchadas de sangre... ¡Malditos!

Malaventurados los que claman justicia y oprimen al hermano... ¡Malditos, malditos!


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