Opinión

Si me engañas tuya es la culpa

Joaquín Patón Pardina | Sábado, 5 de Diciembre del 2020
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Estoy convencido de que “La Filosofía es Vida y la Vida es Filosofía”, escritas y habladas con mayúsculas tanto Filosofía como Vida.

Por eso siempre que hablamos y pensamos en nuestra vida de cada día estamos respirando Filosofía, es decir, nos estamos admirando, preguntando concluyendo y descubriendo el saber, y el amor por el saber.

Por eso cuando abrimos la habitación de cualquier filósofo, que existiera desde el comienzo de la humanidad hasta nuestros días,  nos encontraremos sabiduría, inteligencia, y muchas escaleras para alcanzar  la verdad con la que soñamos.

Abrimos la puerta, que por cierto no necesita llave, porque está a disposición del que quiera entrar, del Amigo de la Sabiduría:  Anaxágoras. Hace mucho tiempo que vivió, entre los años 500 y 428 A. C. Lo parió su madre en una ciudad portuaria, que se llamaba Clazómenas en Turquía.

No perdió el tiempo durante su vida, y consiguió investigar las Matemáticas, la Física y la Filosofía y llegar a ser un portento en las tres materias, cosa que en nuestros días es imposible, por la infinita extensión que ha enriquecido a los tres saberes.

En el ámbito filosófico es considerado presocrático, es decir anterior al gran y admirado Sócrates.

Se le reconoce a Anaxágoras la frase: “Si me engañas una vez, tuya es la culpa; si me engañas dos, es mía”.

La interpretación de tales palabras es evidentemente muy sencilla. Con una relectura la entendemos sin más razonamientos. Vamos a seguir la idea de Anaxágoras: Me engaña otro. Veces que me engaña, una o dos. Existe una culpa del otro o mía.

Es por ello que quiero detenerme en tres niveles en los que encontramos la posibilidad de que nos engañen o de engañar nosotros. Sin embargo nos vamos a limitar a la línea que procede de los “otros“, de los “demás, que intentan engañarnos.

El primer nivel lo tenemos muy cerca cada uno. Cualquier persona que está a nuestro lado puede engañarnos.

Los modos para el engaño son infinitos, por lo cual nos pueden encontrar sin la suficiente atención,  para discernir entre la ficción o la realidad. Estos mismos pueden utilizar la confianza que hemos puesto en ellos, en este grupo podemos incluir amigos y familiares de cualquier rango y proximidad, hasta el marido, la mujer o los hijos.

Un segundo nivel lo ocupan los políticos, (por políticos entiendo las personas que con buena voluntad e intención, utilizando sus conocimientos, intentan gobernar una ciudad o un país). Este nivel se prostituye cuando el aspirante a gobernante se viste de político sin serlo. Por su boca brotan promesas, bienaventuranzas, progresos y riquezas para el día, que él ocupe la poltrona aterciopelada del poder. Se agrupan por ideologías, dicen; cuando en muchas ocasiones parece que la razón de su agrupación es el poder, el dinero o la influencia en la sociedad.

Los votantes, o sea, el resto de ciudadanos afines a alguna de las ideologías, bajo las cuales se presentan los aspirantes, los elegimos y con nuestra papeleta en las urnas los proclamamos dignos defensores de los derechos de los ciudadanos. De ahí que habremos de estar muy despiertos, para distinguir entre el auténtico servidor de la polis o el utilizador de las ventajas del mando.

El tercer nivel lo ocuparían las fake news. Tenemos varios ríos por los que nos entran sus aguas pútridas, los más comunes son WhatsApp y Facebook y Messenger por citar algunos. Estos sí que nos cogen desprevenidos, unas veces porque no les aplicamos una crítica despiadada, para conocer directamente qué dicen, y qué hay bajo esa notificación; otras veces por no pararnos a leer de modo detenido todo el escrito. Y otras, simplemente, porque nos fiamos de quienes nos  envían los mensajes y damos “me gusta” o los “compartimos” sin más reflexión.

Tendríamos disculpa en los tres si fuera la primera vez, la única vez que intentaran abusar de nuestra buena voluntad o confianza en los enviantes.

Cuando no tendremos excusa es en la segunda ocasión, que quieran engañarnos; ahí debemos poner en función y de modo rápido nuestra experiencia vivida y posiblemente dolorosa.  La conclusión debería ser: mucha vigilancia y no dejarnos embaucar por palabras floreadas ni por promesas brillantes de horizontes cercanos.

Para concluir y aterrizando mucho, quiero aportar un refrán de la filosofía “parda” o popular, que viene a pedir de boca: “La primera se la dan al galgo a la segunda esconde el rabo”. Interpretándolo entenderíamos: la primera pedrada dan al galgo en sus costillas, al intento de tirar la segunda, el can esconde el rabo y huye como si no hubiera un mañana.

Conclusión: lo han engañado en el primer intento, pero no en el segundo.

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