Estoy convencido de que “La Filosofía es Vida y la Vida es
Filosofía”, escritas y habladas con mayúsculas tanto Filosofía como Vida.
Por eso siempre que hablamos y pensamos en nuestra vida de
cada día estamos respirando Filosofía, es decir, nos estamos admirando,
preguntando concluyendo y descubriendo el saber, y el amor por el saber.
Por eso cuando abrimos la habitación de cualquier filósofo,
que existiera desde el comienzo de la humanidad hasta nuestros días, nos encontraremos sabiduría, inteligencia, y
muchas escaleras para alcanzar la verdad
con la que soñamos.
Abrimos la puerta, que por cierto no necesita llave, porque
está a disposición del que quiera entrar, del Amigo de la Sabiduría: Anaxágoras. Hace mucho tiempo que vivió,
entre los años 500 y 428 A. C. Lo parió su madre en una ciudad portuaria, que
se llamaba Clazómenas en Turquía.
No perdió el tiempo durante su vida, y consiguió investigar
las Matemáticas, la Física y la Filosofía y llegar a ser un portento en las
tres materias, cosa que en nuestros días es imposible, por la infinita
extensión que ha enriquecido a los tres saberes.
En el ámbito filosófico es considerado presocrático, es decir
anterior al gran y admirado Sócrates.
Se le reconoce a Anaxágoras la frase: “Si me engañas una vez, tuya es la
culpa; si me engañas dos, es mía”.
La interpretación de tales palabras es evidentemente muy
sencilla. Con una relectura la entendemos sin más razonamientos. Vamos a seguir
la idea de Anaxágoras: Me engaña otro. Veces que me engaña, una o dos. Existe
una culpa del otro o mía.
Es por ello que quiero detenerme en tres niveles en los que
encontramos la posibilidad de que nos engañen o de engañar nosotros. Sin
embargo nos vamos a limitar a la línea que procede de los “otros“, de los
“demás, que intentan engañarnos.
El primer nivel lo tenemos muy cerca cada uno. Cualquier
persona que está a nuestro lado puede engañarnos.
Los modos para el engaño son infinitos, por lo cual nos pueden
encontrar sin la suficiente atención,
para discernir entre la ficción o la realidad. Estos mismos pueden
utilizar la confianza que hemos puesto en ellos, en este grupo podemos incluir
amigos y familiares de cualquier rango y proximidad, hasta el marido, la mujer
o los hijos.
Un segundo nivel lo ocupan los políticos, (por políticos
entiendo las personas que con buena voluntad e intención, utilizando sus
conocimientos, intentan gobernar una ciudad o un país). Este nivel se
prostituye cuando el aspirante a gobernante se viste de político sin serlo. Por
su boca brotan promesas, bienaventuranzas, progresos y riquezas para el día,
que él ocupe la poltrona aterciopelada del poder. Se agrupan por ideologías,
dicen; cuando en muchas ocasiones parece que la razón de su agrupación es el
poder, el dinero o la influencia en la sociedad.
Los votantes, o sea, el resto de ciudadanos afines a alguna de
las ideologías, bajo las cuales se presentan los aspirantes, los elegimos y con
nuestra papeleta en las urnas los proclamamos dignos defensores de los derechos
de los ciudadanos. De ahí que habremos de estar muy despiertos, para distinguir
entre el auténtico servidor de la polis o el utilizador de las ventajas del
mando.
El tercer nivel lo ocuparían las fake news. Tenemos varios
ríos por los que nos entran sus aguas pútridas, los más comunes son WhatsApp y
Facebook y Messenger por citar algunos. Estos sí que nos cogen desprevenidos,
unas veces porque no les aplicamos una crítica despiadada, para conocer
directamente qué dicen, y qué hay bajo esa notificación; otras veces por no
pararnos a leer de modo detenido todo el escrito. Y otras, simplemente, porque
nos fiamos de quienes nos envían los
mensajes y damos “me gusta” o los “compartimos” sin más reflexión.
Tendríamos disculpa en los tres si fuera la primera vez, la
única vez que intentaran abusar de nuestra buena voluntad o confianza en los
enviantes.
Cuando no tendremos excusa es en la segunda ocasión, que
quieran engañarnos; ahí debemos poner en función y de modo rápido nuestra
experiencia vivida y posiblemente dolorosa.
La conclusión debería ser: mucha vigilancia y no dejarnos embaucar por
palabras floreadas ni por promesas brillantes de horizontes cercanos.
Para concluir y aterrizando mucho, quiero aportar un refrán de
la filosofía “parda” o popular, que viene a pedir de boca: “La primera se la dan al galgo a la segunda
esconde el rabo”. Interpretándolo entenderíamos: la primera pedrada dan al
galgo en sus costillas, al intento de tirar la segunda, el can esconde el rabo
y huye como si no hubiera un mañana.
Conclusión: lo han engañado en el primer intento, pero no en el
segundo.
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Viernes, 2 de Mayo del 2025
Viernes, 2 de Mayo del 2025