Panadería Feliciano Martínez va a ser reconocida con el Viñador
en el Ámbito Económico el próximo 28 de agosto. Un galardón para una empresa
fundada en 1960 por Feliciano Martínez Martínez, que sigue siendo un negocio
familiar que elabora sus productos de manera artesanal, ofreciendo calidad y
servicio y poniendo mucho amor en su trabajo.
Hablamos con Lorenzo Martínez de la importancia del
reconocimiento y repasamos la evolución de una empresa que, insistimos, sigue
elaborando el pan como lo hacía el fundador. Lorenzo no disimula durante la
charla el amor a su padre que ha dejado a sus hijos la mejor herencia, poder hacer
el honrado pan de la mejor manera posible. También nos cuenta Lorenzo como han
vivido la pandemia, mirando más el servicio que el negocio, y su ayuda a la
hostelería.
—¿Qué supone para ustedes este galardón?
—Para nosotros es un honor recibir el Viñador. Supone un
gran orgullo que la ciudad de Tomelloso reconozca nuestra labor de tantos años.
—Ustedes tienen tan presente a Tomelloso que el escudo de
la ciudad luce en el logotipo de Panadería Feliciano.
—Fue un logo que escogió mi padre y aunque lo hemos
remodelado, sigue estando presente el escudo de Tomelloso.
—La panadería la fundó Feliciano Martínez, su padre, en
1960.
—Después de llevar más de veinte años de panadero en Pedrero,
mi padre fundó la panadería en ese año, sí. En ese sentido, quiero decir que,
aunque yo me haga partícipe de este reconocimiento, se lo merece más mi padre
que nosotros. Nosotros, simplemente somos la continuación de lo que él inició.
—Feliciano no tuvo una vida fácil.
—Perdió a su madre con cinco o seis años. Cuando tenía ocho
años llegó la Guerra Civil y con once años se llevaron preso a su padre por veintidós
años y tuvo que ejercer de cabeza de familia. La ilusión de mi abuelo, que era
maestro albañil, era que su hijo estudiase para arquitecto o aparejador. Pero
la posguerra truncó esas ilusiones y se tuvo que buscar la vida. Estuvo
trabajando más de veinte años con Pedrero y, como decimos, con 32 años creó
Panadería Feliciano Martínez. La vida de mi padre no fue fácil en absoluto, con
decirle que pasó la luna de miel visitando el penal de Santoña.
—Debió ser duro el principio de la panadería.
—Mi padre empezó con una mano delante y otra detrás. Por
entonces para poder poner una panadería era necesario adquirir unos derechos
que costaban un riñón.
Comenzó en la calle Oceanía con un horno moruno y escasa
maquinaria usada, hasta que desarrolló un poco el negocio. Después modernizó el
obrador con un horno giratorio y maquinas más modernas. Aproximadamente en el
año 1975 se empezaron a elaborar barras en Tomelloso, montó una línea
automática, más automatizada que lo que actualmente tenemos.
—Por entonces surgió la Panificadora de Tomelloso, de la
que su padre fue socio.
—En 1976, debido al trabajo y al estrés, sufrió un infarto.
La Panificadora ya se estaba gestando y pensó que era mejor formar parte de ese
proyecto que dejarnos el negocio a los hijos, jóvenes y sin mucha experiencia.
Mi hermano Pedro, que era el mayor, tenía la mili sin hacer; Feliciano tenía
apenas 15 años y yo no existía laboralmente. Así que en el 77 se hizo socio de
Panificadora de Tomelloso.
—Pero aquello no cuajo.
—Desde 1977 a 1985 fue un sufrimiento para mi padre ya que
no le gustaba ni el método de trabajo que se tenía, ni las circunstancias de la
empresa, ni la calidad del producto. Ya jubilado, en 1985, volvió a retomar la
actividad en la calle Oceanía.
—Y ahí entran ustedes.
—Pedro era
panadero, Feliciano había estado de panadero un par de años y yo que no conocía
el oficio. El primer día fue el 20 de marzo de 1985 y nos sobró más pan del que
hicimos. Al día siguiente ya faltó y empezó a aumentar la producción hasta el
día de hoy.
—Y desde esa
segunda fundación, por llamarlo de alguna manera, Panadería Feliciano Martínez
no ha dejado de evolucionar.
—Así es, pero sin
dejar en ningún momento de elaborar según el método tradicional. La nuestra es
una panadería artesanal, a pesar de que sea grande y con mucha maquinaria para
ayudar. Lógicamente, la tecnología avanza y nos ayuda, pero, insisto, seguimos
elaborando de manera artesanal.
Nos mudamos de la
calle Oceanía a la calle Zahorí buscando la comodidad que no teníamos. La
nueva panadería tiene un obrador climatizado y un aislamiento que no evita las
temperaturas extremas, lo que nos permite trabajar igual en invierno que en verano.
—¿En qué consiste
la elaboración artesanal?
—Para la
elaboración del pan de cruz, por ejemplo, salvo la amasadora y la refinadora,
que son fundamentales, el proceso es totalmente manual, como lo hacía mi padre
hace sesenta años.
—La masa madre es
algo que está muy en boga ¿Qué es?
—Nos hace mucha
gracia cuando vemos publicidad de masa madre. Es algo que llevamos utilizando
desde que mi padre empezó. Lo único es que ahora hay más comodidades. Mi padre
dejaba la masa madre al acabar la producción por la mañana y a media tarde la
refrescaban.
Es la masa que va
sobrando de la producción. Es, como si dijésemos, donde va el ADN de la
panadería. Se puede decir que nuestra masa madre viene de 1985.
—A pesar del
volumen, Panadería Feliciano sigue siendo una empresa familiar.
—Seguimos siendo una empresa familiar, sí. Y
aún más si cabe, porque para mí los trabajadores de la panadería son compañeros
y los considero también como mi familia.
—¿Cuántos trabajadores
tiene Panadería Feliciano?
—Actualmente
somos 40 personas en la plantilla. Tenemos cuatro despachos y once vehículos de
venta a domicilio por encargo.
—¿Cómo han vivido
la pandemia en la panadería?
—Con mucho estrés
y mucha tensión dado que en cualquier momento nos podíamos contaminar y era un
cierre seguro de la empresa. Hemos tenido bajas y también hemos tenido que
aumentar la plantilla. Le pusimos muchas ganas a aquello, mirando más por el
servicio a los clientes que por el negocio. Pudimos solventar la parte más dura
de la pandemia y de ella hemos salido fortalecidos. Y es que, durante el
confinamiento, con el reparto a domicilio mucha gente pudo probar nuestros
productos y se quedaron con nosotros.
—Es decir, que no le falto el pan a nadie
durante el confinamiento.
—Nosotros no
fallamos, fue nuestra obsesión llevar el pan a todo el mundo durante la pandemia
y con el trabajo de todos se logró.
—Tengo entendido
que ayudaron a la hostelería cuando esta volvió a abrir.
—No vimos en la
obligación de echarle una mano a los hosteleros cuando volvieron a abrir las
puertas. Durante los meses de junio y julio de 2020, les dejamos el pan casi a
precio de coste con una rebaja de entre el 45 y el 60 por ciento, según piezas
y productos.
—Y no solo de pan
vive Panadería Feliciano Martínez.
—Siempre hemos
sido panadería y bollería, hace año y medio contratamos a un maestro pastelero.
Hemos iniciado nuestro desarrollo en la pastelería y ya vendemos a la
hostelería. En este momento seremos una de las firmas punteras en pastelería en
Tomelloso.
—Y supongo que
están en continua evolución, con nuevos proyectos.
—Esto es un
examen diario. Lo de hoy no vale para mañana. Creo que tienen un mérito enorme
las empresas de alimentación que aún nos mantenemos, en poco tiempo han
desaparecido numerosas carnicerías, pescaderías o tiendas de barrio, con la
llegada de las grandes superficies. Ante eso solo podemos ofrecer calidad,
servicio y, sobre todo, mucho amor por lo que hacemos.
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