La columna de vehículos se acercaba lentamente hacia
la pista de despegue. En estas últimas ocasiones la seguridad era sólo
testimonial y ahora apenas necesitaban un par de tanquetas ubicadas en los dos extremos
del convoy. Nada que ver con las primeras caravanas que eran atacadas por las
hordas anti-sistema y que requerían una fuerte protección para poder llegar al
destino.
Estos últimos viajes completaban el envío al nuevo
planeta de una selección de obras literarias y objetos de arte, sobre todo
telas y pinturas. Se había descartado enviar muestras escultóricas por el
enorme peso y su complejidad para el transporte en las naves espaciales.
Anteriormente, las partidas fueron de productos más
básicos e imprescindibles. Hasta Terra-dos, que así es como se llamaba el nuevo
planeta, se habían transportado los materiales más diversos, desde semillas
hasta tecnología media, sobre todo pequeña maquinaria, al principio también
fueron enviadas algunas especies animales para que fuesen adaptándose al nuevo
hábitat.
Ahora, la diezmada población resistía recluida en el
subsuelo y aguantaba aprovechando el agua residual de los acuíferos, todos
esperaban el traslado definitivo al nuevo planeta para iniciar una época tan
desconocida como ilusionante y en la tierra sólo quedaría un pequeño retén de
científicos listos para ser rescatados cuando la situación fuese límite.
Menos mal que quinientos años antes unos pocos
políticos iluminados decidieron apostar por aquel pequeño departamento de
astrología, ya que entonces todavía no estaban alertados del gran riesgo que
sufría el planeta. Aquel grupo de científicos e investigadores utilizaron
provechosamente los recursos que aquellos líderes pusieron a su disposición.
Muy pronto empezaron las exploraciones con un resultado espectacular y al lado
de aquel agujero negro en el espacio descubrieron un planeta oculto, un astro
de características muy parecidas a la Tierra, motivo por el cual le bautizaron
como Terra-dos.
Ahora, cada semana se preparaba un cargamento para
completar todo lo necesario. La flota de naves que, acertadamente, tenían
rotulado el nombre de aquellos gobernantes despegaban de la pista en medio del
desierto, un trasiego y una actividad que era la única muestra visible de la
existencia de vida en la corteza terrestre.
Al final, ni siquiera tuvieron que actuar contra los
rebeldes porque las condiciones de vida en el exterior los diezmaron hasta casi
su desaparición. Aquellos grupúsculos díscolos eran colectivos de escépticos y
negacionistas, personajes que nunca se creyeron el deterioro de la Tierra a
pesar de las evidencias. Al principio, sus dirigentes gozaron de las simpatías
del pueblo que, ingenuo y cansado de la ineficacia de los gobernantes
tradicionales, creyó aquellos mensajes simplistas. Sin embargo, más tarde, y
cuando llegaron al poder, se evidenció su falta de proyecto, su ambición y su
torpeza llevaron en muy poco tiempo a la humanidad al borde del desastre.
Ahora la reducida población estaba gobernada por un
grupo de tecnócratas encargados de organizar el traslado al nuevo mundo, al
nuevo planeta, una tarea ardua y complicada, pero que era la única alternativa
para que la especie humana no desapareciera.
Tras los sucesivos desastres medioambientales la sociedad
quedó diezmada y necesitó estar al límite, justo al borde del abismo, para
apostar unida por un proyecto tan descabellado, un viaje sin retorno que
significaba la única salvación posible.
El escribidor necesitó releer el texto en la pantalla
un par de veces, después echó un vistazo a su escritorio y comprobó que el vaso
estaba vacío. Aquella narración era un desvarío, esa ocurrencia no pudo salir
de él, nunca antes escribió ficción, no le gustaba y no era su género
preferido; apenas algunos títulos se salvaban de su veredicto como lector
compulsivo.
Movió la cabeza tratando de negar aquel relato y pensó
que había sido un arrebato excitado por el alcohol, o mejor, una excentricidad
o un disparate obra del aburrimiento. Pero aunque aquello no tenía ni pies ni
cabeza, sin embargo, y de pronto, le vinieron a la memoria las próximas
elecciones. Personalmente, estaba hastiado de tanta mentira e ineficacia. No
obstante, aquel raro texto que salió de su cabeza le hizo dudar.
Aunque en principio había decidido no acudir a las
urnas pensó que quizás debería votar. Y si lo hacía, debía razonar muy bien su
elección, porque era muy posible que a la vuelta de unos años ya no habría
solución a tanta corrupción y tanto despilfarro.
Moralmente estaba obligado a elegir, y había que
elegir bien, porque no quería verse reflejado en aquella fábula que, aunque
aparentemente surrealista, no era ajena a un futuro remoto, pues a veces la
realidad supera a la ficción. Ja ja ja...
Globosonda: Texto para la Caja Negra del mes de mayo
del 2021
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Martes, 23 de Abril del 2024
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