Ese viejo (por antiguo) amigo que es José Luis Albiñana Masó, “Pona”, me advierte de lo que califica como un “pequeño error” en mi trabajo sobre la “Novillada de hace un siglo en Tomelloso”, publicado  el día 15 en este periódico. Rotundo y casi, conociéndole diría que irritado, ante lo que pudieran  ser ataques a lo propio de  su pueblo, del que tanto sabe y al que tanto amor profesa, me escribe: “Antonio Linares, no es de Manzanares, es de Tomelloso. Creo sería buena una pequeña rectificación”. Como no tengo el gusto de conocer al diestro,  había consultado, antes de calificar su cuna,  una pequeña biografía suya y un artículo de Lanza en los que figuraba que “nació en Manzanares el 14 de agosto de 1987”. Ello me  indujo a considerarle “manzanareño”. Me explicaba José Luis que antes de que hubiera hospital en Tomelloso, las mujeres tenían que ir   a dar a luz a Manzanares, Alcazar o Ciudad Real y por eso nació allí, “pero es tomellosero de pura cepa”. Le prometí  esta precisión, pues aparte de lo que para mí supone el juicio de José Luis en estos temas, al que, en algún caso he consultado, en la balanza manchega, entre los platillos de Tomelloso y Manzanares, nada me induce a inclinarme por éste  y, como le decía, es patente, en cambio,  el afecto que me une a Tomelloso y a todo  lo suyo, que, como creo estar demostrando en mis colaboraciones en este periódico, considero, en parte, como  mío. En este caso parece que se cumple el refrán de que “no se es de donde se nace, sino de donde se pace”, entendiendo por “pacer” la buena crianza y el desarrollo y, seguramente, en este caso, los ancestros o las raíces familiares.