Lo diré antes que nada a modo de síntesis. El deleznable comportamiento
de Donald Trump solo se explica bajo la perspectiva de la pérdida de un negocio,
La Casa Blanca.
Trump, un tipo acostumbrado a dar órdenes, a mandar, a nadar
en la riqueza, en el éxito social y económico, a creerse situado por encima de
los demás mortales, a imponer su voluntad hacia quienes dependían y dependen
económicamente de él, (como botón muy significativo de muestra, la imagen
sudorosa del ex alcalde de Nueva York, Guliani, defendiendo lo indefendible mientras
le caían por el rostro gotas de tinte capilar), vio culminada su ansia de
poder, su desmedida vanidad, accediendo a la presidencia de su país. Era el
negocio que le faltaba por conquistar y a fuer de millones de votos que lo
consiguió. Con un mensaje directo, simplista, lleno de atajos, como todas las
proclamas populistas, este empresario engreído, sustentado por el enorme poder
que atesora, con apariencia de estar muy seguro de sí mismo, con el mentón
elevado, que siempre me recordó al de un italiano nacido en Predappio, encandiló
ya digo, a millones de estadounidenses que vieron en sus promesas el
fortalecimiento de la nación americana.
Trump ha gobernado esta inmensa nación como si de una empresa
suya, una más, se tratara. De ahí que su pésimo perder haya sido el de esta
guisa, no por cuestiones políticas, sino de pura y simple humillación personal
y empresarial, que está por ver si este exabrupto, ese nerviosismo, esa
persistencia en negar la evidencia, no tendrá algo o mucho que ver con posibles
decisiones de todo tipo en favor propio durante su mandato.
Habría que preguntar ahora a quienes lo votaron, si visto lo
visto, lo volverían a hacer. Esto nos sitúa una vez más en el análisis de la
calidad democrática que encierra la ciudadanía que compone un determinado país.
En el caso que nos ocupa y a nivel institucional, la soledad de Donald Trump es
un hecho pues hasta el mismo vicepresidente se ha desmarcado. No así esos miles
de asaltantes, algunos vestidos de manera atávica, que asaltaron el Capitolio…y
aquellos que no pudieron, pero desearían haberlo hecho.
Y es que cuando alguien se considera así mismo, sustentado en
este y en otros casos por las urnas, como un salvador, el destrozo del sistema
democrático siempre acaba teniendo lugar. Trump es un exponente, pero no el
único.
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Miércoles, 17 de Abril del 2024
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Jueves, 18 de Abril del 2024
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