Elvira Sastre, como saben nuestros lectores, fue la
Mantenedora de la LXX Fiesta de las Letras de Tomelloso. Una edición dedicada a
Guadalupe Grande y a la Poesía de Quintería. El discurso de Sastre fue uno de
los mejores que se han escuchado en los últimos años en el Teatro Municipal.
La voz de Sastre suena a poesía, es poesía. Con su voz
dulce, recitó un discurso que encandiló al respetable. Valientes y
reivindicativas, las palabras de Sastre emocionaron recordando su infancia, la
llegada a la poesía a su vida o Tomelloso. Denunció la situación de las mujeres
en la literatura y reivindicó la cultura como un espacio de libertad. Un
discurso bien hilado, dicho con una sobrecogedora tranquilidad, casi susurrado,
pero con una fuerza pocas veces sentida.
La Mantenedora aseguró que se iba a ir diciendo que “Tomelloso
es también mi pueblo”. Mostró su emoción porque hay un lugar en el mundo donde las
fiestas se celebran con literatura “y las plazas se llenan y la gente acude”.
“Tomelloso suena a esfuerzo recompensado”
Tomelloso huele a paisaje interior, a llanura de color añejo
“y a todas esas cosas que se encuentran sin necesidad de buscarlas”. Para la poeta,
la ciudad suena “a esfuerzo recompensado, a sueño cumplido, a árbol bajo el que
una puede cobijarse siempre del sol”. Aseguró conocer bien el abrazo de la
tierra seca, “vengo de la otra Castilla”. En ese sentido, Sastre proclamo que “no
todos comprenden la belleza del interior”.
Sastre celebra “con un orgullo casi propio” que la cultura
llegue a estos parajes “a mis vecinos, a todos aquellos que no quieren irse”.
La Mantenedora tuvo que marcharse a Madrid “porque leí toda la poesía que me
daba mi ciudad” y echó en falta espacios como la Fiesta de las Letras o “lectores
como vosotros”. Recordó la poeta como tuvo que coger el carnet de la biblioteca
de su padre para poder leer libros de adultos (ya había acabado con la sección
infantil) y como una profesora se lo reprochaba. “¿Por qué les colgamos
etiquetas a los libros y los consideramos algo obligatorio? Para mí un libro
siempre ha sido un símbolo de la libertad más absoluta”.
Elvira Sastre dijo que fue una niña diferente que nunca se
sintió especial, que leía porque veía a sus padres disfrutar haciéndolo. Relató
al público las artimañas que aquella niña llevaba a cabo para leer y que
mostraron su amor por los libros, en la cama, en la bañera, cuando había
exámenes: la lectura estaba por encima del juego. Fue la lectura la que le hizo
que los viajes a Madrid para tratar su diabetes fueran una aventura. Para la
escritora, la infancia —que tanto echa de menos— es leer sin otra cosa en la
cabeza.
“La poesía entró en mi vida iluminándolo todo”
Tanto le gustaba leer, siguió relatando, “que no encontraba
placer en la escritura”. Pero afortunadamente estaba equivocada y la escritura
le ha enseñado “que todo aquello que no soy capaz de hacer o merecer no existe,
como estar hoy aquí”. Con doce o trece años, enamorada, descubrió un poema de Bécquer
en un libro de Lengua “y entonces algo se iluminó en mis manos, en mi mente, en
mi cuerpo, hasta en los dedos de mis pies. Una luz que llevaba apagada mucho
tiempo y alumbrando partes de mí que creía oscuras. Así entró la poesía en mi
vida, iluminándolo todo”.
Los poetas explicaron a Sastre “lo que me estaba pasando”, hasta que un día “llegó Benjamín Prado, mi poeta”. En los poemas de Prado encontró la Mantenedora “la palabra exacta” que le decía que no estaba sola. Y detrás llegaron los demás, desde Salinas a Montero, de Benedetti a Marwan. Leyendo a Benjamín Prado, relató, la poeta se sintió capaz de hacer lo mismo “de convertir su amor en el mío en poemas escritor por mis manos”. Le gusta a Sastre la poesía que no coge polvo en las estanterías, la que no requiere un conocimiento especial, “la que no es jeroglífico sino respuesta”.
La poesía, en un tiempo, estuvo relegada a los departamentos
de las universidades; pero también hubo un tiempo en el que ocupaba los pueblos
y ocupaba las plazas, manifestó en otro pasaje de su discurso. También hubo un
tiempo “en el que el poeta no era poeta si un señor no lo señalaba y las
mujeres eran relegadas en meros pseudónimos masculinos”. Ahora la poesía vuelve
a desplegar sus alas, aseguraba Sastre, “después de tanto tiempo escondida y
relegadas y llega a sitios donde nunca estuvo. Una pared en un pueblo de León,
un anuncio de cerveza o un tatuaje en las costillas. La poesía vuelve a llenar
plazas, estadios o terrazas modernas. Aparece en la pantalla del teléfono de un
adolescente que no la busca. Regresa a las manos de una anciana o es refugio de
una mujer maltratada y es protagonista de veladas como la de esta noche”.
Todo eso, prosiguió, es posible gracias a pequeños rayos de
luz “que creen en la palabra y lo iluminan todo”. Como Tomelloso, proclamó,
este lugar “donde la cultura no solo sobrevive, sino que supervive ajena a los
caminos que otros quieren marcarle y ha formado parte de su educación”. Por
ello, afirmó la Mantenedora, no es extraño que sea cuna de tantos artistas “un
pueblo culto es un pueblo libre”. Reivindicó la escritora la cultura y denuncio
que en España “poco existe fuera de los márgenes de lo clásico y lo masculino.
Yo misma sufrí discriminación en actos artísticos e institucionales”.
“Tomelloso es el lugar que nos mantiene a los que sabemos
que existe la poesía”
Pero, “nada de eso importa cuando llegas a lugares como este
donde el cariño es como la ola del mar en un día de verano”. Tomelloso fue uno
de los primeros lugares en acoger a Elvira Sastre “y yo lo llevo en mí memoria
con ternura, honor y agradecimiento. Vosotros me recibisteis como si llevarais toda
la vida esperándome”. Fue Tomelloso “uno de los lugares que me dio la fuerza
necesaria para seguir haciéndolo, que me convirtió en la mujer que soy hoy”.
Ahora Tomelloso ha vuelto a llamar a la poeta “después de
una de las tragedias más grandes de este siglo, la pandemia que vino a encerrarnos,
a enfrentarnos y a acabar con la cultura”. Calificó de muy importante “la labor
que aquí hacéis entre todos y todas”. Sastre apuntó que “es importante que un
pueblo como este invierta toneladas de ilusión en preservar la literatura y la
cultura”. En dedicar esfuerzos al arte “en estos tiempos en que muchos se
empeñan en alejarnos de él”. Sastre mostró su orgullo por se la Mantenedora de
este año recogiendo el testigo “de los nombres más importantes de mi librería. Pienso
en todas las mujeres que hicieron posible con su trabajo y anonimato que yo esté
aquí. Pienso en colocar su nombre delante del mío porque por ellas soy, por
ellas somos”.
Usó el micrófono para compartir la palabra de otros poetas,
de Tomelloso en este caso. Sastre recitó un fragmento del poema “Vive la poesía”,
de Gabriel Nan, ganador del Premio Local de la Fiesta de las Letras de 2019. “El
desterrado de Espasa”, de Félix Grande, fue la siguiente lectura de Sastre.
Eladio Cabañero y su poema “Esta tarde de lluvia” también tuvieron sitio en el
discurso de la Mantenedora. De Lupe Grande, la poeta homenajeada en la Fiesta
de las Letras de este año, recitó un fragmento de “Post scriptum para un poema
borrado”.
Agradeció para acabar “que me hayáis seguido esperando con
el mismo amor para nombrarme Mantenedora. Quizá no lo sepas, Tomelloso, pero
eres tú el lugar que nos mantiene a los que sabemos que existe la poesía”. El
público premió el discurso de Elvira Sastre con una sonora ovación.
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Martes, 12 de Julio del 2022
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