Feria 2021

Ángel Olmedo: «La Fiesta de las Letras siempre ha servido de catapulta a los talentos locales»

Ha obtenido el Premio de Relato “Félix Grande” del certamen con “Rant. Antes y ahora”

Francisco Navarro | Lunes, 23 de Agosto del 2021
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Ángel Olmedo Jiménez ha obtenido el Premio “Félix Grande” de las Fiesta de las Letras 2021 con “Rant. Antes y ahora”. Un relato, escrito con la prosa brillante y certera a la que nos tiene acostumbrados el autor, que protagoniza un “rider”, uno de esos repartidores en bicicleta, en el que cualquiera nos podemos reconocer.

Olmedo es veterano en recibir premios en la Fiesta de las Letras de Tomelloso, lo mismo en relato que en artículo periodístico. Colabora con La Voz de Tomelloso (no tanto como nos gustaría), además de en High Cycling y durante mucho tiempo, veinte años, escribió en la revista Pasos. Un texto de nuestro entrevistado ha sido premiado este año en el Certamen de Relatos Eróticos de Lamucca. Siempre es un placer hablar con Ángel Olmedo y mucho más si es para celebrar sus éxitos.

—A pesar de su juventud, usted ya es veterano en recibir premios de la Fiesta de las Letras, ¿se ha emocionado también con este?

—Usted, amigo Francisco, es que me mira con buenos ojos, pero a los cuarenta años, uno, en el mejor de los casos, lleva más de la mitad del camino andado, así que lo de joven es una mentira piadosa que aceptaré, del mejor de los grados, por venir de quien, amistosamente, la recibo.

Sea como fuere, que Tomelloso (el lugar que es mi seña y bandera, mi patria chica, mi coso tabú) vuelva a reconocerme con uno de sus premios en la Fiesta de las Letras, supone un hondo privilegio que, en suma, desembocará en una cierta inquietud (por causa de la responsabilidad) al subirme a las tablas del Teatro Marcelo Grande, Dm, el próximo 30 de agosto. Intentaremos controlar las emociones, pero no prometo nada…

—Hay una generación de escritores y artistas de Tomelloso, a la que usted pertenece, que ya ha dejado de ser promesa para convertirse en realidad…

—Es demasiado pretencioso considerarme dentro de esa gran generación a la que usted alude y que, de un modo u otro, se dedica profesionalmente al arte. Afortunadamente, Tomelloso cuenta con un más que hondo y cuidado escalafón de artistas que, gracias a su denodado esfuerzo y trabajo, están obteniendo la posición que se merecen en la siempre complicada arena de lo cultural.

La Fiesta de las Letras siempre ha servido como una especie de catapulta para los talentos locales, puesto que les anima y estimula a mantener sus inquietudes y sus coqueteos con las inspiraciones.

A veces no reparamos en la grandeza de que unos juegos florales como éstos de la Fiesta de las Letras pervivan ya (con todas las mejoras que podrían procurársele, especialmente en lo que concierne a su acto de entrega o en la figura del Mantenedor) en su septuagésima edición.

—Usted que es abogado, ¿cómo compagina el lenguaje jurídico con el literario?

—Si he de ser sincero (y vamos a tratar de serlo en este medio que siempre es tan cordial), mal. Partamos de la base de que uno odia releerse y de que, además, jamás es capaz de obviar el distinto repertorio en uno y otro plano.

Por lo tanto, los textos jurídicos hay que depurarlos, porque, en ocasiones, se alzan como demasiado literarios. Y, en los literarios, es complicado obviar algún gañafón de ese rituario y árido lenguaje jurídico.

—“Rant. Antes y ahora”, habla de un rider, un repartidor autónomo, como tantos, que trabaja en precario. El relato, además de estar escrito con la virtuosa prosa a la que usted nos tiene acostumbrado, tiene una gran carga social.

—Rant “utiliza” a un “rider”. Pero, en el fondo, Rant somos todos aquéllos que, de un modo u otro, hemos de ofrecer nuestros servicios a cambio de una contraprestación. Rant no es un santo (nadie lo somos), pero, en el relato, es un personaje que nos arrebata cierta ternura porque, de alguna manera, nos podemos reconocer en él.

El texto, quizá, evidencia, que las consecuencias de nuestras conductas, en este mundo, no son iguales para todos. Y que existe un espacio en el que habitan coches con lunas tintadas, guardaespaldas, protección y separación. Y otro en el que, para bien o para mal, solo se cuenta con nuestro propio cuero. En el primero, las facturas las acostumbran a pagar otros. En el segundo, nuestras deudas son personales e intransferibles.

Desconozco si Rant es una narración social, pero sí que puedo decir que es el relato en el que, quizá, me haya apartado, de una forma más notoria, de ese “yo”, para utilizar un personaje que es un “nosotros” (o que, al menos, podría serlo).

Rant es ese torero que ha sufrido una cogida que le lleva a la enfermería en una situación cataclísmica pero que, incluso en la peor de las derrotas, saldrá (si sale) a volver a colocarse entre las astas del toro porque, en puridad, no le queda otra.

—Hemos tenido que hacer muchas concesiones para malvivir simplemente, ¿no cree?

—Usted me va a perdonar todo el error de la generalización en esta respuesta.

Si las hemos hecho (y, sí, las hemos hecho) somos los únicos responsables. Estamos demasiado acostumbrados a mirar al Estado (o a otro costado) como una especie de paraguas protector y España solo cambiará cuando se percate de la necesaria influencia y fuerza de la sociedad civil.

Todos contamos con una responsabilidad social y, hasta la fecha, esos “héroes de bar” (que pontifican y resuelven acodados al mármol de los veladores y trasegando un carajillo) no han salvado Patria alguna.

—¿Es cierto que los jóvenes de ahora van a vivir, están viviendo, peor que sus padres?

—De nuevo, voy a excusarme por el yerro de la generalización.

Nuestros padres (los míos al menos [a los que les debo tanto que faltaría entrevista para reseñar]) fueron (seguro) menos egoístas que nosotros (se independizaron antes, con menos medios, dispuestos a no tener vacaciones, a no haber vivido eso que ahora llamamos “experiencias”).

Mi generación (gran parte de ella) va a ser una de las primeras que no va a conocer (por una mera cuestión de orden temporal) a sus nietos.

Es una cuestión de prioridades y de expectativas. Las primeras han variado (con un enfoque más personal, más hedonista, más inmediato). Las segundas continúan, como siempre, siendo muy altas pero, quizá, se defraudan con mayor facilidad porque se entiende que han de verse cumplidas (vivimos en una sociedad que acostumbra a valorar al dictado del “like” y, quizá, haya de preguntarse si lo primero no es obtener algo que se pueda evaluar).

Con todo, estamos en manos de esos jóvenes. Ellos son los que han de sostener un mundo que, seguramente, no les hemos entregado en las mejores condiciones.

—Siempre ha estado unido a la prensa, ¿escribe en algún medio?

—Desde muy joven (quizá demasiado joven, con apenas quince años), Pablo Ortiz (Pablo Pasos) me dio la alternativa y me permitió escribir en su revista durante más de veinte años (hasta que me corté la coleta sin que la sangre manchara el albero). Lo compaginaba con otras colaboraciones en Cuadernos Manchegos, en La Tarjeta Blanca o en Ciclo21 (estos dos últimos, relacionados con el ciclismo), entre otras.

El “articulismo” (periodismo, de nuevo, sería demasiado pretencioso) siempre ha sido una afición.

En la actualidad, me publican en La Iberia y en High Cycling (un periódico digital sobre ciclismo). Y, en ocasiones, me dejo caer por La Voz de Tomelloso (gracias a la condescendencia mostrada por usted y el bueno de Carlos Moreno.

—¿Cuáles son sus proyectos literarios?

Éste ha sido uno de esos años que viene con reconocimientos, como éste de Tomelloso y el del Certamen de Relatos Eróticos de Lamucca, así que mejor no vamos a pecar de aspirar en exceso cuando Presidencia ya ha sacado el pañuelo blanco.

Pero, como yo soy muy taurino, usted me entenderá al señalar que conviene no hablar del porvenir por aquello del mal fario.

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