Ahora
en abril se cumplirán seis años de la representación en el Teatro María
Guerrero del Centro Dramático Nacional de la obra de mi paisano Paco Nieva, me
refiero a Salvator Rosa o el Artista.
Seguramente
fue el gran último montaje de este genial dramaturgo antes de fallecer. Y
recuerdo que después de asistir a la función escribí una crónica donde
expresaba mis reparos, no exactamente del texto, sino sobre el momento elegido
para su escenificación, que no fueron los mejores.
De
todas las discrepancias posibles señalaba el mayor inconveniente para alcanzar
el éxito; porque tanto antes, como ahora, resulta muy difícil que el simple
espectador llegue a comprender todos los matices de una obra tan excesiva y
barroca. Desgraciadamente, los tiempos
actuales exigen la simplificación y la urgencia del mensaje, por lo tanto, con
una propuesta así, la posibilidad de recrearse en la fantasía queda muy
limitada.
Básicamente,
la representación trata sobre la efímera revolución que protagonizó el pescador
Masaniello frente al virreinato español de Nápoles en 1647, a lo que se suma la
diferencia de criterios entre dos pintores de la época como fueron Salvator
Rosa y José de Ribera y las reflexiones sobre la libertad, el arte, la
economía, etc. Como ya expongo, se trata de un libreto tan rico como complejo.
Estos
hechos históricos puntuales y lejanos en el tiempo al menos sirvieron de
inspiración para escribir un texto teatral, convertida ahora en la anécdota que
busca un friki en la wikipedia para escribir un artículo, sucesos que le
pueden atraer a un historiador, pero que nunca interesarán a la gran mayoría.
Normalmente,
cuando hablamos de revolución la mente fácilmente se dispara hacia aquello que
aprendimos en el colegio. Me refiero a la Revolución Francesa de 1789 que acabó
con la monarquía absolutista de Luís XVI. Y más recientemente también recordamos la Revolución Rusa de 1917 que
derrocó a Nicolás II, acabando así con la dinastía de los zares. Esas dos
grandes sublevaciones transformaron el sistema político vigente hasta entonces
en las naciones donde sucedieron, y que después sirvieron como ejemplo para
diferentes revueltas a lo largo del tiempo.
Las
revoluciones suelen ser acontecimientos trágicos donde, para cambiar el orden
establecido, la violencia y la sangre son elementos indispensables. Los
agitadores que lideran las revueltas utilizan eslóganes sencillos para
arrastrar a las masas a la rebelión; todos recordamos en algún momento lemas
como: Igualdad, Libertad y Fraternidad o Paz, Tierra y Pan,
conceptos simples frente a enormes penurias y complejas frustraciones que se
dilatan en el tiempo.
Sin
embargo, en este texto de Nieva, Salvator Rosa, suplantando al revolucionario
Masaniello, es capaz de exponer un pensamiento como éste: Disolveremos a
las turbas revolucionarias en nombre de la revolución. Un propósito que
merece una serena reflexión sobre la manipulación de las masas pues, es bien
sabido, que son muchos los revolucionarios que, una vez conseguido el poder se
vuelven tan conservadores o más que los gobernantes derrocados por la
muchedumbre que ellos mismos lideraron.
Más
cercano en el tiempo, y como algo inusual, se nos presenta "La revolución
de los claveles" en Portugal. El levantamiento el 25 de abril de 1974 de
un grupo de militares fue un suceso casi romántico que, sin violencia, acabó
pacíficamente con una larga dictadura en el país vecino. Un hecho que en nada
se parece a nuestra Transición, que fue otra cosa muy peculiar.
Luego
están las revoluciones silenciosas motivadas por un hecho concreto que, sin
violencia aparente, dejan graves secuelas; pero como toda revolución que se
precie, transforman a la sociedad. La revolución industrial y, más
recientemente, la revolución tecnológica, que no deja de ser una vuelta de tuerca
de la primera, son claros ejemplos de la nuevas formas de cambio.
Aparentemente,
estas revoluciones modernas son más lentas, pero no menos traumáticas.
Verdaderamente, los grandes beneficiarios siempre son las élites, y aunque
mejoran a una gran parte de la sociedad, también son muchos los damnificados
que sufren por esa transformación. Las revolución tecnológica y digital está
dejando enormes tasas de paro que son sinónimo de precariedad y pobreza.
Además,
estos avances imparables hacen necesario un cambio de otra índole, una
revolución necesaria e imprescindible que titularía como un gran reto. La
revolución pendiente se llama " Humanizar el futuro".
No
todo vale y el fin no justifica siempre los medios. La pandemia que padecemos
ha mostrado la precariedad del sistema residencial que atiende a los miembros
de la llamada tercera edad, y está demostrado que estas instituciones por sí
mismas no resuelven el problema de nuestros mayores. Además, el modelo hace
aguas y no funciona si solo pensamos en la rentabilidad económica.
También
la brecha digital está afectando a una generación a la que le cuesta utilizar
estas modernas tecnologías; son ciudadanos de tercera que quedan arrinconados
del resto porque no pueden resolver sus gestiones y sus pequeños trámites de la
vida cotidiana.
Obligados
por la necesidad, el trabajo se impuso al estudio, y muchos de ellos escaparon
del analfabetismo gracias a su empeño y tesón, pero la brecha digital y el
aislamiento de las zonas rurales dificultan el acceso de estos residentes a las
modernas tecnologías. Por eso, humanizar el futuro significaría dar una salida
viable a los pequeños problemas domésticos que los aíslan del resto.
Máquinas
y máquinas nos desbordan con la obsesión de reducir costes, banca online,
cajeros automáticos, teléfonos inteligentes, monedas virtuales y nuevas formas
de pago son un futuro frío y aséptico que no entiende de sentimientos, que
ignora el valor de una conversación, de la importancia de un gesto.
En
definitiva, irremediablemente estamos obligados a utilizar la tecnología
digital porque no podemos ir en contra del progreso, pero sus códigos son tan
rigurosos e insensibles que carecen de la humanidad suficiente para
enfrentarnos al futuro inmediato.
Globosonda: Texto para la Caja Negra del mes de abril del 2021
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Sábado, 4 de Mayo del 2024
Domingo, 5 de Mayo del 2024
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