El premio nobel de Economía y catedrático de la Universidad de Columbia
Joseph E. Stigliz publicó en el año 2002 un libro titulado El malestar en la globalización, en el que puede leerse: “La agenda
de la globalización fue establecida, a puertas cerradas, por las corporaciones.
Fue una agenda redactada por y para grandes empresas multinacionales, a
expensas de los trabajadores y ciudadanos comunes en todo el mundo”, inclusive
la llamada clase media.
Años antes, en la década de 1990, a la hora de analizar el proceso en
curso de la globalización por instituciones y agentes económicos, medio ambientales
y sociales, había sido confirmada la tendencia hacia la generación de graves desequilibrios que
venían siendo inducidos tanto por el cambio climático como por el injusto
diseño en las reglas del juego de la globalización en beneficio de las
economías más poderosas con impactos negativos originados por las corporaciones
internacionales y multinacionales financieras, en perjuicio de la mayoría de
las poblaciones incluyendo a las clases medias y en deterioro tanto del medio ambiente
como los derechos económicos, sociales y laborales en el planeta. Es en este
contexto cuando comienza, tanto por parte de instituciones socioeconómicas de
prestigio, como por relevantes organizaciones
ciudadanas el análisis de iniciativas enfocadas hacia un nuevo modelo de gestión que
permitiera mitigar los referidos impactos negativos dando respuesta a los problemas de la nueva
realidad internacionalizada. Entre dichas iniciativas se encuentran:
El reconocido Informe Brundtland
aprobado en 1987 por la Comisión Mundial sobre Medioambiente y Desarrollo que
incluye la propuesta de “Desarrollo Sostenible como aquel que permite alcanzar
el bienestar de las generaciones presentes sin poner en peligro la capacidad de
las generaciones futuras para la satisfacción de sus propias necesidades”. Las
Directrices de la OCDE para Empresas Multinacionales del año 1997, conjunto de
principios en las áreas de los derechos y el medioambiente para su aplicación
por los países miembros. La Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro de 1992 y la Cumbre de Río +5 de
Nueva York que propusieron la aplicación de políticas dentro del modelo de Responsabilidad
Social Corporativa apoyando el paradigma del Desarrollo Sostenible.
En el Foro Económico Mundial
de Davos de 1999, como consecuencia de
una iniciativa presentada por Kofi Annan desde el marco de las Naciones Unidas,
nació el Global Compact o Pacto Mundial, conformado por diez principios
universales de conducta, derivados de las convenciones y declaraciones de las
Naciones Unidas reconocidas y respaldadas por convenciones internacionales y
resoluciones de la Asamblea General que contienen propuestas laborales de
carácter global, propuestas medio ambientales contra el cambio climático y
propuestas contra la corrupción corporativa y de carácter financiero.
En el año 2001 se publicó el
Libro Verde de la Unión Europea determinando el Marco Europeo para la
Responsabilidad Social Corporativa. La Red Española del Pacto Mundial inició su
andadura en el año 2002. En septiembre de 2015 se aprobó,
por parte de la Asamblea General de Naciones Unidas, la Agenda 2030 y con ella
los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), la misión del Pacto Mundial fue
ampliada con la gestión conjunta de los ODS como nuevo marco compuesto por 17
Objetivos y 169 metas para alcanzar antes de 2030 el logro de acabar con los
grandes problemas del planeta, en resumen: Avanzar hacia el fin de la pobreza,
alcanzar la igualdad de género y el trabajo digno, el acceso a los servicios de
salud y a una educación adecuada, la protección del medioambiente, la promoción
de sociedades pacíficas, la creación de instituciones eficaces, responsables e
inclusivas a todos los niveles, facilitando el acceso general a la justicia, y
la lucha contra la corrupción.
La definición de los ODS fue el resultado de un proceso de negociación
que involucró a los 193 estados miembros de la ONU, la participación de la
sociedad civil y otras partes interesadas, quedando recogido el punto de vista conjunto
y armonizado desde las diversas perspectivas e intereses. Tras la aprobación de
la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, en la Conferencia sobre el Cambio Climático de París (COP 21) celebrada el 12 de diciembre de 2015 fue alcanzado el acuerdo
internacional recogido en el Tratado de París, jurídicamente vinculante, que
supone un hito paradigmático en el proceso multilateral del cambio climático,
al conseguir la unión de todos los países en la causa común de limitar la
emisión de gases de efecto invernadero y el establecimiento de medidas tanto
para la mitigación y la resilencia al cambio climático, como para reducir el
calentamiento mundial por debajo de dos grados centígrados, en comparación con
los niveles preindustriales. La Unión Europea y sus Estados miembros se encuentran
entre las cerca de 190 partes del acuerdo que fue ratificado el 22 de abril de
2016 por los EE.UU, el 5 de octubre por la UE y posteriormente por la Federación
Rusa y China.
La ratificación del Acuerdo de París por Estados Unidos, a pesar de que
ya estaba totalmente formalizada, fue anulada a título personal por su
presidente Donald Trump, que así lo anunció el día 1 de junio de 2017 aunque la
retirada definitiva de la firma no tuvo lugar hasta el 4 de noviembre de 2020, días
antes de la celebración de las elecciones presidenciales en las que terminó
siendo desautorizado por la mayoría de los ciudadanos norteamericanos.
En el primer día de su mandato Joe Biden, como nuevo presidente de los
EE.UU firmó una declaración pública aceptando el Acuerdo de París junto a “cada
uno de sus artículos y clausulas”, la
firma oficial tuvo lugar el 19 de Febrero de 2021.
La retirada del Acuerdo por Donald Trump rechazando los Objetivos de Desarrollo Sostenible incluidos en la Agenda 2030 que se encuentran respaldados, tanto por la comunidad internacional como por el mayor conocimiento científico jamás disponible y de otra parte el rechazo del ex presidente USA, al consenso internacional y a la cooperación, que la actual pandemia está confirmando como necesidad prioritaria, indican que las políticas de Trump tienen su origen en la órbita del “hipercapitalismo” analizado por Thomas Piketty en su obra Capital e ideología y que en opinión del profesor Stiglizt es “cómplice del capitalismo estadounidense que ha estado marcado por una avaricia desenfrenada como confirmó ampliamente la crisis financiera del 2008”.
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Miércoles, 30 de Abril del 2025
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