En cualquier caso, el belén está montado con igual mimo e ilusión que años anteriores. Esta labor corre a cargo del encargado de mantenimiento, Vicente Madrigal, que este año no ha podido contar con la ayuda de Sor Teresa que desde hace varios meses se encuentra en Valdepeñas. “El montaje del belén siempre es un reto. Un año la madre superiora me dijo que lo montara en el centro, alrededor de la fuente que hay. No fue nada fácil, pero gustó mucho y duró dos años. Pero el lugar más habitual es en la parte derecha del patio, donde se montaba primero una estructura metálica que después recubríamos con argamasa y otros materiales para ir dando forma a las cuevas, las montañas e ir después colocando cada pasaje de la Natividad en su lugar correspondiente que era en lo que más me ayudaba Sor Teresa”, explica.

Madrigal lo ha vuelto a realizar en la habitación que hace esquina con el paseo de San Isidro. “Se hace como medida de precaución. A la residencia, en estos momentos, solo pueden pasar los familiares de nuestros mayores y sabemos que el belén implica que viene mucha gente, entre ellos, muchos niños. A través de la ventana, el belén se ve peor, pero también es cierto que lo ve más gente. Hay dispongo de una superficie llana, hemos dispuesto un par de alturas con papel roca, con el castillo de Herodes en lo más alto, la matanza de los inocentes o la huida a Egipto que hemos colacado abajo, además de la Anunciación y el nacimiento que hemos colocado en la parte izquierda. Es un belén más sencillo, pero a la gente también le está gustando mucho. Además de papel roca, hemos utilizado corcho y alguna piedra natural”.

El belén cuenta con más de cien figuras que Vicente Madrigal coloca con perspectiva “aunque visto desde la ventana, no es como cuando se montaba en el patio, donde las figuras  más pequeñas van arriba, para dar esa sensación de lejanía y las más grandes están en el primer plano. Tenemos más de mil figuras guardadas y evidentemente no todas se pueden poner. El belén cambia año tras año, cambia la ubicación del río, del Nacimiento, del Castillo. Este belén no se monta, sino que se hace completamente nuevo. De hecho, cuando estamos en plena faena, no se puede imaginar la gente todo lo que se junta aquí de hierro, soldaduras, argamasa, tablones…es una labor de mucha envergadura”.

 Cuenta Vicente Madrigal que el río es uno de los aspectos más complicados “porque tiene unos treinta centímetros de ancho y quince de alto, con cascadas y raro es el año que no había un espite y el agua caía en la luz. Pero todo lo hemos ido solucionando”.

Se siente orgulloso de que el belén de la residencia haya sido siempre una referencia en la Navidad de Tomelloso. “Vamos a ver el belén del asilo, dice la gente. Muchas parejas antes de meterse en un bar a tomar algo, pasaban a ver el belén. A los niños les atrae muchísimo, les llama mucho la atención, sobre todo las figuras en movimiento que representan los distintos oficios. Y vienen también los medios de comunicación”. Y seguiremos yendo cada año a ver este maravilloso belén que aúna trabajo, ilusión, alegría, esperanza y el respeto a la ortodoxia religiosa en todos y cada uno de sus rincones. "El Belén es una tradición de esta residencia que queremos seguir manteniendo. Es una pequeña catequesis que le llama mucho la atención a los niños y por eso explicamos de la mejor manera cada pasaje de la Natividad que es el misterio de la encarnación de Cristo en hombre. Lo mantendremos puesto hasta San Antón", concluye señalando la Madre Superiora.